Feminismo secundario: El canto rebelde de las escolares del 8M
Ese aire a revolución que se respira en las calles, en las plazas y cada una de las esquinas de Santiago, está presente en este 8M también y tiene, como unos de sus principales protagonistas, a las estudiantes de colegios secundarios. Porque fueron ellas, y también ellos, quienes se animaron a tomar la iniciativa de saltar los torniquetes de una sociedad formada por varias generaciones que tuvieron que crecer silenciosa y temerosamente bajo regímenes políticos violentos y autoritarios que gobernaron a Chile durante décadas. “No era silencio, era rabia”, se puede leer en una de las tantas paredes rayadas que hay por todo Santiago desde que empezó el estallido, y ese resumen podría ser tal vez la conclusión más convincente.
“Nuestras mamás y nuestros papás venían con mucho miedo de la dictadura, y también las generaciones anteriores como la de mi abuela, que quizás se empezaron a movilizar en su juventud, pero como después llegó toda esta doctrina tuvieron que callarse. Son generaciones que hoy tienen mucho miedo de salir a la calle, de poder expresar su opinion y de decir las cosas que quieren que pasen en el lugar donde viven. Por eso nosotras también hoy lo estamos haciendo por ellas y por ellos, estamos saliendo a la calle para exigir una vida más digna para todes”, explica Isidora Godoy, 16 años, una de las vocera de la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios) en una de las esquinas cercanas a la Alameda, mientras espera a las compañeras que aún tienen que llegar al punto de encuentro para marchar todas juntas en el 8M.
Abortar el sistema patriarcal
A una cuadra del grupo de Isidora, sobre la Alameda, muchas mujeres y feminidades de todas las edades ya están movilizadas. Un fuego artificial sube hasta el cielo y pareciera explotar cerca del furioso sol de mediodía que hace rato viene quemando todos los cuerpos que marchan y que ahora festejan el estallido junto con las luces visibles que se expanden. “Agua, agua”, se escucha cantar más allá también mientras el calor parece no querer dar tregua, y el festejo se vuelve a repetir cuando desde los balcones de los edificios de la avenida, los varones que se quedaron en sus casas cumpliendo la consigna de esta marcha separatista, responden al pedido tirando baldazos de agua fría para refrescarlas.
Catalina es amiga de Isidora, tiene 18 años, glifter en los ojos, un pañuelo violeta- feminista atado al cuello y -nos cuenta- el tatuaje de una poderosa diosa griega en uno de sus brazos: “Este 8M también es diferente, porque en años anteriores habíamos marchado con compañeros, pero desde el 18 de octubre, y desde que el colectivo ‘Las Tesis’ creó una performance donde se visibiliza las distintas violencias de género, empezaron a salir miles de relatos que estaban guardados debajo de las camas, debajo de las sillas de los colegios, y empezamos a hablar en todos lados de las violencias que vivimos las generaciones más jóvenes. Esta vez elegimos marchar así, como bloque separatista, pero con la idea de que los cabros tampoco estén ahora en la casa acostados sin hacer nada, sino que cuiden a les niñes, si es que tienen, y también se cuestionen sus micromachismos para enseñarles eso mismo a les niñes mientras crecen, y el día de mañana también puedan cuestionar los roles de género de la sociedad en la que vivimos”.
Después de que llegan al punto de encuentro las compañeras que faltaban, el grupo de casi veinte muchachas ya está completo y todas comienzan a caminar hacia la marcha. Cuando aún no hicieron más de diez pasos, una de ellas empieza un canto y al instante se suman todas las demás: “Y cómo, y cómo es la huevá/ nos matan y nos violan y nadie hace na”. Y unos segundos después, otra de ellas propone: “En este sistema te matan por ser mujer/ a la institución burguesa queremos ver arder“.
Algunas mujeres que pasan por ahí también se suman al coro, y cuando se hace un mínimo silencio, cantan: “Qué muera Piñera/ y no mi compañera”; “No es no/ ¿Qué parte no entendiste, la N o la O?”; “Aborto sí/ Aborto no/ Eso lo decido yo”. De repente, un grupo de carabineras aparece caminando relativamente cerca de ellas, y entonces las voces de todas parecieran querer salirse de la garganta para entonar un canto único: “La paca/ la paca no es sorora/ la paca es asesina, enemiga y opresora”.
Al llegar a la caravana de gente, resulta asombroso como la Alameda y sus alrededores en menos de dos horas se convirtieron en filas y filas interminables de mujeres y feminidades que caminan a pasos lentos, lentísimos, mientras cantan, sostienen carteles con consignas feministas, se abrazan y bailan al ritmo de alguna batucada. La emoción aparece de golpe en varias de ellas como si la fuerza y la esperanza que transmite esa imagen potente se inyectara directamente en las venas y recorriera todo el cuerpo.
Amparo, 17 años, vive en la comuna de Ñuñoa y estudia en el colegio Manuel de Salas: “Siento mucha emoción por ser parte de todo esto. Estoy completamente segura junto a mis compañeras, junto a cabras que no conozco, que no vi en toda mi vida, pero sé que me van a defender a muerte pase lo que pase, y esta es la misma sensación que tuve cuando fue el estallido social: esto es amor puro”.
Feminismo transversal
“A partir del 18 de octubre se empezó a visibilizar mucho más la violencia machista y, a la vez, parte del estallido también pasó porque, a partir del feminismo, empezamos a sacar la voz y a hacernos más cargo de nuestros cuerpos y nuestros deseos”, comenta Catalina mientras camina sonriente entre la multitud, y agrega: “Entonces ya no era solo la AFP, sino la AFP para la abuelita, o la vivienda para las mujeres que viven en las poblaciones más pobres y que constantemente cumplen un rol reproductivo y cuidan a les niñes, y lo mismo pasó con los reclamos en salud y en educación”.
Fueron les jóvenes quienes empezaron con la revuelta social saltando los torniquetes por el aumento del metro, y por eso mismo fueron ellas y ellos quienes se convirtieron en personas peligrosas tanto para el Estado como para Carabineros. Esto ha sido así a tal nivel que Valentina Miranda, 19 años, ex vocera nacional de la Confederación Nacional de Estudiantes Secundarios, Cones, fue una de las tantas estudiantes perseguidas, hostigadas y detenidas por Carabineros a partir del 18 de octubre: “En medio de las movilizaciones, viví tres hechos consecutivos de violencia en una semana: el viernes (18) en Plaza Egaña me llegó una lacrimógena en el hombro izquierdo; el día sábado me llegó un perdigón en la nuca en otra manifestación; y el martes, mientras estábamos en un caceroleo, Carabineros entró al edificio donde me estaba quedando, nos agarró del pelo, nos golpeó, nos hizo caer por una escalera y, cuando llegamos afuera, me tiraron gas pimienta en la cara. Harta gente vio lo que nos hacían. Vecinos de los mismos departamentos. Me acuerdo que un paco le gritaba a otro: ‘Agarra a la pendeja, hay que sacar a la pendeja’. Relata Valentina en Proyecto A.M.A, el Archivo de Memoria Audiovisual que reúne testimonios del octubre rojo chileno.
Desde los días que siguieron al estallido social, hay más de 115 estudiantes secundarios que están retenidos en el SENAME (Servicio Nacional de Menores) y otros tantos presos y presas políticas que están privados de su libertad. Ante este contexto adverso, Isidora se planta: “Tenemos que seguir en las calles, movilizándonos y organizándonos en asambleas barriales como lo venimos haciendo desde el 18 de octubre y hasta que logremos que las injusticias por fin se terminen”.
¿Alcanza con el llamado a plebiscito y la posible reforma de la Constitución? Para Catalina ese es un tema complejo, porque ahí intervienen los políticos, y hoy el pueblo chileno se siente profundamente traicionado por toda la clase dirigente: “El 12 de noviembre pasado se firmó un tratado de paz a espaldas del pueblo. Fue una cocina política, porque la gente no quería paz, porque la verdad es que en Chile nunca estuvimos en paz, solamente estábamos callados porque teníamos una rabia acumulada durante años. Y la Constitución no viene a cambiar nada, no reivindica las demandas inmediatas que necesitamos, no nos viene a dar casas, ni a destruir el patriarcado, ni a darle mejores AFP a nuestros abuelos y abuelas, pero igualmente yo creo que tenemos que votar para poder derrocar esta Constitución que fue creada en dictadura. No creo que haya que llamar a rechazar la Constitución, pero tampoco estoy de acuerdo con que Piñera sea quien la firme, porque él es un asesino, un torturador de personas, y también alguien que violó sistemáticamente todos los derechos humanos”.
La sororidad es la respuesta
Mientras la marcha avanza por toda la Alameda y se suman más manifestantes, también empieza a circular el posible número de la convocatoria: algunas hablan de más de un millón; otras, se animan a dos. Lo que seguro ninguna cree es la baja cifra que arroja Carabineros por las redes sociales para que, como ya es costumbre, hacer lo posible por desestimar los movimientos sociales.
Muchas más jóvenes también se van sumando a la marcha. Algunas se acercaron con sus amigas y otras vinieron con sus familiares. Magdalena, 17 años va al colegio Barrie Montessori, en Peñalolén. Vino con sus amigas y juntas hicieron un cartel con un dibujo muy bonito y colorido que dice: “Pelea como zorra”: “Estamos marchando hoy porque además de todas las injusticias que hemos sufrido por ser mujeres en este país y en el mundo en general, desde el estallido social acá en Chile se han cometido injusticias contra las mujeres, como los abusos y violaciones por parte de carabineros. Por eso es muy importante que al final estamos aquí y ahora más fuertes y más unidas que nunca para de una vez terminar con todo esto que nos hace tan mal”.
Julieta escucha con atención lo que dice su amiga, y cuando la conversación cambia hacia la educación sexual y los cambios en las nuevas generaciones, comenta: “Estamos rompiendo todos los estereotipos que nos ha generado el colegio, porque nos dimos cuenta de que tenemos una educación sexual muy mala. Por eso ahora estamos dándole mucha más importancia a la comunicación entre nosotras y entre nuestros afectos, y estamos aprendiendo a vivir nuestra sexualidad como nos da ganas para poder quitarnos todos los prejuicios de encima”.
Amanda, 17, va al Instituto Alonso de Ercilia, lleva un cartel en alto que dice “Unidas por la igualdad” y vino a la marcha con su mamá y una amiga: “El feminismo es algo que nos une a todas, es una lucha de todas por un mundo más igualitario y menos injusto y violento. En este 8M estamos viviendo otro contexto social, pero igual esperamos que sea tranquilo y que no haya violencia”.
Violencia de Estado
El deseo de Amanda es sin duda el de muchas, pero aparentemente eso no pareciera ser algo que pueda suceder, al menos en lo inmediato, en este Santiago revolucionado. Y no solo porque lo que se está conmemorando en las calles, hoy ganadas notablemente por las mujeres y feminidades, no es bajo ningún sentido una fiesta sino una rebelión, sino también porque desde el pasado 18 de octubre, el centro, las comunas aledañas, y también las comunas más populares de la ciudad más grande de Chile están convulsionadas: arden fuegos improvisados a modo de protesta en cualquier esquina, en los días y en las noches, como ardieron también los ojos, la nariz y los cuerpos de todas las personas que el viernes pasado se autoconvocaron una vez más en la Plaza Dignidad para seguir demostrando que en Chile el estallido social está más vivo que nunca, aunque a cambio los carabineros les hayan devuelto gases lacrimógenos y balas de goma a mansalva.
Por eso el 8M es difícil que sea la excepción, y sobre el final de la marcha la violencia estatal vuelve a surgir y a recrudecerse en varios puntos de la movilización, como por ejemplo cuando las primeras manifestantes quieren llegar al metro “Los héroes” (el lugar pautado para terminar la marcha) pero no pueden hacerlo porque una fila interminable de carabineras las estaban esperando con la excusa de que no tienen permiso, y les impiden el paso violentamente, sin importar la presencia de niñas, de ancianas, ni de nadie.
Aproximadamente a la altura del metro Santa Lucía, empiezan a sentirse los primeros gases lacrimógenos. Algunas mujeres dan la vuelta y comienzan a caminar hacia el lado contrario. La represión se sigue extendiendo por varias cuadras de la Alameda, generando caos y desconcierto en un día histórico que, a pesar de todo, las estudiantes secundarias lo supieron hacer propio.
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