Amor a la Poesía

Amor a la Poesía

Por: Rodrigo Karmy Bolton | 01.03.2020
El discurso planteado por el gobierno como una “solución”, en realidad es el problema. Porque la paradoja ínsita a su operación es que sólo puede resguardar el orden público si se lo transgrede radicalmente, sólo puede conservar las leyes si las lleva al extremo de su propia excepción, sólo puede conservar el régimen en virtud de la producción de un conjunto de “ilegalismos” ejecutados arbitrariamente por una policía que actúa cada vez más como fuerza paramilitar.

“Aquí cae mi pueblo. A esta olla podrida de la fosa /común. Aquí el salitre el rostro de mi pueblo. /Aquí el carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo, /que tenían cien hijos, y nunca abortaban como las meretrices / de los salones refinados en que se compra la belleza.

 Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían / todos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos. Mi madre duerme aquí, besada por mi padre. / Aquí duerme el origen de nuestra dignidad: / lo real, lo concreto, la libertad y la justicia.”

Gonzalo Rojas, La Miseria del Hombre

Armando Uribe Arce alguna vez planteó que Pinochet odiaba la poesía. Si acaso por poesía habría que entender la experiencia de composibilidad rítmica, valdría preguntar: ¿el odio ha sido heredado a sus hijos? De hecho, ante el “salto inventivo”[1] del acontecimiento en curso, sus hijos no han hecho más que aterrarse frente al advenimiento popular. Pero ellos, trabajan bajo un antiguo clivaje colonial: “paz-violencia” que reproduce míticamente el de “civilización-barbarie” desmontado tantas veces otrora por la crítica al orientalismo desarrollada por Edward Said.

El propio Piñera, siguiendo la estela del acuerdo parlamentario del 15 de noviembre del año 2019, recientemente ha anunciado lo que podría ser la senda de esa “segunda transición” que siempre ha soñado: llamar a un acuerdo nacional por la paz y contra la violencia. El problema es que dicho clivaje discursivo, que aparenta haber cambiado sustantivamente desde el 18 de octubre, tan sólo profundiza el desvarío y consolida el armatoste de la guerra contra su pueblo: “Aquí cae mi pueblo” –dice Rojas. Plantearse desde este clivaje actualiza el esquema “amigo-enemigo” que tiene por efecto el purificar la potencia común transformándola en una comunidad inmunizada, exenta de mezcla y donde se incluye a algunos calificándolos de “amigos” y se excluye a otros caracterizados como “enemigos” reproduciendo fácticamente el esquema de la guerra mientras se declara la “pastoral” vocación de paz. Sabemos dónde terminaron los pastores, sabemos que ellos no fueron quienes salvaban de la violencia, sino quienes introducían a ella.

En ese sentido, el discurso planteado por el gobierno como una “solución”, en realidad es el problema. Porque la paradoja ínsita a su operación es que sólo puede resguardar el orden público si se lo transgrede radicalmente, sólo puede conservar las leyes si las lleva al extremo de su propia excepción, sólo puede conservar el régimen en virtud de la producción de un conjunto de “ilegalismos” ejecutados arbitrariamente por una policía que actúa cada vez más como fuerza paramilitar. Esta paradoja condensa el núcleo del problema: el orden en que vivimos no es otra cosa que la reproducción incondicionada de la violencia golpista de 1973 en y como transición. Por eso, decía el propio Uribe- Pinochet no es un “quien” sino un “qué” cuya violencia desmaterializada en la forma de un fantasme (una imagen traumática que petrifica la imaginación en un guión determinado) condiciona a aquellos que definitivamente odian la poesía y que secreta o manifiestamente aman a Pinochet (como el cuerpo institucional del actual Pacto Oligárquico). La poesía, ese ritmo de toda vida que compareció monstruosamente desde el 18 de Octubre, ha hecho saltar en pedazos el fantasme del pinochetismo.

La Constitución Política actualmente vigente, odia la poesía. Por eso, el ritmo destituyente de la revuelta de Octubre no destruye nada, pero profana todo. Profana al fantasme y lo despetrifica. Confundir destitución (que profana y abre posibilidades) con destrucción (que sacrifica y mata) es el equívoco imposible de enmendar por parte de los hijos de Pinochet, de aquellos que odian la poesía. Ellos destruyeron, masacraron e instalaron el orden sacrificial bajo la nueva razón mercantil, mientras se erigen en supuestos defensores de la paz. En este sentido, la irrupción popular ha devenido un gesto democrático tan decisivo que en él residen las posibilidades de una Nueva Constitución, en la que se cristalice lo que el poema de Rojas llama “el origen de nuestra dignidad: lo real, lo concreto, la libertad y la justicia”.

[1] Cristóbal Durán ¿Con qué conecta un salto? Ensayo de experimentación En: Cristóbal Balbontín /Ricardo Salas (comps.) Evadir. La filosofía piensa la revuelta de octubre 2019 Ed. Libros del Amanecer, Santiago de Chile, 2020.