Salvaje Capucha: “Nuestra performance es como una catarsis de descarga colectiva, con la gente saltando, gritando y pifeando a los pacos”

Salvaje Capucha: “Nuestra performance es como una catarsis de descarga colectiva, con la gente saltando, gritando y pifeando a los pacos”

Por: César Tudela | 21.02.2020
No hay duda que el arte se ha encontrado en la calle desde el estallido social. Es así como los intérpretes de 'Los pacos son bastardos, Arauko Rock, unieron fuerzas con el colectivo Salvaje Capucha, seis bailarinas que provienen del mundo de la danza kandyan y contemporánea pero que decidieron encapucharse y hacer performances bajo el influjo musical de los Rage Against the Machine. En pleno, las Salvaje Capucha conversaron con Babel sobre qué las impulsó a formarse, la creación de sus performances, sobre el rol del arte en la protesta y, cómo no, sobre cómo se ha situado el feminismo en la movilización social

La danza Kandyan es uno de los lenguajes más antiguos de la isla de Sri Lanka. No solo es corporal, sino también musical, espiritual y ceremonial, que busca y pulsa la sanación colectiva. Lucía es fundadora y maestra de Kandyan Berenetum, una academia donde se enseña esta danza. Como todos, desde el estallido social tomó una posición: “sentí  ganas de salir a rockear a la calle con capucha y la música de los Rage Against the Machine (RATM) que me encantan”, nos comenta esta profesora que no se quedó solo en la idea. Los tiempos están para llevarlas a cabo.

Así fue como le propuso a las bailarinas del curso de baile que tenía en ese momento formar un colectivo femenino y artístico de performance callejera que mezcla los movimientos fluidos y certeros de la danza (aunque desligado de la línea tradicional, “no se puede bailar ni con zapatos y lo vamos hacer con capuchas”) con una ética de choque, resistencia, subversión y rabia que se alimenta del contexto desigualdad chileno y las letras del cuarteto californiano impulsados por la voz comandante de Zack de la Rocha. “Los empecé a escuchar más y a crear en mi mente una performance con mujeres encapuchadas y furiosas en la calle. Se lo propuse al grupo y enganchamos las que estamos ahora –Paula, Constanza, Cata, Pola– y le extendimos la invitación a la Tati y a la Luna que son bailarinas. Ahí se empezó a armar esto y de a poco empezamos a ponerle más cuerpo sobre cuál era el sentido de salir para nosotras. Ahí se inició todo”, cuenta Lucía mientras se prepara junto a las otras chicas en los pastos de la plaza de la Villa Olímpica para una nueva presentación.

[caption id="attachment_345007" align="aligncenter" width="1024"] César Tudela[/caption]

– ¿Qué las motivó a formar este colectivo?
– Cuando empezó el estallido, todas sentimos como esa necesidad de salir a manifestarse a la calle y apoyar totalmente el movimiento. De hecho, con las chicas de kandyan salimos a bailar un par de veces, la Tati también tenía otra intervención que hacía desde otra línea y la Cata también, con la Comparsa del Pueblo.

– Al principio, ¿cómo se organizaron con el tema de la música?
– Desde el inicio sumamos al Freddy, que es chinchinero y fanático de los Rage. Esa fue recomendación de una amiga que nos dijo que él también pelaba el cable con sacar temas de los Rage y llevarlos a la calle y sacar temas. Así que del día uno nos juntamos con él a sacar los temas.

– ¿Y a todas les gusta RATM?
– Sí, o sea, cada una tiene su onda, pero igual confluimos en algunas cosas. En kandyan somos más de 30, pero las que se motivaron con la idea no fuimos tantas y otras se bajaron entre medio. Entonces, el amor por los Rage es una cosa aparte, pero que nos une.

– Junto al sentimiento de rabia contra la máquina, ¿no?
– Claro, y también tiene que ver con otras cosas con las cuales nos identificamos. De hecho, lo de “salvaje” va con esta cosa como quiltra, de mezcla, de muchas razas. Porque mucha gente después nos decía: “oye, pero los Rage son gringos”, y está bien, pero en el fondo el sentido es otro. Nosotros estamos tomando esa energía, esa rabia que tienen.

– Es una inspiración finalmente.
– Claro. La idea es que también se vaya mezclando. Tenemos la idea de hacer cosas mapuches, otras más tribales, como distintas ideas que han ido surgiendo pero muy desde ese instinto salvaje de manifestarse. Nosotras salimos a darlo todo, y conectamos con la sensación de la gente y con todo lo una sabe que está pasando. De toda la gente mutilada, la violencia, la injusticia… todo eso sale en ese momento en que estamos bailando.

– ¿Al inicio iban a salir a la calle solo con el chinchín?
– Originalmente, la idea era convocar a distintos músicos. Hicimos varios llamados por redes sociales, onda: “necesitamos músicos para tocar música de los Rage en la calle”, y pasó como un mes, donde nosotras ya estábamos ensayando cuando de repente vemos la performance de los Arauko con ‘Los pacos son bastardos’ y nos dijimos “¿qué onda esta hueá? ¡Salieron antes que nosotras pudiéramos salir!”, porque era el mismo tema –‘Killing in the name’– con el que ya habíamos hecho la coreografía, con el chin-chin y una letra de nosotras.

Estamos en la calle
Pa’ que nadie nos calle

¡Púdrete Piñera!
Y nos arrancan los ojos
Y nos arrancan los ojos
Y nos están matando
Y nos están violando

 ¡Dignidad! ¡Justicia!
¡Basta ya de impunidad!

– ¿Ahí decidieron contactarse con ellos?
– Claro, porque a nosotras solo nos faltaban los músicos y fue como ya, los buscamos (y los sicopateamos, risas) por redes sociales y les preguntamos si querían salir con nosotras. Los chiquillos accedieron altiro, les tincó caleta. Nos juntamos un día y les mostramos lo que teníamos y así empezamos.

– Amor a primera vista
– ¡Sí!

 La verdad está en la calle

– Desde que empezaron a salir, ¿sintieron miedo con todo lo que pasaba en la calle, sobre toda con el tema de la represión policial?
–La primera performance iba a ser al lado de la Primera Línea y claro, en un principio sentimos miedo porque nunca habíamos estado tan cerca de donde los pacos reprimen fuerte, pero después cuando salimos a la calle sentíamos que entre todos nosotros nos cuidábamos caleta y la misma gente también se cuida entre ellas. De la primera intervención que hicimos ahí se nos quitó todo el temor y fue muy emocionante también sentir ese apañe colectivo que hay en ese lugar. Así que ¡vamos por más! (risas).

– Con todo sino pa’ qué…
– Sentimos también que pasa algo súper fuerte con el rock, que está como enojado y el sello que tiene nuestra manifestación que proviene de la indignación. Entonces, eso hace que una agarre esa fuerza y gritar, y la gente conecta con eso. Es como una catarsis de descarga colectiva, con la gente saltando, gritando, pifeando a los pacos, se genera algo que sentimos es catártico y necesario que salga, que se drene toda esa energía de impotencia, de rabia, de enojo por la injusticia, ¿cachai? Es más que salir como en la onda de carnaval, es desde la indignación, y por eso creemos se conecta altiro con la gente.

– Luego de las primeras veces que realizaron la performance, ¿cómo quedaron?
– En las primeras salidas quedamos como flotando, era demasiada energía hermosa y fuerte. Pero quedábamos con ganas de seguir hasta el infinito. Hay que destacar también la gente que recibe esto, porque de verdad hay amor en los lugares donde hay mucha represión. Mucha gente que apaña, que te da una botella de agua, eso es lo más emocionante de estar en la calle. La primera vez que salimos, una señora se nos acercó, nos dio las gracias y nos dijo “yo tengo mucho miedo, pero les agradezco por mi hija”. No supimos bien a qué se refería. A veces uno hace algo con una intención y puede tener significados distintos para las personas que lo reciben.

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 – ¿Se ha acercado gente que quiera participar luego de verlas y de la viralización de los videos?
– Si po’, de hecho ahora queremos hacer una convocatoria más abierta para la gente que se quiera unir a la música o a la danza y ser un grupo más grande: la Comparsa Salvaje.

– ¿Cuál es su idea de hacer una performance contracultural usando el cuerpo?
– Primero, nuestra performance se fue fusionando con el lenguaje del cuerpo que cada una traía. El cuerpo es el primer territorio que sentimos es agredido hacia las mujeres sobre todo. Entonces, hay muchas cosas que sanar y que tienen que tener una salida desde el cuerpo femenino. De hecho, cuando encontramos el nombre Salvaje Capucha tiene que ver con eso, como con ese instinto animal que está en los seres y que en las mujeres necesita ser expresado libremente sin miramientos. De hecho, hablamos sobre un comentario en un video que decía “oye, bailan como monos”, y daban ganas de decirle “¡sí po!”, porque eso somos, animales. Creen que tenemos que ser súper bailarinas con técnica y perfección y no es eso. No es un show, es un grito de protesta.

–  A pesar que igualmente tienen esa escuela.
– Algunas de nosotras venimos de la danza contemporánea, del medio profesional con performances más conceptuales, pero esto nos hizo mucho sentido y nos congrega más sin siquiera habernos conocido de antes, pero altiro se sintió el cariño porque en eso estamos las mujeres. Eso es nuestro power ahora: querer estar juntas y sumar para que nuestro grito se haga más grande y llegue como una ola, ¿cachai? Y este grupo, por lo menos, tiene una fuerza que es distinto al del sistema patriarcal, que viene de aquí, de nuestro vientre y se conecta con la tierra.

Que todo el territorio se vuelva feminista

– ¿Han sentido cuestionamientos por lo que han estado haciendo?
– Hay tantos estereotipos que pareciera ser que hasta las mujeres debiéramos manifestarnos solo de ciertas formas, y cuando rompemos esas formas de manifestación, se alzan algunas voces. El de “parecen monos” o todo ese tipo de comentarios tienen que ver con que no estamos cumpliendo con lo esperado, pero justamente la idea de Salvaje Capucha es eso, representarnos a nosotras como colectivo con lo que sentimos y quienes se quieran sumar a eso. Pero también hay que ir experimentando en esto, en nuevas formas de manifestación para que seamos escuchadas.

– Esa idea se conecta con lo que hicieron Lastesis, en un momento súper necesario, cuando el movimiento ciudadano mostraba síntomas de cansancio. Ahí llegan otra vez las mujeres a salvar la situación y le dan una fuerza increíble a la protesta social plasmando el tono feminista al estallido, que era algo que se percibía en la calle pero que ellas lo hicieron masivo. ¿En qué estaban en ese momento? ¿Cómo sintieron este acto?
– Estábamos creando y ensayando. Y cuando las vimos, ¡fue emocionante! O sea, fue como un ¡vamos mujeres con todo! Lastesis nos regalaron esa hermosa y subversiva performance, y marcan el hito que abre el camino para la liberación de muchas cosas que van a venir y vamos a crear las mujeres. En el fondo, la nueva era que se viene tiene que ver no con imponer, sino que convivir de otra forma la experiencia humana, del estar todos juntos, de conectarnos con la naturaleza y con todo lo que nos rodea de otra forma. Lastesis permitieron que se abriera ese camino de exploración, porque las mujeres también estamos en un camino de autoconocimiento de la propia femeneidad que ha sido pisoteada por siglos por el patriarcado, entonces hay una reconexión con lo femenino que no había podido darse a nivel histórico. Sí, hay un camino muy largo por recorrer, esto es solo el inicio del cambio hacia algo más verdadero, profundo y más consiente con todo lo que nos rodea, porque el humano siempre quiere estar por sobre los animales, por sobre lo material y no po’, estamos en un mismo plano todos compartiendo.

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– También hay una lectura muy potente en estas manifestaciones sobre cómo el arte y la cultura se instaló en la calle.
– Claro, sin duda. Y creemos que tiene que ver con el siguiente factor: en general, las funciones artísticas se hacen sobre un escenario, arriba, pro sobre la gente que está admirando lo que haces, pero en la calle no pasa eso, estás ahí en el mismo nivel, cantándole y bailando con la gente, mirándola a los ojos, conectándote y eso ya rompe la separación que mencionas, porque ahora sentimos hay una cosa horizontal, que se da solo en ese espacio. El estar ahí con la gente, en su mismo nivel, manifestándose. Ahí el arte y la manifestación dejan de ser una cosa tan elitista. Es un momento único para hacer arte en la calle.

– Antes del 18-O, este tipo de performances urbanas se sentían como lejanas al pueblo.
– Eso que tiene que ver con este contexto que es único y que es en la calle, ahí está el sentido. Y no solo de los que entregan y crean sino también de los que reciben, son igual de importantes. La gente que arma el ruedo y que te devuelven una energía maravillosa. Existe mucha gratitud. Es difícil que la gente entienda que dediques tu tiempo a crear arte sabiendo de las violaciones a los Derechos Humanos, sabiendo el dolor de las familias con personas que han sido heridas, violadas, torturadas y asesinadas .Nosotras tenemos mucha consciencia con eso, sabemos lo que pasa, pero también tiene que ver con algo femenino muy potente, con la capacidad creadora.

– ¿Cómo así?
– Nosotras necesitamos crear y expresar, y frente a eso no podemos quedarnos en la casa llorando porque esto te está pasando por encima. Si te vas para adentro, te vas a la chucha, te deprimes y sigue todo el otro ciclo de enfermedades que te mandan a la inacción. De alguna forma, hay que transmutar esa energía, la rabia, el enojo y todas las emociones, tratar de encausarlas y buscar una forma que te haga sentido para expresarla. Salvaje Capucha, en estos momentos, también es eso, es una puerta para la expresión de emociones. Las ganas de expresar felicidad y de pensar “tengo suerte de tener mis dos ojos aún o que puedo caminar”, con lo fuerte que es y consciente de los compañeros que no pueden hacerlo.

– ¿Por eso, creen, que en las redes se pueden leer varios comentarios de agradecimiento?
– Sí. Y es como lo de Lastesis, cuando vimos eso y algunas hicimos la performance se sentía pura gratitud. Hacer eso, esa letra, esa acción política máxima y una empatía hacia las mujeres en todos los territorios. Que todas en muchos países hicieron y con el mismo sentimiento… es maravilloso.

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Sentimiento capucha

 – ¿Qué creen que han conseguido ustedes con sus intervenciones?
– Lo que más rescato es la interacción con la gente. Que nos cuiden, es un apañe sincero. Nos motiva mucho estar en la calle y ver como los cabros están rompiendo lo que nos separa como sociedad, lo que nos divide ahí en la Plaza de la Dignidad. No nos violenta que saqueen un supermercado o una farmacia, nos violenta cuando reprimen, que tengamos miedo de salir, que tengamos toque de queda en esta seudo democracia, eso si que violenta.

– Ese sentimiento de compañerismo, de empatía, antes del estallido, ¿lo percibían?
– En general en los círculos artísticos hay una sensibilidad, pero claramente desde ese día hubo un despertar… desde el 18 de octubre todos conversábamos en la calle, nos empezamos a ayudar. La gente anda en esa frecuencia. Estábamos atrapados odiando al vecino y ahora no.

[caption id="attachment_345006" align="aligncenter" width="714"] César Tudela[/caption]

También en el arte se ha cambiado la percepción de competencia. Hoy todos los artistas de distintas artes se encuentran en la calle.
– Nosotras no queremos ser mejor que nadie, en el fondo todo es parte de la protesta y suma en el contexto de decir no vamos a soltar la calle hasta que esto cambie. Las performances son algo que puede ayudarnos a mantener la presencia en las calles y a decir “saben qué, esto no va a parar hasta que de verdad cambiemos algo en el sistema”. Es una forma que podemos sostener la lucha, porque estar tirando piedras todos los días porque agota y la represión cada vez es más fuerte. Eso no puede seguir porque los compañeros están exponiendo sus vidas y no queremos que siga ocurriendo.

Apaga la tele
Acabemos con el show
La verdad está en la calle
Las paredes tienen voz

– También ha habido un cambio de paradigma hacia la figura del encapuchado, la Primera Línea y, en general, a todos quienes nos manifestamos. ¿Ustedes por qué eligieron la estética de la capucha?
– Los capuchas antes eran criminalizados por todos los movimientos sociales. En marchas anteriores la gente los separaba. Decían: “queremos estar lejos de ellos”, “no nos mezclen con los capuchas” y esas cosas, y ahora son los máximos. Nos dimos cuenta al fin cual era su rol en la manifestación social. Nos dimos cuenta que con las marchas en silencio y no sacamos nada, nos pasan máquina como quieren. Pasó con todas las de los universitarios, con las del movimiento No+AFP también y aunque congreguemos  a muchas personas, decían “si está bien” y no pasa nada. Entonces, el hecho de usar capucha es esa reivindicación.