Cómplice del horror: la fotografía en el último filme de Theo Court
En Cuba Theo Court hizo El espino (ficción, 2004); Sendero, un mediometraje de animación; y filmó su primer largometraje El ocaso el 2010. Este último fue apoyado por el Fondo Hubert Bals del festival IFFR, y muestra a un mayordomo que trata de mantener la imagen señorial de una mansión en deterioro para su anciano patrón. Su última película, Blanco en blanco, se presentó también en el festival IFFR a sala llena y con una cálida acogida del público. La trama podría resumirse así: A comienzos del siglo XX, un fotógrafo (Alfredo Castro) es contratado para tomar fotos de la novia y del casamiento de Porter, un rico hacendado en la Patagonia. Tras una espera indefinida, el fotógrafo termina a la deriva sin poder irse y obligado a involucrarse en las tareas de los rancheros que incluyen la caza de selknam y a tomar parte en la recolección de orejas que eran pagadas por el capataz, interpretado por Alejandro Goic.
En septiembre la cinta obtuvo el premio al mejor director en la sección Horizontes del 79 festival de Venecia, además del premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine en el mismo festival. Esto es lo que conversamos con el director.
-Una primera aclaración: ¿eres chileno o español?
-La verdad que en estos dos últimos años he estado viviendo más en España, pero anteriormente he estado anclado más en Chile. Estoy entre los dos, pero con Chile tengo un arraigo familiar y emocional muy fuerte que siempre me hace regresar. Mi padre se fue a España poco después del golpe; es un artista visual que siguió desarrollando su trabajo allí. Yo nací en Ibiza, y al año nos trasladamos a vivir a Madrid, donde me crié hasta los 16 años, luego regresamos con mi familia a Chile. Después del colegio, estudié fotografía en Madrid para luego regresar a Chile y estudiar cine en ARCIS por dos años, posteriormente terminé mis estudios de dirección en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba donde hice varios cortometrajes.
Como te decía, alterno entre Chile y España, pero mi imaginario pertenece más a Chile, considero que mis intereses creativos se pueden plasmar mucho mejor aquí, tanto por su entorno geográfico y sus habitantes, como por sus transformaciones sociales y espaciales. Es un territorio en transformación. Hay algo aquí en Chile que siempre se está modificando, alterando. Cosa que no me ocurre en países más establecidos.
-En buena parte de la película, la imagen es difusa o muy oscura o borrosa. Esta textura la conseguiste con medios digitales, ¿cuál fue su motivación?
-No hubo mayor manipulación digital, salvo correcciones técnicas o ajustes de intensidad, pero es básicamente lo que la cámara captó en las condiciones de luz que escogimos. Quería esa textura borrosa, imprecisa, sucia por momentos, que se refiere a algo escondido, a lo que subyace.
-Todo empezó con fotos que encontraste de la época en Patagonia. ¿Pudiste ver esas fotos directamente?
-No, sólo en libros y documentos. Me topé con este personaje, Julius Popper, que aparece con sus empleados en fotos, posando en las matanzas de selknam, de ahí encontré un símil con el cine, ya que estas imágenes eran escenificadas luego de que los actos ya habían sido perpetrados, me interesaba la manipulación de los discursos, y cómo se perpetúa la aparente verdad a través de la mentira. Esto, mezclado con las fotos de Alice, niña que inspiró a Lewis Carrol en Alicia en el país de las maravillas fueron fuentes de la historia.
Mr. Porter, personaje que se nombra en el filme, no es un personaje real, es todo ficción, no me interesaba hacer una película historicista, quería ocupar un contexto histórico para plantear elementos que subyacen en el presente a través del pasado. Las fotos son anónimas, simplemente quise dar cuerpo a ese presunto fotógrafo, Pedro, el personaje principal que pertenece a la ficción. Contar cómo un hombre se ve arrastrado hacia la masacre de los selknam, y a través de su mirada es cómplice del horror.
-Para mí no queda claro porqué él, primero horrorizado por los crímenes, finalmente se hace cómplice.
-Hay un cierta ambigüedad en el personaje, es una especie de gelatina moral, para sobrevivir debe participar del sistema establecido, esto lo lleva a obedecer la orden de Mr. Porter, quien le pide seguir a los mercenarios y fotografiar sus labores. Lo que me interesaba era su posición ante el horror, y su posición es la de alguien que se escuda con la mirada ante el crimen, es más, pretende embellecerlo, estetizarlo, para no ver el real acto de los acontecimientos. Algo que a mi modo de ver ocurre en muchas imágenes a las que hoy estamos expuestos y consumimos, toda imagen esconde una sombra. De esa sombra es de lo que quería hablar.
-En los créditos veo organismos y productores de muchos lugares, incluso islas Canarias. ¿Puedes contar algo del trayecto del proyecto?
-El proyecto ha llevado varios años en su desarrollo, incluyendo un apoyo del fondo Hubert Bals del festival Rotterdam para desarrollar el guión en Chile y Canarias. Obtuve aportes de CORFO, el Ministerio de las Artes chileno y fondos españoles. Como también fondos internacionales como el World Cinema Fund, Media Europa y Eurimages. La película se grabó entre el inhóspito invierno de Tierra del Fuego y Tenerife, en las Islas Canarias, donde se grabaron algunos interiores y la escena final, concretamente en el volcán el Teide.
Hay una gran participación Canaria y española. El productor ejecutivo y director de fotografía, José Alayón, es canario. Su productora El Viaje Films fue impulsora de este proyecto, junto con la coproducción chilena de Quijote Films de Giancarlo Nasi.
Samuel Delgado, también canario, trabajó conmigo en la escritura del guión; la música la puso Jonay Armas, compositor canario y el montaje es de Manuel Muñoz Rivas, montajista español.