¡Que la Antropología deje tranquila a la Primera Línea!
Los periodos de crisis sociales son siempre espacios de interés para la Academia y para la Antropología en especial, por encarnar experiencias y procesos en constante transformación. Asimismo, los cambios políticos, sociales, económicos y culturales quieren ser entendidos a través de investigaciones científicas, para adelantarse a las respuestas y entregar explicaciones del porqué se producen.
A pesar de esto, se ha conocido a través de distintos medios de comunicación, sobre la reducción del presupuesto del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el cual invierte un escuálido importe nacional de 0,38% del PIB, en consecuencia, que países de la OCDE invierten un 2,5%. Situación que evidencia el escaso valor que el Estado le otorga al desarrollo de la ciencia y a la búsqueda explicaciones científicas a los cambios naturales y sociales que cada vez impactan con más fuerza.
Por otra parte, las ciencias sociales en específico son un campo de estudio que ha tenido un histórico rol colonial de subalternización hacia los grupos más vulnerables. En Chile, hay una trayectoria de extractivismo científico con el desarrollo de relaciones de tutelaje sobre sujetxs de conocimiento pertenecientes a las clases sociales más pobres y hacia los pueblos originarios en especial (Pavez, 2015).
La actual crisis social en Chile se presenta como una interpelación hacia todos los ámbitos del quehacer humano. Ello se visibiliza con el llamado a: No más PSU, Nueva Constitución, No más AFP, Paridad de género, Sueldos dignos, etc., convirtiéndose en un caldo de cultivo interesante para la antropología, para investigar las causas, sus consecuencias y entregar posibles caminos de salida. Así surgen valiosos aportes de colegas que analizan los repertorios e imaginarios disponibles por las distintas formas que adoptan las movilizaciones.
Sin embargo, en este contexto, se evidencia desde distintos ámbitos, el interés por descubrir y dar conocer quiénes son y quiénes conforman la Primera Línea de los diferentes territorios, con especial énfasis en la ciudad metropolitana de Santiago. Conocer sobre sus orígenes, qué edades tienen, a qué sectores pertenecen, etc. Interés que se inicia, evidentemente en los servicios de inteligencia de Carabineros y continúa en variados sociólogos y antropólogas de diversas y prestigiosas universidades.
Partiendo del hecho indiscutible sobre lo atractivo que resulta conocer acerca de las experiencias y personas detrás de la capucha, mi cuestionamiento e interpelación es que: más cierto resulta entender y cuestionar el rol que tiene la antropología en estos procesos. Partir por preguntarse ¿desde qué lado se está investigando? Porque ese lugar existe (el que crea en una ciencia absolutamente objetiva está escribiendo desde la fantasía).
A partir de ese lugar de enunciación, responder ¿cuánto de esa investigación está aportando a recrear el tutelaje y el extrativismo de conocimiento sin dar nada a cambio, más que la entrega gratuita de información, a los organismos del Estado, sobre cómo opera y se organiza la Primera la Línea?
Por eso, creo que es hora que los espacios y sujetxs en resistencia, cuestionen y no respondan a quienes amablemente les hacemos preguntas con una finalidad científica. Porque, en esta crisis, la ciencia también debe transformarse, dejando de utilizar a quienes encarnan procesos contra-hegemónicos (esto lo digo con un profundo sentido de autocrítica). Porque la gracia de una ciencia consciente es contribuir a develar y/o desmantelar las relaciones de poder existentes, allí donde el sujeto de conocimiento no es pobre, ni indígena, donde el poder se ejerce indiscriminada y cotidianamente.
Por eso lo reitero: ¡Que la Antropología deje tranquila a la Primera Línea!! No es un aporte, en estos momentos (al menos) conocer sobre sus identidades y orgánica.