¿Qué leerá Gustavo Gatica?: la desigualdad de los no videntes en el acceso al libro
Hoy cuando es evidente que un gobierno de derecha ya no se sostiene más y que el modelo económico, con sus características opresivas y precarizadoras, ha quedado al descubierto como un escollo para el desarrollo de una sociedad justa y humana, es necesario recordar que las políticas públicas desde la dictadura y la “democracia” han sido creadas y ejecutadas para el beneficio del neoliberalismo.
El ecosistema editorial no ha estado exento de pensarse con la lógica neoliberal y, como ya hemos despertado, es hora de sepultar esta lógica de las políticas públicas del libro y la lectura. El neoliberalismo ha impuesto un sistema de competencia y de desarrollo privado en el área de la cultura. Así, en el caso del Fondo del Libro se ha creído durante mucho tiempo que fomentando proyectos editoriales y escriturales se atacaba la desigualdad estructural y la precarización económica en el mundo del libro. Así, las políticas públicas en torno al libro se han diseñado para construir más capitalismo, para consolidar ficticiamente una industria editorial en términos económicos, para obtener números azules que serán usados para sostener discursivamente el mito del progreso económico. Todos, en mayor o menor medida, hemos sido cómplices. Basta. Es suficiente. Es hora de repensar la política nacional del libro y la lectura.
No podemos seguir costeando el negocio privado de editores, sean independientes o no, y sus publicaciones. Pagamos dos veces por los libros con logo de Estado que consumimos. Pagamos su edición y producción, y después el precio de venta que estipula la editorial y así cada año la rueda del capitalismo cultural nos hace creer que Chile tiene un ecosistema editorial sano, cuando es un robo legalizado para algunos beneficiados. Llenando el bolsillo cocodrilo de editoriales, no se afectan en nada las desigualdades estructurales y toda política pública debiese eliminarlas directamente. Sin embargo, eso no sucede, por ejemplo: ¿cuál es el porcentaje de edición y de producción de libros para personas no videntes respecto de las videntes? Pues bien, Gustavo Gatica pasó a ser parte de una población estructuralmente discriminada en el mundo del libro: los no videntes. No soy un experto en el tema; sin embargo, quizás habrán notado la ausencia de libros en braille y audiolibros no solo en librerías, sino también en bibliotecas.
Visitando la pequeña ciudad de Patzcuaro, en México, para experimentar día de muertos, pude entrar a su biblioteca pública: una antigua iglesia que tenía una colección de libros para personas no videntes. Notar esa colección de libros en braille fue una sorpresa, pues en esa experiencia bibliotecaria me fue imposible no pensar en la pérdida total de visión de Gustavo Gatica y de la pérdida parcial de muchos más. No he podido quedar indiferente ante lo evidente del problema y de lo necesario que es dejar de solventar el pequeño negocio de editores para videntes y fomentar los proyectos editoriales que se hagan cargo de catálogos para no videntes, como Libro Imaginario. He ahí una deuda con los lectores que nunca hemos considerado como tales. He ahí una omisión respecto con la bibliodiversidad, concepto que debemos dejar de pensar como la simple variedad temática en la producción editorial y hay que comenzar a definirlo también como la variedad de contenedores para los distintos tipos de lectores, de acuerdo a sus capacidades visuales. La bibliodiversidad también significa la presencia de audiolibros, libros en braille y libros pensados para personas con otras dificultades visuales.
Es importante explicitar que la lógica neoliberal no se puede replicar en una nueva política del libro y la lectura para subsanar la desigualdad estructural de los no videntes en el acceso al libro. Es decir, el Estado no debiera financiar proyectos editoriales privados para su beneficio propio por medio de la venta del tiraje. El problema ético es ese beneficio económico, que comúnmente negamos por la precarización del medio, que obtiene la editorial por la venta. Si queremos afectar la desigualdad estructural de los no videntes, debemos aceptar que lo editado y producido sea de distribución gratuita, pues la venta inevitablemente excluye, ya que siempre habrá un no vidente que no tendrá las condiciones económicas para adquirir libros en braille o audiolibros. Hace no mucho tiempo, la posición de los no videntes dentro la sociedad neoliberal de clases era la misma que la de los mendigos. Así, las personas no videntes no estaban dentro de los procesos productivos del neoliberalismo chileno. No es ético cobrarle a los no videntes para acceder al libro, cuando han sido una comunidad estructuralmente discriminada en su acceso al trabajo y, por ende, al dinero.
Por último, habrá alguien que encontrará que editar y producir para regalar será solo una pérdida de dinero constante. Más aún, no faltará la persona que solo verá comunismo en mis palabras y exclamará con los ojos ensangrentados de cocaína y capitalismo: ¡malditos comunistas que lo quieren todo gratis! Por supuesto, si se espera ganar dinero, la distribución gratuita es un balazo en la cabeza neoliberal; sin embargo, hay que preguntarse: ¿queremos que los libros se lean o se vendan?, ¿queremos mejorar los índices de lectoría de los no videntes o de rentabilidad de proyectos editoriales privados?, ¿queremos afectar una desigualdad estructural del ecosistema del libro o crear capitalismo? En lo personal apuesto a eliminar la desigualdad estructural en el acceso al libro para la población no vidente, por medio de una nueva política nacional del libro y la lectura que estipule un proceso participativo y soberano de tal comunidad para que sea ella misma la que decida qué producción editorial quiere en términos de temática y de formato, junto con financiar, sin la lógica de competencia y de precarización que se observa en los concursos públicos, los proyectos que actualmente se están haciendo cargo de editar e imprimir libros en braille y audiolibros, como lo es, por ejemplo, el proyecto de Angélica Panes y Ángel Valdebenito: Libro Imaginario.