Recuperar las economías locales para transformar Chile
Las manifestaciones que sacuden a Chile constituyen una clara expresión de las desigualdades múltiples acumuladas que hace más de 30 años soportan las grandes mayorías del país, a causa de una profunda matriz neoliberal extractivista, patriarcal y colonial que ha explotado y excluido sistemáticamente a la población y los territorios, cuyas bases constitucionales provienen de la dictadura cívico-militar de Pinochet, aunque marcos políticos, económicos, sociales y ambientales fueron plenamente continuados en los gobiernos postdictatoriales, enriqueciendo a la clase política y económica binominal que en los últimos 30 años detenta el poder en nuestro país.
Este proceso construyó una sociedad donde la mayor parte de la población subsiste muy precariamente la mercantilización de todos los derechos básicos, dando como resultado una privatización de la vida cotidiana extremando las desigualdades sociales, como las bajísimas pensiones de los jubilados, el alto costo de la vida, de la educación y de la salud, la delincuencia, desempleo, narcotráfico y la pobreza. La multidimensionalidad de la desigualdad que hoy estalla entre manifestaciones, cabildos, saqueos y represión revienta en medio de una imagen neoliberal de un “país inventado” o de un “oasis”, en el que los pueblos de Chile se revelan para construir una sociedad más digna y justa, como muy bien muchas pancartas en las marchas lo expresan: “Para que valga la pena vivir”.
En las movilizaciones, las múltiples demandas sociales desembocan en la necesidad de una asamblea constituyente que formule democrática y participativamente una nueva constitución como un nuevo pacto social para Chile. Sin embargo algunos sectores plantean la nacionalización de la renta de bienes naturales como litio, cobre o los hidrocarburos para financiar derechos sociales sin contemplar que las desigualdades que hoy tienen en una franca agonía al país provienen precisamente de la ampliación de la sobreexplotación extractivista, donde el cambio de dueño no constituye mayormente una solución, como hoy testimonian territorios convertidos en verdaderas zonas de sacrificio por empresas estatales y privadas como Quintero-Puchuncaví , Chañaral o Coronel, por ejemplo.
O bien, cuando se plantea una transformación industrializadora de la matriz productiva de Chile sin contemplar el extractivismo que indiscutidamente conlleva, cuando en el escenario global actual constituyen parte de la misma cadena productiva neoliberal que sobrexplota y degrada en términos ambientales, económicos y sociales de los territorios.
Hoy día la realidad de Chile nos invita a repensar también la viejas recetas fallidas de desarrollos frustrados, centralistas y territorialmente depredadores, para construir horizontes colectivos hacia el Buen Vivir y la dignidad real de toda la sociedad, pero esta vez contemplando las actuales realidades y grietas del Chile local, más allá de las recetas centralistas neoliberales o progresistas que muchas veces están impregnadas de una fuerte sesgo economicista y antropocentista.
Y en ese sentido, un aspecto tímidamente abordado en la contingencia actual, pero que constituye un aspecto clave para pensar cualquier transformación social de Chile es la imperiosa necesidad de recuperar las economías locales de todos los territorios, y no sólo nos referimos al tan necesario apoyo y recuperación de los negocios de los barrios, las ferias libres o las PYMES de las ciudades. Sino que también a la importancia de recuperar la pesca artesanal, la agricultura familiar campesina, la criancería cordillerana, los rubros artesanales en general, el turismo rural y todo ese extenso abanico de actividades económicas funcionan a una pequeña escala local, pero que prácticamente a sucumben o subsisten agonizando frente a la agresiva expansión de la frontera extractivista minera, forestal, agroexportadora y pesquera que hiperconsume el agua, contamina y extermina los ecosistemas, Precarizando la calidad de vida de los habitantes que ven morir sus pequeñas producciones locales, empeoran sus condiciones de salud por la contaminación de sus territorios; y que económicamente se vuelven dependientes de la escasa y transitoria empleabilidad que ofrecen los megaproyectos, o simplemente subsisten en el absoluto desempleo volviéndose mendigos de los asistenciales apoyos sociales del Estado.
Es importante expresar públicamente la verdadera descampesinización que ha provocado las políticas privatizadoras del código de aguas, del código de minería y de las políticas agropecuarias nacionales, el arrinconamiento de los/as pecadores/as artesanales por la actual ley de pesca, o la depredación globalizada de los territorios estimulada por los Tratados de Libre Comercio que ha firmado Chile, las políticas de la comisión nacional de riego, o de la política agropecuaria denominada “Chile, potencial agroalimentaria y forestal” que en la práctica ha ampliado como nunca la frontera agroexportadora en territorios rurales para la ampliación de los nuevos fundos de agronegocios, llegándose incluso a tapizar cerros enteros con cultivos de cítricos, uvas y paltas que exportan a cada vez mayor tasa de explotación hacia los mercados de China, EE.UU. y la Unión Europea, cuyo hiperconsumo de agua ha provocado una gigantesca sequía en numerosos valles agrícolas de la zona central del país.
A partir de ello se multiplica el desplazamiento y degradación de las economías campesinas, la muerte de miles de animales de los crianceros de la cordillera, y la fuerte contaminación por pesticidas; junto al actual agravamiento del desempleo rural de trabajadores temporeros (muchos de ellos empobrecidos/as ex productores campesinos/as) vinculado con creciente tecnificación de las faenas agroexportadoras. Son miles los excluidos de las zonas rurales o de las ciudades intermedias que frente a la agonía de las economías locales migran a las grandes urbes a ser parte de los gruesos cordones de subempleo, desempleo, narcotráfico o mendigos del desgastado “sistema de protección social”,para cuyo clientelismo e hiperburocratización muchas veces no hace más que vulnerar aún más la vida de las personas.
Por ello, pensar la Recuperación y transformación de Chile es fundamental la construcción de horizontes colectivos donde la recuperación de las economías locales tenga un lugar central –como ocurre en numerosos países europeos que tanto “inspiran” a las autoridades nacionales. Es imperioso orientar las políticas públicas en general en base a las verdaderas capacidades y límites en términos no sólo económicos sino que ecológicos y socioculturales de los territorios, recuperar las economías campesinas, la soberanía alimentaría, y el fortalecimiento de encadenamientos económicos a pequeña escala que generen un bienestar local y una sustentabilidad ecológica real al mediano y largo plazo, donde la experiencia y saberes de las comunidades que habitan los territorios tengan una amplia cabida para definir el presente y futuro de las regiones y comunas que habitan.
Esta vez, “para que valga la pena vivir” se abren las grandes alamedas, invitándonos a construir un Buen Vivir para los pueblos que habitamos esta franja de tierra austral llamada Chile.