La TV una mierda, la radio informando, las redes luchando

La TV una mierda, la radio informando, las redes luchando

Por: Pedro Santander | 24.10.2019
Evidentemente, estos conductores/as de estudio nunca se habían enfrentado a un estrés periodístico de esta magnitud y, sobre todo, de esta profundidad política que implica, entre otros, un cuestionamiento al “modelo” que a ellos mismos les ha permitido ser millonarios/as y famosos/as. Se trata de un desafío mayor, sobre todo si no hay reflexión crítica, pues entonces, automáticamente a la escala de valor a la que se acude para construir el encuadre periodístico es al de la ideología dominante. Y esa es la ideología neoliberal, la misma que valora más la propiedad privada que los derechos sociales, la seguridad que la solidaridad, al individuo mas que al colectivo.

Hoy todo está bajo escrutinio, no solo el gobierno, los partidos y los empresarios, también los medios y los periodistas, un gremio que le gusta evaluar y observar a los demás, pero no que lo evalúen y observen.

Claro, no es fácil hacer esa evaluación, sobre todo porque, como suele ocurrir en situaciones de excepcionalidad, el flujo informativo y comunicacional es profuso, constante, múltiple. Pero una observación atenta de los medios nos permite levantar unas primeras hipótesis. La primera de ella tiene que ver con el fuerte contraste entre televisión y redes sociales, al momento de informar acerca de este inédito terremoto social que estamos viviendo.

Analizando el discurso que se está comenzando a estructurar en los espacios informativos de los principales canales de la televisión chilena vemos asomar claramente dos encuadres (o frames) con los cuales los periodistas – y sobre todo los conductores- están observando los acontecimientos; ambos encuadres están estrechamente relacionados: a) la protesta social se difunde como un problema de orden público; b) la valoración de la propiedad privada ocupa un lugar prioritario en los comentarios de los periodísticos, sobre todo, de los rostros.

En esa línea el foco informativo audiovisual está cada vez más puesto en los saqueos, en mostrar el miedo de la población a que asalten sus viviendas, en las rondas de autodefensa, en los chalecos amarillos chilenos, etc. De este modo, los informativos de la televisión han convertido el problema social en un problema de orden público. Se trata justamente del mismo relato del gobierno, y del sustento argumental para tener miles de militares en las calles y decir que estamos en guerra (pronto aparecerá Venezuela). La justificación y base discursiva es el ataque que muchos chilenos/as sufren a sus propiedades privadas (negocios, casas, condominios, etc.). Se levanta en ese marco la dicotomía entre “turbas” y “ciudadanos”. Dudo que alguna vez la televisión haya usado tanto esa palabra – turba- para describir a otros chilenos. “Turba”, sustantivo que semánticamente implica la idea de  muchedumbre, confusión, desorden, desconcierto…así nos ven.

En el periodismo la operación de encuadrar de la que estamos hablando consiste en concentrar la atención profesional en ciertos aspectos de los acontecimientos y no en otros. Se organizan así los hechos de acuerdo a reglas de relevancia/irrelevancia y, de paso, se incide (a menudo) en la percepción del espectador. Las operaciones de seleccionar y encuadrar son inevitables, pero qué se considera relevante o irrelevante es una decisión editorial y también una opción personal del profesional, sobre todo cuando se está “en vivo y en directo”, lo que ha sido justamente el caso en estos días, especialmente para los rostros de los noticieros.

Evidentemente, estos conductores/as de estudio nunca se habían enfrentado a un estrés periodístico de esta magnitud y, sobre todo, de esta profundidad política que implica, entre otros, un cuestionamiento al “modelo”, el mismo que a ellos les ha permitido ser millonarios/as y famosos/as. Se trata pues de un desafío mayor, nada fácil, sobre todo si no hay reflexión crítica, pues entonces, automáticamente a la escala de valor a la que se acude para construir el encuadre es al de la ideología dominante. Y esa es la ideología neoliberal, la misma que valora más la propiedad privada que los derechos sociales, la seguridad que la solidaridad, al individuo más que al colectivo. Por eso, a estos profesionales no les cuesta sancionar la violencia social en el modo indicativo (“es”), pero hablar de “disparos horizontales”, de “protocolos” y emplear el modo condicional (“sería”) cuando de violencia militar se trata.

En las radios, en cambio, se está desde siempre acostumbrado al ritmo frenético y en vivo para seguir los acontecimientos. Vemos una programación y rutinas fuertemente informativas, y también arraigadas, que siguiendo lineamientos conocidos y fuertemente orintados a cumplir con un rol de orientación social para la ciudadanía. Destaca, en esa lìnea, la participación que en estos días ha tenido la audiencia informando acerca de lo que ocurre en sus contextos más próximos, auditores dando a otros auditores consejos, datos, haciendo denuncias, etc.

Por último, en el otro polo de este eje, las redes sociales también se han probado y puesto a prueba en esta inédita circunstancia nacional. Twitter, Instagram, Facebook, Whatsap y Telegram están operando frenéticamente por estos días; las dos últimas cada vez menos como servicios de mensajerías y cada vez mas como redes que conectan y construyen comunidades. Hacia todas estas rrss ha emigrado el periodismo y la comunicación de trinchera que hoy genera y permite un encuentro virtual/digital entre periodistas profesionales y ciudadanos que quieren comunicar los sucesos de estos históricos días, pero con su propio encuadre. En la trinchera están todos y todas, los y las partidarias del gobierno, los movimientos sociales, las ciudadanas/nos sin afiliación, todos y todas haciendo ruido y, sobre todo, agitación.

De acuerdo a la observación inicial hecha por el estudiante tesista de la carrera de Periodismo PUCV, Ignacio Molina, las redes están operando muy organizadamente y ocurren dos fenómenos interesantes: a) menos presencia de los seguidores de Piñera, en comparación a la de los defensores de la movilización social; b) desconexión de los usuarios de redes con la televisión al momento de usar sus dispositivos y sus herramientas digitales. Lo primero (a) era esperable, los desaciertos, la falta de empatia, las ofensas que el gobierno ha hecho por estos días al pueblo de Chile evidentemente se iban a reflejar en la conducta de los/las usuarios/as. Lo espontáneo le gana en estos días a lo forzado. Más sorpresivo es el comportamiento autónomo de las redes en relación con la TV. Hasta ahora la literatura especializada ha demostrado que en momentos de debate político las redes reaccionan a lo que la pantalla dice, en una simbiosis en la cual la televisión gatilla la actividad digital, y ésta reacciona a lo que en la pantalla ocurre.

Pudiera ser esa conducta la respuesta política coherente de cientos de miles de usuarios/as que ante una televisión que claramente ha optado por el encuadre del gobierno, por enmarcar la protesta social como un problema de seguridad, que no cesa de pedir la vuelta a la “normalidad”, prefieran apagar la televisión y vivir la vida de la calle, comunicándola a través de las redes.

Seria esa otra anormalidad chilena que asoma por estos días, que tal vez la escuchemos comentada en la radio, pero que, de seguro, la tele no sabrá explicar.