Lo de Salaberry da asco

Lo de Salaberry da asco

Por: Sandra Villanueva | 02.10.2019
Requerimos de imágenes desestabilizadoras como la que nos entrega Salaberry, donde yo solamente me imagino lo que pasó y ya siento asco. Por eso, creo que hay que utilizar esas emociones y dejar de aceptar la corrupción como forma de comunicación política y rechazar la soberbia como modo de expresión cotidiana.

El asco es un acto político. Sentir un rechazo irrefrenable que se manifiesta a través del cuerpo es una manifestación de resistencia.

Y hoy es necesario, no puede ser de otro modo, el sentir una profunda repulsión por la corrupción asentada en el poder político chileno.

Hoy apelo a las lógicas invisibles e inferiorizadas de las emociones para traducir el lenguaje no verbal y la postura soberbia de Felipe Salaberry.

Porque basta con observar y preguntarse: ¿es posible creer en su versión de que nada realmente sucedió? ¿Es acaso muy difícil imaginar que detrás de todos ellxs, operan redes de protección enlazadas a través de décadas de amiguismos, de abusos de poder y de mal empleo de fondos públicos? ¿Es acaso este país un territorio confiable en términos de lo que se ha hecho con los dineros fiscales?

Las cifras de pobreza, desempleo, bajos sueldos y miserables pensiones, narran otra historia. Una historia que conocemos, pero extrañamente toleramos como parte cotidiana de la realidad.

¡Esto es normalizar! El permitir como aceptable que los sujetxs que ostentan ciertos cargos públicos y tienen grados de poder, lo utilicen para su beneficio personal, ya sea llamando a la hermana que trabaja en una municipalidad para que los safe de un parte, o dando empleo a personas no capacitadas para su cargo o pagando diplomados de educación con el dinero de todxs los chilenos.

Requerimos de imágenes desestabilizadoras como la que nos entrega Salaberry, donde yo solamente me imagino lo que pasó y ya siento asco. Por eso, creo que hay que utilizar esas emociones y dejar de aceptar la corrupción como forma de comunicación política y rechazar la soberbia como modo de expresión cotidiana.