La impronta feminista del Frente Amplio
Que a las mujeres nos resulta más complejo lograr el pleno ejercicio de nuestros derechos políticos, lamentablemente, no es un hecho novedoso. Basta mirar nuestra historia para notar que mientras en el año 1945 Gabriela Mistral recibía el nobel de literatura, en nuestro país no le estaba permitido votar para elegir presidente ni parlamentarios (un derecho que las mujeres chilenas recién logramos en 1952). Sin ir muy lejos, según datos de SERVEL, en las siete elecciones parlamentarias que se desarrollaron después del retorno a la democracia y previo a la incorporación de la ley de cuotas estrenada el 2017, menos de un 9% de los escaños del senado fueron ocupados por mujeres, mientras que en la cámara baja la participación femenina fue inferior al 12%.
En la actualidad, medidas afirmativas como la ley de cuotas, han generado un piso mínimo para emparejar la cancha dentro de la esfera político-institucional. Así lo demuestra nuestra última elección parlamentaria, donde un 22 % y un 26% de los escaños de la cámara baja y del senado fueron ocupados por mujeres respectivamente.
Tener un sistema electoral que establezca mínimos por género (60/40 en el caso de nuestro país), solo se hace cargo de una parte del problema. Después, surge la necesidad de trabajar dimensiones estructurales a nivel socioeconómico (brechas de ingreso y/o educacionales) así como culturales, asociadas a sistemas de creencias que impiden nuestro desarrollo político y merman nuestras posibilidades electorales.
Así como tenemos claro que nuestra plena participación política no se reduce al mero acceso a escaños de representación o poder, tenemos la obligación de ir un paso más allá. Si somos la coalición que levantó las banderas del feminismo, entonces, debemos adoptar estrategias contundentes para fortalecer los liderazgos femeninos, a través de medidas tendientes a reducir y mitigar las consecuencias de las brechas de género que afectan a todas las mujeres que trabajamos en política.
En un país donde para la última elección parlamentaria, las candidaturas masculinas tuvieron en promedio casi el doble de los aportes que las femeninas, un acceso a crédito casi 3 veces superior y cerca de un 50% más de destinación de recursos por parte de los partidos políticos, urge que como Frente Amplio levantemos estrategias que doten a nuestras candidaturas femeninas de las capacidades y atributos que hagan posible un mejor desempeño electoral. Sin renunciar en ningún momento a las importantes transformaciones que han empujado los movimientos feministas durante estos últimos años, debemos ser capaces de generar desde los territorios, estrategias que ayuden a que nosotras tengamos por un lado, menos dificultades para enfrentar candidaturas a alcaldías y concejos comunales y, por el otro, mayores posibilidades de integrar estos espacios.
Como Frente Amplio hemos promovido avances en esta materia, recientemente con el proyectos de cuotas para elecciones unipersonales que se discute en la cámara baja, intentamos que nuestra institucionalidad contemple un sistema electoral que tenga presente las brechas de género. De ahí que nuestra principal tarea hoy, sea promover un feminismo real, al interior de nuestros partidos y movimientos con medidas que promuevan una representación equitativa de hombres y mujeres. Si este proyecto no logra estar aprobado para las próximas elecciones municipales, nuestra coalición no podría, sino aplicar para la conformación de nuestro elenco municipal “cuotas autoimpuestas” que apunten a la paridad de nuestras candidaturas tanto a alcaldías como a concejos municipales.
Con esta obligación autoimpuesta, nos queda la tarea de generar ya, medidas afirmativas que sirvan para el fortalecimiento de nuestras candidaturas femeninas. Cuestionado por un lado los privilegios que han tenido de manera sistemática los hombres al momento de hacer política y, por otro, fomentando y promoviendo nuestros liderazgos femeninos.
Dado lo anterior, es imperioso que centremos nuestras energías en crear redes que ayuden al fortalecimiento y coordinación de nosotras más allá de las estructuras formales de nuestros partidos, identificando cuáles son las brechas que están limitando nuestra participación en nuestros espacios, a fin de generar acciones colectivas que ayuden a democratizar las cargas que nos limitan y mantienen en la subrepresentación.
La necesidad de potenciar la participación de nosotras en política resulta sentida, urgente y transversal, no solo porque es justo que estemos correctamente representadas, sino porque la democracia se profundiza y mejora en la medida que más mujeres nos involucramos. Las palabras de Elena Caffarena “...me parece que algo hicimos, pero a ustedes les queda en herencia la mayor parte de esta tarea inconclusa" parecen cobrar cada día más valor y nos desafían a crear prácticas políticas nuevas, que reconozcan los avances, pero tengan siempre presente lo lejos que estamos aún, de tener un trato justo hacia nosotras.