"Abajo los matinales": lo que no se ve en televisión
El animador José Miguel Viñuelas salió a buscar reacciones de fanáticos por el triunfo de La Roja, sin embargo, encontró un sincero cuestionamiento de una joven de Maipú: “ayuden a crear conciencia”.
Es un buen momento para el debate. La crítica a la calidad de los matinales chilenos no es nueva o fácil. El formato tiene treinta y nueve años en los cuales hemos visto recetas de cocina y horóscopos por doquier. En abril de 1980 sale al aire el primer matinal de Chile con Jorge Rencoret como animador de Teleonce al despertar, en un contexto donde Canal 13 y Televisión Nacional no transmitían en horario matutino. Se sumarían luego versiones de canales regionales y para 1992 Buenos días a todos se consolidaría con altos índices de audiencia, combinando móviles en vivo, segmentos de noticias, propaganda, invitados y mucho auto bombo de sus teleseries y producciones.
Los contenidos y la preponderancia del avisaje cambiaron con la desaparición de los canales universitarios y la entrada de grandes operadores extranjeros –grupo Cisneros, Claxson, Turner y Warner Media en Chilevisión; grupo Luksik y Secuoya en Canal 13; Televisa, Bethia y Discovery en Megavisión; Chilefilms, Copesa, TV Azteca y Albavisión en La Red. Periodistas, animadores y actores se convirtieron en rostros de campañas comerciales y la irrupción del género reality creó generaciones de figuras célebres. También pasó al primer plano la difusión de opiniones sobre programas, teleseries y personajes.
Los matinales mutaron a lo que son hoy: cinco horas diarias que mezclan noticias, con larguísimas exposiciones de temas irrelevantes para gran parte de la población, resúmenes y comentarios de teleseries, opiniones personales sobre amores pasados de los panelistas, la lista de invitados a sus cumpleaños y la relación con sus perros, entre otros cientos de notas insulsas que consumen tiempo y recursos humanos sin otro objetivo que un sesgado concepto de entretención.
TTP-11, profesores y estudiantes
La joven consultada por el animador de Mega alcanzó a plantear algunos temas en vivo: discusión del TTP-11, apoyo a profesores y estudiantes, y la necesidad de concientizar a la sociedad. Temáticas que aparecen en los medios desde un enfoque noticioso, pero requieren un tratamiento amplio y profundo pues están directamente relacionadas con el futuro del país. El llamado de atención fue para los canales de televisión abierta: parte de Chile no se ve representada por el fanatismo del fútbol o la necesidad de concursar por un plato de comida, dinero o fama.
Para los canales el entretenimiento es meta y a la vez una camisa de fuerza que aleja lo incómodo, lo conflictivo, lo serio. Pero, ¿se puede exigir a una entidad privada que responda a intereses públicos? Probablemente para los directores y ejecutivos la respuesta será no, sin embargo, para quienes día a día ven con estupor el gasto de tiempo en cámara con asuntos banales, la respuesta se acerca a la indignación. La contingencia nacional e internacional exige atención urgente, aunque no queramos. Las problemáticas no resueltas se acumulan.
Lo que no se ve en televisión
Los cuatro principales canales de televisión abierta suman más de cien horas de matinales a la semana. Cuatrocientas horas al mes que, agregadas a las de farándula, teleseries, concursos y noticias, dejan poco tiempo para todo lo demás. Y, ¿qué es todo lo demás?
Afuera quedan deportistas, científicos, escritores, músicos, bailarines, profesores, estudiantes, trabajadores que día a día se mueven en el anonimato. Solo en Santiago existen más de veinte escuelas de periodismo, ¿qué oportunidad existe para estos profesionales de innovar? Y es que el costo de producir un programa es altísimo, tanto en términos de recursos humanos como técnicos. Por ello los medios apelan a los llamados rostros: personajes anclas de cada canal que mueven grandes audiencias a cambio de remuneraciones fantásticas y es ahí donde se produce el mayor contraste. ¿Por qué un profesor a cargo de la formación de jóvenes y niños gana menos que una modelo o un comentarista? Parafraseando al astrofísico chileno José Maza, ¿por qué se discute de duendes cuando debiésemos enseñar a nuestras niñas a soñar con pilotear naves espaciales? El país cuenta con los mejores telescopios del mundo y ¿qué aprende Chile de ellos, aparte del camino para un tour en el verano?
Tribuna y expresión
La televisión es un poderoso medio de comunicación capaz de incidir en las decisiones del público y su financiamiento depende de la publicidad. Solo las grandes empresas pueden pagar las millonarias tarifas publicitarias. Incluso TVN está obligada por la ley 19 132 de 1992 al autofinanciamiento como forma de mantener la independencia del Estado. Medida que no se comprende, pues el canal se somete a las leyes del mercado, obligándose a proporcionar contenidos que satisfagan en primer lugar necesidades de promoción o censura fijadas por sus anunciantes; es decir que la búsqueda de independencia del Estado condenó por ley a los canales públicos a depender de los poderes privados.
Los profesionales de la televisión forman parte del llamado cuarto poder. Y toda cúpula de poder pierde en el camino su conexión con la ciudadanía. De pronto le son lejanas las angustias de cómo pagar las cuentas a fin de mes, su cómoda realidad se desenvuelve en un medio que está dispuesto a atenderles, maquillarles y pagarles, de manera desproporcionada, si me preguntan. El drama de los colegios precarios se torna ajeno, pues pueden pagar una educación sin goteras ni plagas.
Si bien el entretenimiento es válido como objetivo –no se trata de transformar la programación en interminables informativos–, sin duda hay más por hacer. Quizás el mayor desafío para conductores y panelistas de matinales y programas de farándula sea ceder el micrófono a interlocutores que aporten a la discusión de los temas que mantienen a la sociedad en tensión.
Vivimos un siglo que promete un futuro brillante y aquí estamos aburridos de despertar con esos rostros, tan cómodos en la bonanza y tan disonantes con la lucha diaria por sobrevivir en el Chile de hoy: exigente, competitivo y desigual. El descontento existe aunque lo ignoren.