It’s political, bitch!: Si los maricones no bailamos ¿quién lo hará?
He leído mucho debate en redes sociales sobre el tono en que se debe marchar este sábado, a 50 años de los disturbios de Stonewall Inn, lugar en el que comenzó el movimiento de liberación LGBTIQ+. Varios aseveran que - dado el contexto conmemorativo de la fecha y las miles de muertes al año por homofobia- la marcha DEBE ser solemne, y las manifestaciones directamente discursivas.
No sé, ah.
Cuando el 12 de junio de 2016 un hombre entró a una disco y mató a 50 maricones en Orlando, sentí algo que hasta entonces me era desconocido: quienes nos odian pueden no contentarse con violentarnos en la calle, es posible que nos vayan buscar a nuestros sitios seguros, arrebatándonos nuestros escasos lugares de tranquilidad. Exactamente lo que sucedió en Stonewall Inn cuando la policía irrumpió donde históricamente trans, lesbianas y gays hemos podido desenvolvernos: la fiesta.
Llevar esa fiesta- que tanto nos ha sido negada- a la calle, es político, poderoso e inmensamente necesario. Celebrar dista de ser pura superficialidad mundana.
Mientras siga habiendo crímenes de odio por el solo hecho de mostrarnos, seguirá siendo importante hacerlo. La alegría puede ser política y tener rabia, todo al mismo tiempo. Me parece condescendiente para con los otros suponer que son tan mononeuronales y básicos, que no pueden parecer festivos y pensar en luchar a la vez. Los sentimientos son complejos, sobre todo en una marcha: la alegría, la emoción, pueden tener también pena. Pena por quienes han muerto. Pena reivindicativa. Iré más allá: creo que solo quien pertenece a una minoría oprimida conoce ese sentimiento especial, solemne y festivo a la vez, que nos une a todos.
El pop bien lo sabe. Conversando con Luc, mi hermani, nos acordamos de Lady Gaga y su canción “born this way”, que celebra y al mismo tiempo desafía: “nací así, trata de cambiarme, culiao”. Las reivindicaciones colas generalmente se han movido entre esas dos esferas.
La lucha LGBTIQ+ no es la única que ha usado la celebración como herramienta de lucha, sin ir muy lejos, acá en Chile fue la promesa de alegría, plasmada en una campaña llena de colores, la que se impuso el 89, en plebiscito del sí y el no. Cuando en 1917 las sufragistas marcharon a la Casa Blanca para exigir su derecho a votar, lo hicieron llenas de risa, incluso disfrazadas.
Este sábado entonces, bailaré, gritaré, me pondré glitter y usaré ropa cola, sin sentir ni un ápice de culpa al respecto, jamás poniendo en entredicho mi espíritu combativo. Puede que tenga sustito, pero justamente de eso se trata esta alegría: de formar comunidad a pesar del susto, de la felicidad de encontrar a otros como uno, de la paradoja de estar a la vez más expuesto y más protegido que cualquier otro día del año. Y cuando me aliste para bailar Britney, tendré la certeza: It’s political, bitch!