Vejez, Sexualidad y VIH+

Vejez, Sexualidad y VIH+

Por: Nicole Mazzucchelli | 14.06.2019
Los imaginarios sociales de la vejez, han situado a esta población como asexuada y carente de actividad sexual, lo que dificulta ver cómo el aumento en las expectativas de vida y la prolongación efectiva de su vida sexual, han elevado su exposición a diferentes enfermedades de transmisión sexual (ETS), entre ellas al SIDA.

Cuando pensamos en la población sobre 60 años, no solemos asociarlos a personas sexualmente atractivas, con una vida sexual placentera y menos aún como portadores de enfermedades de transmisión sexual. Esta invisibilización, no se condice con los reportes recientes de la Organización Panamericana de la Salud y de ONUSIDA, que dan cuenta de un crecimiento sostenido de la tasa de contagio de VIH en América Latina, con un alza considerable en la población de adultos mayores.

Cuestión preocupante, sobre todo si consideramos que Chile se encuentra dentro de los diez países del mundo, cuyo incremento es del 50% en los contagios reportados en los últimos 10 años. El segmento de la población más afectado son los y las jóvenes de entre  15 y 25 años; no obstante el aumento de contagios en la población mayor debe preocuparnos de igual forma, puesto que padecen condiciones de riesgo similares, con el agravante de que rara vez son objeto de campañas de prevención.

Los imaginarios sociales de la vejez, han situado a esta población como asexuada y carente de actividad sexual, lo que dificulta ver cómo el aumento en las expectativas de vida y la prolongación efectiva de su vida sexual, han elevado su exposición a diferentes enfermedades de transmisión sexual (ETS), entre ellas al SIDA.

De la misma manera, en las y los adultos mayores existe una creencia generalizada que vincula el nacimiento del VIH con generaciones posteriores, lo que dificulta que se perciban como una población expuesta a él. Lo que se vuelve aún más complejo, si se considera que debido a determinaciones culturales, las personas de la tercera edad han tenido una educación sexual precaria y reducida a su propia experiencia, rodeada de mitos y tabúes, que históricamente ha impedido sobre todo a las mujeres, el desarrollo de una sexualidad empoderada y sin culpas.

En el ámbito de la salud, los motivos de consulta por parte de los adultos mayores tienden a centrarse en dimensiones y patologías propias del proceso de envejecer. Los adultos mayores hablan poco de su vida sexual, y el personal de salud ignora o evita su exploración, ya que cuenta con una formación restringida en la materia, constituyendo otra barrera para visibilizar los riesgos asociados a contraer la enfermedad, cómo de ser portador de ella, sin contar con un diagnóstico oportuno.

La sexualidad es una dimensión fundamental en la experiencia humana, en todas las edades. Junto al erotismo, son experiencias saludables que aportan a resignificar las propia construcción de subjetividad. En nuestro país el desarrollo de una política de prevención y abordaje integral del VIH es aún incipiente, por lo que urge una pronta ampliación estratégica que promocione una educación sexual para toda la población, que a su vez contribuya a reconocer a los adultos mayores como una población con una legítima y activa vida sexual.