Esclavitud o caridad en la academia: ¿Para dónde van las facultades de derecho?

Esclavitud o caridad en la academia: ¿Para dónde van las facultades de derecho?

Por: Carolina Bruna | 14.06.2019
Solidarizando con la situación de las personas que trabajan ad honorem en la UBA y pensando en el futuro de una institución tan querida para mí como la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile me pregunto, ¿cuál es el mensaje que la Facultad nos está dando a los profesores? ¿cuál es el mensaje para las personas que están doctorándose y tienen legítimas expectativas de incorporarse al mundo laboral a través de una carrera académica? Entender la categoría ad honorem como una forma de dar continuidad a las y los grandes profesores que están ya retirándose de la Universidad parece razonable; utilizarla para conseguir mano de obra a costo cero, es un abuso.

En enero de 2019 la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile realizó una convocatoria para cargos de profesores ad honorem por 6 horas, son 39 plazas entre los distintos departamentos de la Facultad a excepción de alguno como Ciencias Penales y Derecho Público. Este concurso fue publicitado en el diario La Segunda a fines de enero con fecha de cierre el primer día de marzo junto con la convocatoria a 7 cargos remunerados. En total 46 nuevos cargos para un claustro que ya cuenta con más de 280 profesores. La plaza de académica o académico ad honorem es poco usual pero posible en la Universidad de Chile como lo muestra el Decreto Universitario N°553 del 25 de enero de 1982, el que dice que los académicos y académicas ad honorem están sujetos a los mismos derechos y obligaciones que cualquiera de la Universidad. Esto significa que, pese a no recibir remuneraciones, pueden participar de la democracia universitaria, por ejemplo, votando en las elecciones de Decano, Rector, etc.

Traigo esta situación a colación, justo la semana en la que en el medio digital Página 12 se publica la precariedad laboral que viven los docentes ad honorem de la Universidad de Buenos Aires, cuyo número no es claro pero podría ser más de la mitad del cuerpo docente. Dice en la noticia sobre quienes tienen este trabajo: “Estos trabajadores sin salario son identificados con una palabra latina, ‘ad honorem’ –que significa ‘por el honor’–, y que es eficaz para eufemizar lo que dicho abiertamente resultaría intolerable: eso que llaman ‘honor’ es trabajo no pago”. Esta noticia puede darnos un adelanto de lo que nos depara el futuro, y genera una buena oportunidad para reflexionar sobre la definición y valoración de la labor académica en nuestra institución. Como se indica en la noticia que menciono, al día de hoy las y los docentes ad honorem de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se movilizan bajo el título de Comisión de docentes ad honorem de la Facultad de Cs. Sociales la cual, según el medio digital aludido, “tiene entre sus objetivos desnaturalizar el trabajo gratuito y conocer de manera rigurosa la cifra actual de docentes ad honorem y las condiciones en las que desempeñan su trabajo”. En el caso de la UBA resulta imperioso regularizar la situación de quienes levantan una institución tan prestigiosa como la que estamos mencionando, lo que me parece absolutamente indispensable para defender la labor de la profesión académica. Es verdad que las 39 plazas de la Facultad de Derecho no se comparan con el porcentaje de la UBA, pero aun así es una cifra muy alta. Más allá de las cifras, no se entiende la elección de un modelo de trabajo ad honorem tanto por la precariedad laboral que éste conlleva para quien termina obteniendo el cargo, como por la poca claridad sobre lo que será requerido para obtener el puesto: el primer requisito es tener la disposición de no cobrar por el tiempo trabajado.

En este contexto, la expresión de académico o académica ad honorem puede ser comprendida de dos maneras: o bien estamos hablando de trabajo esclavo, cuando la persona que postula no estaría dispuesta a trabajar en esas condiciones si no fuese la única vía para insertarse en la vida académica; o bien estamos hablando de caridad de una elite, cuando la persona tiene recursos u otro trabajo, tan bien remunerado, que le queda tiempo para poder realizar caridad en la enseñanza de una profesión. Ninguna de las dos posibilidades es digna, pues en ambos casos se generan situaciones de desnivel y, además, se desdeña la labor académica que requiere reconocimiento como lo que propiamente es, trabajo. Este reconocimiento quiere decir calcular el tiempo invertido en docencia, investigación, gestión académica y todo lo que la vida universitaria significa, además de valorar toda la inversión previa en formación. Ese tiempo debe ser justamente reconocido y retribuido.

Solidarizando con la situación de las personas que trabajan ad honorem en la UBA y pensando en el futuro de una institución tan querida para mí como la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile me pregunto, ¿cuál es el mensaje que la Facultad nos está dando a los profesores? ¿cuál es el mensaje para las personas que están doctorándose y tienen legítimas expectativas de incorporarse al mundo laboral a través de una carrera académica? Entender la categoría ad honorem como una forma de dar continuidad a las y los grandes profesores que están ya retirándose de la Universidad parece razonable; utilizarla para conseguir mano de obra a costo cero, es un abuso.

No es necesario llegar a la situación en que está la UBA para saber que todo trabajo debe ser reconocido en su mérito, que la labor académica es un trabajo como cualquier otro y que, por lo mismo, debe ser dignificado y remunerado.