Desde el cine visibilizar, jamás callar
Crecí en un entorno donde las apariencias lo eran todo. En una familia numerosa encabezada por mis abuelos, yo era la más pequeña en una casa antigua ubicada en Santiago Centro.
¿Qué dirá el resto? Esa era la pregunta que se tomaba en cuenta antes de actuar. Una burbuja familiar que representaba muy bien al Chile de los años 2000’s. Y yo por supuesto, crecí bajo esa pregunta que hizo aún más complicado el proceso -injusto- de salir del clóset.
En un principio, para mí no era tema el hecho de sentirme atraída por mujeres hasta que comencé a crecer y comencé a notar que nadie más dentro de mi entorno sentía atracción por personas de su mismo sexo. No habían referentes. Ni con quien hablar del asunto.
Llegué a la adolescencia y ahí empezó a ser un problema, ya que me di cuenta que para los demás lo era. Un cuestionamiento impuesto por el resto acerca de mi sentir.
Recuerdo que cuando me atreví por fin a contárselo a mis padres fue cuestionado. Qué cómo iba a estar segura a los 16 años, que quizás era una confusión. Yo solo pensaba en que la heterosexualidad nunca es puesta en duda. Nunca se cuestiona. No hay que contarlo porque se asume. Y eso me molestaba -y me sigue molestando- pero tampoco tenía las herramientas para hacer algo al respecto.
Además, puedo asegurar que me tuvo más confusa -que mi identidad y orientación sexualla eterna pregunta de “¿qué vas a estudiar cuando salgas de 4to medio?”. Confusión que tuvo su aclaración luego de fantasear con varias opciones y carreras universitarias. Finalmente decidí comenzar a estudiar cine debido a mis ganas de contar, explorar y explotar mis inquietudes artísticas.
Entré a estudiar cine y mi mundo se expandió. Nuevas personas, mentes y realidades que empecé a conocer generaron en mí la curiosidad y -más aún- las ganas de contar a través del cine. Escribir guiones y dirigir historias desde mi propia realidad y sentir.
Mis proyectos e ideas dentro de la universidad -y fuera de ella- tradujeron mis inquietudes, dudas y experiencias en guiones y cortometrajes. Para hablar sobre lesbianismo, y ser refugio de la inquietud, la curiosidad y las dudas que puedan tener niñas que buscan algún referente o manera de resolver sus cuestionamientos. Instalar la discusión y el debate sobre lo que no se habla. Las violencias y miedos que vivimos no solo por ser mujeres, sino que también por amar a mujeres.
El cine es la herramienta perfecta para instalar el diálogo y visibilizar a través del arte, la identificación y el entretenimiento. Hablar de lesbianismo, lesbofobia, educación sexual, lesbomaternidad, relaciones amorosas, y tantos otros temas es necesario. En el cine chileno estos temas tiene poca visibilidad y suelen quedarse en el mismo circuito de cineastas y festivales. Es necesario generar espacios y contenido.
Muchas veces a quienes defienden cierto discurso o sentimientos a través del arte se les tilda de monotematicos. Hablar con mi familia sobre mis proyectos e ideas es caer en ese tipo de comentarios. Qué por qué no hablo de otra cosa. Que estoy obsesionada. “¿Hablando de lo mismo otra vez?” “Si, otra vez”, me limito a contestar. En la mayoría de las películas se habla -o es un eje importante- el amor, desde una perspectiva heterosexual y machista, y nadie lo cuestiona. Es lo común, lo que acomoda y lo que supuestamente debe ser.
Yo hablo, quiero hablar y voy a seguir hablando sobre el amor entre mujeres. Visibilizando y rompiendo estereotipos, dando a conocer los problemas que nos afectan y nos violentan. Es el cine mi espacio, mi lugar y la voz que encontré y no la voy a dejar. Y si me vuelven a preguntar responderé de nuevo y más convencida: “Si, aquí estoy hablando de lo mismo otra vez”