Somos lesbianas porque nos gusta y nos da la gana
Era una consigna que gritábamos con la colectiva memoria feminista, feministas autónomas y la Coordinadora No Más Femicidio, y era político.
La primera vez que fui nombrada “lesbiana” por otros, así como si yo tuviese una peste, tenía 20 años, estaba en el exilio, era militante de la jj.cc. y el “rumor” venía de esa comunidad: ¿Qué más podía ser yo, si no me acostaba con ellos y encima los confrontaba?: Es decir, les quitaba el acceso a mí y tenía ideas propias.
La segunda vez fue en chile en 1996 -hacía una década que había renunciado a cualquier militancia partidaria y era feminista autónoma-; en Cartagena se llevaba a cabo el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y Caribeño (EFLAC) y yo era la encargada de prensa; la comisión organizadora decidió que “La Cuarta”, por machista, no entraba; yo se los comuniqué a sus –hombres- periodistas y debí discutirles para que no se entraran a la fuerza. Al otro día “La Cuarta” salió con una portada que decía “Lesbianas de América retozan en Cartagena”[1] y más abajo una foto de una pareja lesbiana y otra de cuando yo les reiteraba que no entrarían pues ya se los había comunicado el día anterior. La lectura de foto decía entre otras cosas “…Una con facha de sargento de caballería corretea a nuestro fotógrafo…”… Lesbiana no es un insulto, pero ellos lo usaban así, no toleraban que se les negara el acceso.
Ni acceso ni definición
Lesbiana, justamente, es no dar acceso a la heterosexualidad obligatoria, ni permitir que te defina. Es una forma de separatismo feminista y una corriente histórica en el feminismo: el lesbofeminismo.
El separatismo no hace desaparecer a los hombres, como hacen los femicidas con nosotras, ni ignora las creaciones de los hombres o su Historia, como ha hecho por siglos el patriarcado con las mujeres.
Separatismo es una estrategia que coloca límites y quienes aprendieron a tener el control en cualquier clase y territorio, no toleran límites.
A inicio de los 2000, nosotras no decíamos “somos separatistas” tal vez porque lo que se practica no necesita decirse (parafraseando a un cantante famoso y gay). La Coordinación No Más Femicidio se activó por organizaciones feministas y lesbofeministas, todas autónomas, en 2006 a propósito del femicidio de Javierita Neira Oportus (2005).
Participábamos memoria feminista, la colectiva Las Kallejeras, de la zona Sur de Santiago, que había surgido del encuentro entre consultantes de una casa (separatista) de primera acogida y otras compañeras que asistían a hacer talleres y/o participaban; también en la Coordinación había grupos lésbicos como La Batuperlita y Las Moiras, y muchas feministas y lesbianas feministas autónomas que se nombraban sueltas (sin colectiva). En las colectivas no definidas “lésbicas” (memoria feminista y Las Kllejeras) habíamos lesbianas y no lesbianas, pero no solíamos autodefinirnos “heterosexuales” porque justamente cuestionábamos la heterosexualidad obligatoria. Recuerdo en cambio, que hablábamos de ser “lesbiana política” y no era cinismo, sino una manera de autoconciencia.
Procesos separatistas y lesbianos
La memoria feminista, surgida en 2004, no hacía activismo “por proyectos”, nos autofinanciábamos con apoyos solidarios de fotocopias, café, tiempo, creación. Nos juntábamos en casas, los sábados, domingos y festivos, con hijas e hijos. Mientras estábamos reunidas, si la compañera que prestaba la casa vivía con un compañero, éste solía saludar, compartir algún café y estar –solo- lo justo, pues las reuniones eran nuestras. Las hijas, niñas y niños sí podían estar presentes, veían la construcción colectiva de lienzos y volantes y colaboraban; escuchaban los porqués y paraqués de nuestras consignas. Así, crecieron hijas feministas sabiendo que pueden amar a otras mujeres si les gusta y les da la gana, y jóvenes que pueden autodefinirse lo que quieran porque la sexualidad no es “heterosexual”.
El separatismo no impide prácticas de clase y antirracistas. No convocábamos masas –eso es dudoso-, pero sí nos aliábamos con organizaciones mixtas de anarquistas y okupa (que luego fueron arrasados por los gobiernos de la Concertación), con ecologistas, con organizaciones de derechos humanos y con gente mapuche en resistencia. Éramos parte de coordinaciones mapuche de la Warria, denunciábamos los allanamientos del E$tado $hileno a las comunidades, el asesinato de Matías Catrileo y apoyábamos la huelga de hambre de la Chepa (2008). Jamás nos aliamos con partidos políticos, ni renovados ni no renovados de izquierdas, y a nadie se le habría ocurrido el absurdo de pensar siquiera en derechistas.
Estrategias ante el Patriarcado y el Capital
Las Kallejeras diseñaron un lienzo (2005) que mostraba, en estilo cómic, a una niña asesinada que sangraba por la herida que le había dejado la punta fálica del signo masculino que decía: “El machismo mata”. También hacíamos una acción teatral callejera que llamábamos “La novia”; una mujer con vestido de novia manchado de rojo simulando sangre, acompañada por otras mujeres que iban de negro. Esta teatralización, recuerdo, solía escandalizar a otras feministas que –como decían- la encontraban “muy fuerte” y hasta “ridícula”. (De hecho nos ridiculizaban llamándonos “feministas amargadas” –me divierte esa misógina definición y la uso siempre-). La gente que pasaba por la calle en cambio, no parecía escandalizada, se acercaba, se conmovía. Nosotras queríamos hablar contra el matrimonio, denunciar la muerte machista de mujeres o femicidio en un tiempo en que el concepto era rechazado. Ni las feministas ni el concepto, estábamos de moda.
Sin Dios, patria, marido, partido
La memoria feminista hacía acciones cada 19 de cada mes en memoria de Javierita, instalábamos una expo callejera sobre la Historia de las mujeres, del feminismo, los rostros y militancias de las detenidas desaparecidas y ejecutadas, los rostros y memoria de muertas por femicidio, algunas definiciones básicas de Violencia Contra las Mujeres, Femicidio, Capitalismo Neoliberal, Racismo. Terminábamos con el “No Más” con fuego y sal.
Nuestra consigna principal fue la histórica anarco-comunista: “Ni Dios Ni Patria Ni Marido Ni Partido” y “En la Calle y Sin Permiso”, lo que era genuino, jamás pedimos permiso. Luego vinieron consignas como “El Machismo Mata, el Capitalismo También” y “Contra el E$tado Terrorista: Autonomía Feminista” (desde 2009). No queríamos denunciar “Machismo” y “Patriarcado” sin denunciar a las trasnacionales, al Estado, a la Oligarquía, a la Concertación de Partidos por la Democracia, su continuismo de las políticas económicas neoliberales, su uso de la Ley Antiterrorista de Pinochet. No callamos que continuaron persiguiendo a luchadoras como Flora Pavez del Movimiento Juvenil Lautaro (MJL) o Marcela Rodríguez Valdivieso del Mapu Lautaro, a quien negaron asistencia médica dejándola en silla de ruedas de por vida.
En las declaraciones y volantes subrayábamos: “Somos autónomas del Estado, de todos los Partidos Políticos, de todas las Instituciones, incluidas las ONGs (feministas o no)”.
La heterosexualidad obligatoria no es neutral
Lésbicas o no, habíamos adoptado el grito: “Lesbianas contra la Violencia, lesbianas contra el Capital, lesbianas contra el Fascismo, contra el terrorismo neoliberal”, que escuché por primera vez de lesbianas feministas latinoamericanas, y nos interpretaba completamente.
El feminismo en Nuestra América no puede ser liberal, neoliberal, racista o derechista, como no puede ser “hetero”. La heterosexualidad obligatoria es una política sexual que heterosexualiza el poder con consecuencias nefastas: desaparece personas, debilita emocional, espiritual y físicamente. Significa femicidios, lesbocidios, crímenes transfóbicos y homofóbicos, agresiones machistas, psiquiatrización-medicalización que tortura emocional y físicamente. Es parte de la colonialidad cristiana que generiza, racializa, clasifica y categoriza a la gente.
Los fines últimos de la heterosexualidad obligatoria son concretamente acumulativos y de esclavización. No es casual que las invasiones colonialistas e imperialistas europeas, hayan colgado, asesinado y quemado a “sodomitas”, “sodomitas foeminariun” (tortas y camionas), a gente de dos espíritus, “brujas”…; que obligaran a matrimoniarse a la gente cuando la costumbre por siglos fue sólo juntarse (“concubinato”). Ni es casual que destruyeron todo orden sexual y de parentesco pre-existente, para imponer dos géneros “opuestos” y la familia heterosexual: padre-madre-hijos. “Todas las guaguas que mande Dios” y el rechazo al aborto es parte de la heterosexualidad obligatoria que ha servido a las clases dominantes para crear categorías de gente para explotarla.
Lesbiana feminista no son “preferencias sexuales”, ni heterocuriosidad, ni prácticas privadas ligadas al deseo individual, son decisiones políticas colectivas. La memoria histórica lesbofeminista es concreta: fueron las lesbianas feministas materialistas de los 70 (en Europa occidental) quienes dijeron que “el sexo siempre es social” y la sexualidad es una experiencia histórica.
Lesbiana, no es la panacea parejil amorosa, pero puede desafiar a la dominación. Es disidencia organizada que no se deja “conquistar”. Lo lesbiano no debería, nunca, aspirar al poder de la masculinidad, ni rendirle pleitesía, y tal vez pudiera desarmar esa feminidad medio patética y la masculinidad femicida, soberbia y prepotente; también des-heterosexualizar el amor y el cariño.
Ya no tiene gracia llamarme “lesbiana” como un insulto, pues desde hace una década soy yo misma quien lo dice y lo vive. Y he comprendido que esta autodefinición también tiene una carga de acceso privilegiado a espacios feministas donde pude comprenderme y reflexionar con otras de manera separatista.
[1] “La Cuarta” Yuri Alvarez y Ariel Morales, enviados especiales , jueves 28 de noviembre de 1996.