Sebastián Barrante, artista del libro: Borrar la tortura con manchas de café
El 2016 Sebastián Barrante (1986) estaba sentado, café en mano, esperando a la artista Luz Sciolla para hablar del seguimiento que ella hace del abuso de poder en distintos lugares del mundo. Luz llegó a la cafetería, se sentó y sin decirle una palabra le entregó el recorte de un diario que era parte de su investigación. En él salía el nombre de un primo de su padre, un joven militante del Partido Socialista detenido y fusilado en 1973 por los agentes de la dictadura en el Regimiento Arica de La Serena, en el marco del plan Caravana de la Muerte.
Ese encuentro impulsó a Sebastián a revisar su historia familiar, ya que su padre, Enrique Barrante, militante del Partido Comunista, también había sido detenido y torturado durante 10 meses en la cárcel de La Serena. Pero los detalles de esa historia solo los había escuchado una vez, ya que era como un secreto familiar escondido bajo la alfombra. La oportunidad se dio en el contexto de un montaje teatral: Sebastián tenía 15 años y debía interpretar al protagonista de la obra Brunch (Almuerzo de mediodía), de Ramón Griffero. El personaje se llamaba Esteban y, coincidentemente, era un preso político condenado a muerte.
“De casualidad me tocó ese personaje y en ese momento caí en cuenta que mi papá había sido preso político y que nunca me había hecho cargo de esa situación. Nos sentamos y empecé a hacer preguntas, pero muy desde el contexto que tenía que hacer este personaje y de interiorizarme con la situación. Que si se piensa puede ser una forma súper fría de aproximarse a algo tan dramático, pero él no tuvo ningún problema y me enteré de lo que realmente había sucedido. Después me fue a ver al teatro y me contó que le había gustado la obra”, recuerda Sebastián.
Eso fue el 2001, pasaron los años, Barrante terminó el colegio y se fue a estudiar arte a la Universidad de Chile en Santiago. “Siempre sentí que tenía un tema al debe con la situación de mi papá. Así que empecé a escribir lo que yo recordaba de esa conversación, porque nunca más volvimos a hablar de eso. No era un intento de ser tan exacto porque esto no es un testimonio literal, sino que apunto a que todo lo que me sucede en la vida y cómo reacciono ante esos sucesos viene teñido por la experiencia de mi padre”.
Esos apuntes que contenían la dolorosa historia de su padre, de su familia y de muchas otras personas anónimas que sufrieron el terrorismo del Estado de Chile, los guardó por años en un cajón hasta que leyó ese recorte del diario. Entonces comenzó a unir los recuerdos de su padre con un proyecto de manchas de café que estaba realizando. Se trataba de un calendario que contenía las borras de café que tomaba a diario. 31 días, 31 manchas de café, las que se pueden leer, como el tarot o los restos de té, y hacer una interpretación del momento en que está la persona que lo consumió.
“La intuición es lo que me guía en los procesos creativos y en un impulso, sobre un escrito que tenía en la mesa, derramé una borra de café. Ahí descubrí esta doble lectura, de intentar borrar la historia de mi papá. Y el primer impulso fue fijar los restos de café, pero desde la editorial en Chicago (Candor Arts) me dijeron que no, que sería bueno que la mancha fuera desapareciendo y que finalmente se descubra qué es lo que dice debajo”.
Fue así, cómo dio con la forma para abordar su historia familiar desde el arte. Tentativa de la razón es una edición limitada de 14 libros (de los cuáles uno nunca se hizo) de una sola página y que contiene una frase única, que apenas se puede leer producto de los restos de café. Generando así una imposibilidad de acceder al relato en su totalidad y provocando una tensión frente a las manchas, que solo con el paso de los años desaparecerán y dejarán leer lo que alguna vez ocultaron. Por ejemplo, en el libro número 3 se esconde la frase: “Mataron al Barrante, dijeron. Pensaban que era yo”.
- ¿Por qué decidiste que un libro no se hiciera?
Pasó algo bien curioso porque cuando mandé las borras finales a Chicago, que supuestamente eran 14, a ellos les llegaron 13. Fue error mío que la número 8 no estuviera, pero son cosas a las que trato de sacarle un sentido. Así que me gusta pensar que hay una borra que está desaparecida y eso es muy coherente con la historia. Pero igual la hicimos presente en la edición, por eso en el catálogo sale que son 14 libros, pero hay uno que, efectivamente, no existe.
- Cada vez que se venda un libro se pondrá una placa que contiene una mancha en una caja, tanto en Chile como en Chicago. ¿Por qué?
Este es un segundo paso, porque el proyecto no es solo hacer un libro, lanzarlo y venderlo o donarlo. También hay que darle un sentido y que permanezca vivo. Entonces esta caja la va a hacer mi papá, lo que es muy simbólico. Y claro, en los espacios que ya no existe este fragmento de historia, se va a ir llenando con estas manchas. Es un poco para intensificar la idea que esta historia no desaparece, sino que se mantiene.
- ¿Qué dijo tu padre cuando le pediste que hiciera las cajas?
Le pareció bien, pero todavía no entiende en totalidad el trabajo porque no lo ha visto y, siendo súper honesto, tampoco le he dicho que la caja es para este proyecto. Y ahí hay un tema porque no quiero que él sienta que me estoy aprovechando de su historia para hacer una obra. Necesito estar con él para mostrarle y explicarle todo, cara a cara, y esa conversación todavía no existe.
- El libro no tiene el precio publicado en el catálogo. ¿Están siendo selectivos con su venta o qué?
Tenemos publicados los precios hasta mil dólares, de ahí para arriba no los ponemos. Y este, particularmente, es mucho más caro. De hecho fue un tema con Candor Arts, porque en ese mercado se manejan otros precios y aquí en Latinoamérica es muy difícil mover algo así, y a mí me interesa que se mueva, si bien ya se vendió uno a la Special Collection de la Universidad de Miami. Así que llegamos a acuerdo con ciertos elementos de la obra para que no subiera de cierto valor, porque iba a ser más caro aún. Ahora, no es un libro que tenga una edición más barata, sería raro hacer un merchandising de esto. Así que hemos pensado en algunas estrategias y me interesa hacer una donación en Chile para que quede en un lugar y el que no pueda comprarlo, pueda ir y revisarlo. Quizás el Museo de la Solidaridad Salvador Allende es una buena opción.