Mujeres de tinta, carne y hueso
Desmarcado de la cultura del espectáculo y las prefiguraciones de las industrias creativas, hay un arte que asume el rol social político que tiene en la (de)construcción y transformación de realidades. Y hay realidades que llaman a ese arte a romper las narrativas dominantes. Sobre esa premisa radica la genealogía de “Ancestras del Futuro”, proyecto del programa Activa tu Presente con Memoria, que puso en la retina de la ciudad a tres mujeres cuyo gesto interpela al transeúnte en su andar cotidiano por calles de Concepción, Penco, San Pedro de La Paz, Nonguén, Coronel Sur.
Son las protagonistas de la serie esténcil que la artista visual argentina Ailén Possamay cocreó junto a diversas agrupaciones comunitarias y muralistas del Biobío, trazando un claro objetivo en su ruta: reapropiar el espacio público activando en los barrios reflexiones críticas sobre el rol simbólico y cultural que explota al ser mujer.
Traspasadas a tamaño natural, las estampas aluden a uno de los planteamientos centrales de la teórica feminista Silvia Federici (“El patriarcado del salario”) citas que Possamay incorpora a su propuesta gráfica. Así, para ilustrar la consigna ‘eso que llaman amor es trabajo no pagado’ la artista relevó dos identidades altamente reconocibles en el imaginario latinoamericano: la joven dueña de casa ensimismada en la tarea de barrer (personificada por la trabajadora independiente Karina Chamorro) y la mujer mayor que amasa pan (encarnada por la dirigenta vecinal Rosa Silva). Subvirtiendo esa representación, el llamado a la ‘desobediencia doméstica’ muestra a la mujer rebelde pateando un balde (interpretada por la activista popular Mary Báez).
Escuchando lo que ellas piensan sobre esas problematizaciones, lo que cada una cuenta de su propia historia, se descubren los puntos de fuga que han construido para salir de la opresión. Espacios en los que ejercen la autonomía sobre su tiempo y en sus relaciones sociales, sean éstas personales en lo familiar o colectivas en lo vecinal o comunitario. Paralelamente en ambas dimensiones las mujeres disidentes auto gestionan sus recursos, tejen redes afectivas, cuidan de la vida, organizan la comunidad de su entorno, es decir, articulan eso que la dupla Rolnik y Guattari llamó micropolíticas. Gestos orgánicos de resistencia y reivindicación en los que convergen Mary, Karina y Rosa, por muy distintas que sean. Sus biografías las reúnen hoy en la experiencia de representarse a sí mismas para ser el espejo de otras. O romper ese espejo. O no mirarse en él.
Historias de la iconografía
La bachiller en Artes Visuales y tatuadora Karina Chamorro Crisosto (31 años) decidió no tener jefe, no someterse a la profesionalización de sus talentos y dedicarse a la crianza de su hija. Oriunda de Yumbel, radicada en Concepción, paulatinamente fue convirtiendo su casa en una estructura creativa autónoma donde convergen músicos, diseñadoras, fotógrafos. Ahí caracterizó al personaje ‘dueña de casa’, papel que en cierta medida la representa, pero cuya naturalización rechaza. Lo más valioso para Karina fue conectar con la realidad de otras mujeres “que tienen las mismas inquietudes que yo, en distintas etapas de la vida. El visibilizar el trabajo doméstico no remunerado es algo con lo que, en lo personal, he luchado hace años, el acto de exponerlo y criticarlo es mal visto, por lo tanto, esta instancia fue fundamental para profundizar sobre un tema complejo de tocar y conocer otras historias con las cuales identificarse. Basada en esas ideas, creo que no hay mejor lugar que el espacio público para exponer una realidad negada por tanto tiempo y estimular al cambio por medio de la acción”.
Estimulando el feminismo popular en cada entorno que la rodea, se encuentra la activista Mary Báez Suánez (66 años) actual Vocera de la Asamblea de Mujeres Revolucionarias María Galindo, quien desde su época universitaria ha opuesto ideas anti sistémicas basada en la colaboración y acción comunitaria. Mary mueve multitudes. Vive en Chiguayante, comuna que siempre trae consigo en sus evocaciones a la generosa huerta y belleza de los atardeceres cerca del río. Estampó su propia figura en las intervenciones de la sede del Sindicato de Trabajadores Pétrox en Concepción. Su personaje también está presente en la Población Margarita de Penco y frente a la línea férrea de Coronel Sur. Para ella, reflexionar de sobre la doble jornada significó “profundizar y robustecer mi nivel de conciencia frente al criminal robo que hace el capitalismo a las familias trabajadoras, inventando un trueque absurdo: el inmenso aporte de la mujer para que su sistema explotador y represivo funcione fuese pagado con amor, el trueque es amor por amor y no hay más, la mujer y la clase debe tomar conciencia de esto y decir basta. Además es una alegría profunda representar a las mujeres y llamarlas a rebelarse y a no seguir creyendo en pamplinas”.
Tiene una avanzada de amigos, familia, vecinas que la admiran, la dirigenta Rosa Silva Silva (82 años) forma parte de una de las resistencias más profundas que ha visto el Biobío, región que sabe de luchas sociales y amnesia. El sector de Boca Sur, territorio que gracias al accionar de sus habitantes se transformó, pasando de la erradicación feroz que marca su origen en los ochentas, a ser la población organizada que es hoy, abastecedora de hortalizas y educación popular. Para el esténcil de Ancestras del Futuro, Rosa personificó a la mujer mayor que amasa pan, un papel que no le es ajeno porque junto al activismo popular, durante décadas se ha dedicado a la elaboración casera de pan. Por eso le hizo tanto sentido vivir la experiencia en Boca Sur. Dice “me gustó mucho haber participado porque también participaron otras vecinas y porque refleja a la mujer dueña de casa que todavía no es valorada. Agradezco que se represente a la mujer pobladora que tanto ha entregado al país, siendo un trabajo invisible y hasta ahora tampoco reconocido”. Ailén Possamay fijó la imagen de Rosa en las estampas de Boca Sur en San Pedro de La Paz; de la Caleta Lo Rojas en Coronel Sur y en Concepción.
Barrios y mentes inquietas
“A ellas yo las conozco, en realidad como que todas son la misma mujer” comenta una vecina al observar el único mural de la serie que incorpora a las tres anti heroínas de Ancestras del Futuro. Se encuentran plasmadas la fachada contigua a la sede del Sindicato de Trabajadores ENAP Pétrox, significativo edificio de Concepción conocido durante los ochentas como ‘la casa del pueblo’ por brindar un punto de reunión seguro a diversas organizaciones que resistían a la dictadura.
Dicha fachada actualmente es el acceso al estacionamiento del lugar, originalmente fue la entrada principal de una iglesia de la cual sólo queda un bloque de cemento. Transcurridos varios años de descuido, el espacio fue ocupado por personas que pernoctan ahí convirtiéndolo en su casa al oscurecer. Si bien esa situación no ha cambiado, la relación de los habitantes con el edificio mejoró desde que fue intervenido por la Brigada de Mujeres Muralistas.
La colectiva pintó una enredadera que llegó a transformar el lugar en un vivero luminoso en el que las hojas de murta, porotos, maqui entrelazan la iconografía feminista dispuesta en el extemplo, un esténcil en cada nicho. Aparecen las pupilas y mentes inquietas de caminantes que se acercan a las artistas para comentar lo familiar que resultan esas imágenes. En efecto, las figuras son parte de su propia historia personal y de la memoria colectiva, son la madre, abuela, esposa o hermana del observador a quienes ha tenido o ha visto sometida a un rol útil al ideal que sostiene a la hegemonía, luego, a sí mismo. Esa maqueta forzada sobre los cuerpos, ideas y territorios, hoy se desestabiliza día a día. Porque los discursos e imaginario del binomio patriarcado capitalismo, están siendo permeados por fuerzas sociales comunitarias en multiplicación. Y por artistas que despliegan su función crítica allí, entendiendo que un barrio es también un país.