8M: Inevitable e inextinguible
Constantemente me pregunto qué es una mujer, considerando los diversos lugares de referencia que me convocan: como migrante, como mapuche, como escritora, como lesbiana, como patagona, todos lugares con significaciones que no puedo jerarquizar; constitutivos, ninguno menor, todos amplios, complejos, en diálogo y disputa, de límites porosos, de resistencia y lucha. Quise esperar unos días para no proyectar cierta resaca de triunfo por una señal de algo mayor que recién comienza y avanza. No se puede evaluar un proceso social de esta magnitud de transformación por una marcha, nada más es la ventana hacia a lo que debiéramos apostar.
Desde hace tres años vivo en Rosario, he seguido con atención los feminismos argentinos, me sumé a la campaña por la legalización del aborto, desde la conciencia y la palabra. En mayo del año pasado visité Santiago, estuve en una marcha feminista con una amiga brasileña que quedó impresionada por la cantidad de policía, represión y la merma al derecho a expresión. Sin embargo, el 8 de marzo el paradigma cambió, el movimiento de mujeres y feminismos están aconteciendo con tal fuerza que ha obligado a guardar las armas y a retractarse de montajes. Sabemos que no hay vuelta atrás, y nos reprimirán o criminalizarán porque necesitan del statu quo para sostener nuestros cuerpos neoliberales, nuestra política sin sentido de organización. Le dije a mi amiga que así es Chile, con esa sensación que aún no puedo definir y creo que se parece al exilio. Aún no comprendo por qué tenemos normalizado pedir hora y permiso para marchar, en otros países es simplemente la expresión de la voluntad ciudadana salir a la calle a decir.
El viernes 8 de marzo fue inevitable y será inextinguible. Nos erigimos como una fuerza potente y con proyección, feminismos que se van instalando en Chile y Argentina, y América Latina será toda feminista, como propuesta de tejido y sueño que se escucha también en las calles. Hace un mes me entrevistaron y me preguntaron sobre el feminismo, lo primero que se me vino a la cabeza es lo complejo que es mirar como mujer migrante, tu país y el que eliges, sobre todo por lo súbita de esta marea verde. Opiné desde mi oficio y lugar: la escritura, y agregué que veía a Chile algo dormido y que nos faltaba mirar la historia; por eso mi sorpresa fue un bello alivio, y de paso un coscacho, cuando el 4 de marzo amanecieron las estaciones del metro con tanta memoria, con todo ese dispositivo que desde la historiografía necesitamos, ser cómplices en un ejercicio de ciudadanía y ternura. Ese lunes vi que Chile no se ha dormido, y que las mujeres nos levantemos no es aislado ni casual, el patriarcado lo sabe.
Mientras marchaba el 8M en Rosario entré a redes sociales y busqué Coyhaique, mi ciudad, y vi esa convocatoria que fue considerada como multitudinaria, no veía algo así desde las marchas del conflicto del 2012. Tantos años fuimos pocas, a veces ninguna. Entonces salté y grité con más fuerza, no me importaba estar lejos, queremos lo mismo, aunque tampoco quería la nostalgia de la ingenua esperanza.
[caption id="attachment_278914" align="aligncenter" width="2048"] Foto: Iván Triviño[/caption]
El año pasado seguí la discusión y votación por el aborto legal, seguro y gratuito, en el Congreso argentino, cuando vi que en Buenos Aires había un millón de personas, y en Rosario tantas miles, madrugando, esperando la votación, sentí que algo estaba cambiando y que no era solo aquí. Cuando las mujeres nos queremos y comprendemos toda la lucha y ternura que nos debemos, podemos lograr cosas gigantes. Y terminar cosas horribles, como base de nuestra lucha y también los discursos de odio que promueven algunos medios de comunicación, y las declaraciones y vueltas de rueda, de rumbos y de ideas de las autoridades del gobierno, que utilizan un lenguaje que se acerca al “menos mal”, cuando una ministra afirma que la marcha se desarrolló de manera pacífica, como si la ciudadanía fuera una masa de hooligan. Luego, considerada un éxito, quisieron hacerse propietarios del triunfo. No les sale. No lo logran. Siempre los descubren, como el bucle de los dibujos animados.
¿Qué es una mujer? Es una pregunta que siempre me hago, ante la fascinación del cuerpo territorio, del cuerpo político, de la potencia y con la convicción de que nosotras movemos el mundo. Comienzo a enumerar, intento enumerar, y concluyo en cómo saberlo, ¿cómo podríamos saberlo si siempre hemos estado en un segundo plano que no se reconoce y un poder que se niega a legitimar nuestras demandas? A cambio, nos instalan la culpa como hermanas, como madres, como parejas, como mujeres. La claustrofóbica estructura patriarcal, económica, donde la libertad básica no la tenemos asegurada: decidir sobre nuestros propios cuerpos, y que no sea un Estado que nos otorgue roles y nos considere como un artefacto en la línea de producción, subestimando nuestras individualidades y colectividades porque nos regula según una condición, que se ha propuesto- sine qua non de ser mujer: la maternidad. Lo hace porque nos “protege”. No necesitamos lo unilateral, necesitamos reivindicación histórica y que se creen leyes dignas. Me parece anacrónico y torpe que exista un Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género que nos hable de Mujer, Sexualidad y Maternidad, como una tríada para entregarnos “herramientas para el empoderamiento y el fortalecimiento de la autonomía física”. O que contenga, en su web, “Leyes que benefician a las mujeres”, como si fuéramos depositarias de caridad, y luego una enumeración de leyes que no llevan a ningún diálogo. Necesitamos un relato que conecte las calles y el Congreso, y no que opere la mística de la delincuencia como vehículo de la represión a la que estamos expuestas a diario. Necesitamos crear un correlato en función de la necesaria tensión que requieren los cambios, que lo sintamos esencial. No necesitamos que se autoconvoque ese pedazo de Estado cada vez que nos matan declarando que harán algo, que están haciendo o que hicieron. Requerimos Educación Sexual en todos los niveles educativos, como base de una sociedad saludable y que comprendamos el respeto por los cuerpos, que son políticos, que tienen discurso y resistencia, que nos habitan diversidades, disidencias; que tenemos un reclamo histórico y que vamos -además- por el goce; que no existe tal fantasma de la ideología de género, que perdamos el miedo, que nacer mujer no es una condena, sino una enorme construcción por hacer.
¿Y qué es una mujer? Nunca concluyo, y es lo que me mueve, independiente del país y del Estado, esto avanza, y Santiago telúrico tuvo epicentro feminista, el conservadurismo de mi ciudad se resquebrajó como nuestra geografía, y abracé la cordillera y Chile no me pareció tan lejos, Rosario me pareció mi lugar y mi cuerpo mi hogar.
En la marcha, con toda la impronta con la que avanzan las pibas, vi un cartel que decía: “Hoy somos noticia, no nos detendremos hasta ser historia”. Espero que mantengamos este orgullo, este abrazo, la organización, el diálogo, la resistencia. Se lo debemos a las mujeres grandes, a las que ya no están, a las infancias, a todas. A todes.