Conmemoramos, recordamos y luchamos en este 8M

Conmemoramos, recordamos y luchamos en este 8M

Por: Ana María Gutiérrez Ibacache | 09.03.2019
En el espacio público, la inseguridad permanentente genera una carga mental y estrés adicional en el día a día. Desde la llamada entre amigas para avisar que llegamos bien, lo que significa que en la micro, en el metro, en el uber o en el taxi no nos hicieron nada. O la angustia que genera no tener respuesta de tu amiga que no aviso que llegó.

El Día de la Mujer Trabajadora es para conmemorar a las que lucharon por todas, pero que ya no están con nosotras. También lo es para visibilizar, reflexionar y actuar sobre las desigualdades y violencias a las que nos enfrentamos como mujeres. El cansacio, el enojo y la rabia por lo vivido en nuestras trayectorias de vida por ser mujeres se refleja en distintos espacios.

En el espacio público, la inseguridad permanentente genera una carga mental y estrés adicional en el día a día. Desde la llamada entre amigas para avisar que llegamos bien, lo que significa que en la micro, en el metro, en el uber o en el taxi no nos hicieron nada. O la angustia que genera no tener respuesta de tu amiga que no aviso que llegó.

La posibilidad de ser acosada, abusada o violada en uber o taxi deriva en la obligación autoimpuesta de compartir el viaje en línea con el grupo familiar o una amiga por si algo pasa, no caminar por calles oscuras o solitarias; cuidar que mi forma de vestir no provoque a algún hombre porque no se puede controlar; cuidar que mis fotografias en redes sociales no vayan a ser publicadas en alguna página como nido.org. Si te vas de fiesta procurar que nadie le coloque algo a tu bebida, que nadie abuse de ti si bebiste más de la cuenta o que ese hombre que se veía tan confiable y amigable no termine siendo un abusador.

En el espacio laboral, escuchar que te acostaste o te acuestas con tus compañeros de trabajo o con algún jefe para llegar al cargo que ocupas o para acceder a otro mejor; que te pagan y reconocen menos tu trabajo, que te falta carácter para ser jefa y que tu productividad laboral se ve afectada por la maternidad, lo que no ocurre con los hombres y la paternidad.

En el espacio privado, las labores del hogar y de cuidado de niñas y niños, personas mayores y enfermos, es asumido por mujeres; no hay reconocimiento ni salario para el trabajo doméstico; la violencia física, psicológica y económica que limita la autonomía de las mujeres y muchas veces termina en femicidio, resultado de relaciones desiguales de poder donde lo femenino es lo inferior.

Hace unos días me asaltaron un grupo de cinco hombres y termine agradecida de no haber sido violentada sexualmente, pues uno de los temores más grandes de una mujer es la violación. Aprendimos a vivir con eso porque desde pequeñas se nos enseña a nosotras a cuidarnos y no a ellos a no violar.

No es fácil vivir con esa carga mental en el día a día y con la sensación de inseguridad por ser mujer.

En oposición a las experiencias más duras, también está la alegria de vivenciar una época de cambios en relación a los derechos de las mujeres; de generaciones más jóvenes que sacan la voz y de más sororidad entre nosotras. En el que cada día se suman más compañeras de lucha y juntamos decimos basta, ni una menos, no más violencia, no más patriarcado, porque nunca antes el 8 de marzo había sido tan importante y de la manera correcta.