Desempleo y Territorio: Iguales, pero nunca iguales a mí

Desempleo y Territorio: Iguales, pero nunca iguales a mí

Por: Néstor Morales | 02.03.2019
La inequidad en Chile no es nueva. Chile nació desigual, desde mucho antes de la creación de nuestra temblorosa república nuestro territorio era presa del vandalismo español y criollo. La Colonia en Chile forjó la idiosincrasia de nuestro país hasta nuestros días. La historia de las desigualdades nos muestra cómo la sed de propiedad de los rentistas ha llevado a la usurpación y destrucción de los territorios y de las comunidades en Chile.

Las cifras del INE sobre empleo son cada vez peores. Más aún en regiones, donde se vive y se construye buena parte de nuestro país. Las oportunidades de empleo escasean, son más las personas que se incorporan mes a mes a la fuerza de trabajo, las industrias y requerimientos de tipos de trabajadores son homogéneas impidiendo la diversificación y reconversión laboral y, por si fuera poco, existen menos y peores servicios para las comunidades y con ésto, hacer frente en las ciudades al desempleo se vuelve una tarea titánica.

Esto podría ser sólo el corolario de un titular en negrita, sobre los problemas de la economía chilena pero, más bien, se trata de un problema aún más profundo, como es la desigualdad o las desigualdades en Chile.

La inequidad en Chile no es nueva. Chile nació desigual, desde mucho antes de la creación de nuestra temblorosa república nuestro territorio era presa del vandalismo español y criollo. La Colonia en Chile forjó la idiosincrasia de nuestro país hasta nuestros días. La historia de las desigualdades nos muestra cómo la sed de propiedad de los rentistas ha llevado a la usurpación y destrucción de los territorios y de las comunidades en Chile.

No es nuevo entonces que se eche mano a buscar soluciones que tengan que ver con el uso y abuso de la tierra para darle movimiento al mercado laboral. Una de las principales críticas de los españoles y criollos a los Mapuche fue que dejaran descansar la tierra. Estos pensaban en la sustentabilidad sagrada del territorio; los usurpadores, en cambio, buscaban con qué seguir generando alimento para la nueva fuerza laboral que seguía llegando y naciendo. El objetivo fue sacar de la tierra y cavar tan hondo hasta que si no era la zanahoria o el trigo, fuera el oro, la plata o el metal que pudiera ser comercializado lo que solucionara el problema.

Hoy, similares condiciones se cruzan con las cifras de empleo. La historia reciente y no tan reciente sobre explotación de los territorios nos muestra cómo cuando aparecen noticias como éstas, se echa mano a apurar o reactivar proyectos de inversión, alivianar impuestos y destrabar normativas que pudieran hacer peligrar a los rentistas: asegurarles la propiedad del agua a perpetuidad, ampliación de hectáreas explotables, reconvertir territorios nativos en productivos, explotar hasta el hartazgo las zonas de sacrificio, entre las que usted conoce y otras más que se les ocurrirán.

Todo este artificio legal y económico con el fin social de los rentistas: crear muchos más empleos. Como si el mero enganche fuera la solución a todo. Desde la faena del cerro grande de Potosí, las salitreras, la guerra del pacífico, las matanzas de indios y hasta el superciclo del cobre, el enganche de rotos, soldados, proletas y trabajadores ha sido el método y el objetivo final de las políticas de empleo en Chile. Políticas privadas y de Gobierno. La sola creación de una plaza laboral sin importar las condiciones ni los beneficios individuales y colectivos de éstas nuevas plazas y menos aún el impacto en la economía. Lo que importa es la creación de lo que es mejor: “a lo menos un empleo, antes que ningún empleo”.

Con esta frase se ha gestionado, paralelamente en nuestro país, una industria nueva, la del “Emprendimiento”. Una mala lectura de los economistas y premios Nobel ha tenido como consecuencia considerar que todo autoempleo o empleo de supervivencia, es en verdad un proto-empresario. Esto es falso en varios sentidos, pero principalmente es un argumento falaz toda vez que no existen en Chile ni las oportunidades de financiamiento real ni la protección de la familia para este “emprendedor”, por lo que termina enfrentándose sólo en el mercado, derrumbado a los pocos meses por su inexperiencia, falta de capacidades instaladas (verbi gratia del sistema educativo), ausencia de capital de apoyo, y sobre todo con el peso de la historia que se repite una y otra vez del rentista, latifundista o industrial minero, frente al artesano gañán, mestizo, huacho o inquilino. Unos tienen la tierra y el capital y otros deben competir por un subsidio.

¿Hay forma de revertir este panorama? No muchas, sobre todo cuando el fenómeno migratorio global actual indica que serán cada vez más las personas en tránsito buscando un lugar donde empezar desde cero y Chile, vende la imagen internacional de la “tierra de las oportunidades”. Ahí comienza el conflicto otra vez, el enganche de trabajadores mal pagados, que deambulan mendicando en las calles por pocos pesos, que prefieren volver a su país en Guerra Civil antes que quedarse helándose en invierno sin conocer, a veces, ni siquiera el idioma, pero aprendiendo demasiado rápido, cómo el desprecio por el otro, el otro diferente, les congela todavía más que el mismo frío.

Los analistas e incumbentes dirán que nos quieren iguales: a los pobres, los trabajadores y desempleados en regiones, migrantes extranjeros y nacionales, etc., todos con los mismos derechos y garantías, explotarán y sobreexplotarán nuestras propias tierras para ello; pero para nunca ser iguales a ellos; que la igualdad sea declarativa, normativa y que haya a lo menos un empleo para todos, pero que este no sea igual al mío, nunca igual a mi, porque eso haría cambiar la historia y para eso, dirán tratando de cubrir las cifras del INE y de la historia: “deberán pasar sobre nosotros”.