Pumas y lobos marinos versus el Estado de Chile
La captura de un ejemplar de puma (Felix concolor), en el exclusivo sector residencial de Lo Barnechea en Santiago de Chile, efectuado durante 15 horas por el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), el Zoológico Metropolitano, el Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros (GOPE) y el cuerpo de bomberos llamó la atención pública por su improvisación, escasez de medios materiales y la falta de protocolo y de profesionales especializados para enfrentar la interacción entre este felino silvestre con la población humana circundante.
La presencia de estos felinos silvestres que deambulan en busca de alimento en sectores urbanos no son hechos inusuales, tal como lo vienen señalando las autoridades del SAG, sino que constituyen señales de advertencia sobre los negativos efectos ambientales de la desregulada expansión inmobiliaria, y la consecuente fragmentación y parcelamiento de los frágiles ecosistemas cordilleranos.
Especies como pumas, zorros, guiñas y cóndores tienen un papel clave en la mantención de la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas naturales que constituyen sus hábitats. A su vez, los felinos silvestres son controladores de especies exóticas introducidas de alto impacto sanitario, económico y ambiental, tales como conejos, liebres y roedores.
Al ubicarse en el tope de la cadena trófica, el puma es una especie altamente sensible a los cambios que ocurren en los niveles inferiores, actuando como fusibles o indicadores biológicos del estado de salud de los ecosistemas de montaña, actualmente bajo amenaza por la indiscriminada proliferación de especulativos proyectos inmobiliarios, actividades turísticas, mineras y ganaderas, a lo que se suma la introducción de perros, los cuales generan diversos impactos ambientales en las áreas de la cordillera de los Andes adyacentes a Santiago, metrópolis que concentra el 40,5% de la población chilena (7.112.808 habitantes, según Censo de 2017).
La visión antropocéntrica del Estado chileno como parte del problema
Las declaraciones efectuadas por el director del SAG, Horacio Bórquez Conti, y otros funcionarios de esta oficina pública, deja en evidencia una preocupante visión cortoplacista, antropocéntrica y reduccionista, imperante entre las autoridades encargadas de proteger el patrimonio silvestre del país.
El director Bórquez, ex asesor del ex ministro de Agricultura y ex Intendente de La Araucanía, Luís Mayol, señaló que “nosotros tenemos protocolos para todos estos animales de vida silvestre, pero en su hábitat normal. No teníamos, ni tenemos protocolos para la ‘invasión’ de casas, o de animales silvestre en el hábitat de las casas (sic)”.
Luego de indicar que en el SAG “cuidamos mucho a los pumas”, Bórquez aseveró que éstos hechos son la consecuencia de que “la reproducción de pumas está siendo cada vez mayor. Entonces, también hay que medir qué nivel de población estamos teniendo en cada parte del país”.
Para información del director del SAG, las zonas residenciales de Lo Curro, Lo Barnechea, cerro Manquehue y Las Condes eran hasta hace algunas décadas el “hábitat normal” de la población de pumas. Así lo ha demostrado la anterior presencia de una hembra adulta buscando alimento en los jardines del condominio “Santa María Polo Golf” de Chicureo en junio de 2015, o la entrada de un macho juvenil a un departamento de Lo Curro el 2014.
Estas situaciones han sido acompañadas de la presencia de cóndores buscando alimento en el 2016, 2017, y 2019 en los sectores residenciales de Las Condes y Lo Curro.
Además, las poblaciones de pumas en Chile están sujetas en Chile a una intensa persecución y caza ilegal de parte de los ganaderos, siendo ésta una de las principales causa de la reducción de su distribución geográfica. Resulta llamativo que el Estado encargado de su protección, carezca de información sobre el número y características de los ejemplares muertos ilegalmente cada año. Sólo en la Provincia de Última Esperanza, Región de Magallanes, fueron cazados ilegalmente alrededor de un centenar de ejemplares en 2010.
Otra área de exterminio la constituye la región de la Araucanía, donde a pesar de no existir estadísticas oficiales sobre la caza ilegal, el SAG si lleva el registro de las muerte de ganado atribuidas a la acción de pumas. A esta situación, se une la autorización de captura o eliminación de ejemplares en “casos excepcionales”, a pesar que Felis concolor es una especie legalmente protegida.
El “excesivo crecimiento” de pumas y lobos marinos: Una excusa para eliminarlos
Las reiteradas denuncias sobre un “excesivo crecimiento” de aquellas poblaciones de predadores silvestres que están en conflicto con la expansión urbana, ganadera, pesquera y salmoneras comienzan a ser un argumento reiterativo entre los funcionarios públicos encargados de proteger a nuestra biodiversidad terrestre y acuática.
La ofensiva más estructurada es la actual campaña de desinformación pública que impulsa la Subsecretaría de Pesca (Subpesca), basada en una supuesta sobrepoblación de lobos marinos comunes (Otaria flavescens), la que estaría devastando las pesquerías artesanales. Como en el caso de los pumas, aquí también existe una “cifra negra” de matanzas ilegales de este mamífero marino, situación invisible para las estadísticas gubernamentales y publicaciones científicas.
Como es habitual, el Estado desconoce el tamaño poblacional de este carnívoro acuático en sus aguas juridiccionales.
Tanto el Estado chileno como el establishment científico han fracasado en implementar soluciones socialmente viables y ambientalmente sustentables para los históricos conflictos económicos, socio-ambiental y culturales entre las actividades empresariales y las poblaciones de predadores silvestres. La causa reside en el enfoque reactivo, cortoplacista y reduccionista del problema, dónde se insiste en intentar eliminar el síntoma, para evitar enfrentar los insustentables y excluyentes modelos de expansión urbana, ganadera y de extractivismo pesquero privatizador.
En Chile, pumas y lobos marinos son actores “disfuncionales” para las actuales políticas neoliberales, las cuales los despojan de sus territorios, presas y arrinconan progresivamente en áreas reducidas. Debido a esto, es cada vez más habitual ver a ejemplares de pumas en busca de alimento en sectores urbanos, así como a lobos marinos comunes deambulando, por la misma razón, en playas, caletas, mercados locales e incluso carreteras adyacentes a la costas de Puerto Montt, Valdivia, Talcahuano, San Antonio, Valparaíso, Coquimbo, Antofagasta e Iquique.
Defender nuestra diversidad biológica y cultural es una tarea ciudadana
La silenciosa reducción de pumas y lobos marinos comunes, los cuales se encuentran parcialmente protegidos por una formal e ineficiente legislación, encubre su silenciosa erradicación y destrucción de sus hábitats, mientras el Estado chileno intenta construir una justificación pública para implementar futuras reaperturas de caza comercial “legal” y/o la entrega de cuotas de eliminación de éstos predadores silvestres, reduciendo sus poblaciones en las áreas de expansión urbana, pesquera y salmonera.
Frente al continuo avance de millonarios proyectos de inversión de corte especulativo y extractivistas en ecosistemas naturales, cabe preguntarse ¿Qué papel juega la vida silvestre y sus ecosistemas en una antropocéntrica y consumidora sociedad chilena del siglo 21?, ¿Deberemos repensar nuestra animalidad y superar obsoletos sentidos comunes, para que los animales sean sujetos de derechos?
Después de la esclavitud, los derechos humanos, de género y de las comunidades LBGT, el próximo debate político y cultural será el superar obsoletos “sentidos comunes”, repensar nuestra animalidad y reconocer a los animales como sujetos de derecho.
Las especies silvestres son parte de nuestra comunidad biológica y cultural, como siempre lo han sabido los pueblos originarios. Ellas constituyen un espejo donde se refleja la sociedad chilena, mayoritariamente urbana, consumista y desconectada de la naturaleza. Es importante comprender que la invisibilización destructiva de la vida animal es otra dimensión del abuso del poder en nuestra sociedad.
La búsqueda de respuestas nos obliga a reflexionar más allá de la protección ambiental, para avanzar en el ámbito del necesario cambio político y cultural en la sociedad chilena, de manera de colocar en el centro del debate la defensa de la vida, la democratización del país, la defensa de los bienes comunes y la lucha contra la mercantilización de la Naturaleza.