Una de las problemáticas suscitadas a fines del 2018  fue el rechazo de la lectura de “La esquina es mi corazón” de Pedro Lemebel. Un conflicto que incluso llegó a la televisión y generó un reportaje en la tercera de las lecturas que se otorgan en ciertos liceos. Sin embargo, al leer los reportajes emanados en el dínamo y en el desconcierto siento que el conflicto es más profundo y radica en el sexismo en la educación, el rol docente y la función de las escuelas.

Es inconcebible que funcionarios del liceo reproduzcan comentarios que potencian el estereotipo masculino y así denostan a la mujer y la diversidad sexual. Esa discusión está entre las tantas demandas que persiguen el respeto y la dignidad de todo ser humano.

Entonces, las y los docentes pueden conformarse solamente con pasar el contenido, las escuelas acaso no deben un espacio de aprendizaje para insertarse en una sociedad sustentada en la diversidad, no obstante, al parecer, el liceo San Francisco de Quito de la comuna de Independencia tiene otro camino, un camino que reproduce desigualdades, un camino que se aleja de la diversidad, un camino añejo y conservador, un camino que no entiende los valores más profundos de la democracia y que se torna más oscuro cuando me entero que es un liceo municipal. Entonces me surgen una serie de preguntas ¿Qué pasará con los estudiantes homosexuales al interior del liceo? ¿Qué pasará con los docentes que sienten que estas temáticas deben ser trabajadas? ¿Cómo será vivir o sobrevivir al interior de esa comunidad?