Cardenal Medina reaparece para asociar el sexo fuera del matrimonio con crímenes, acoso y aborto
Si fuera un papiro encontrado en una iglesia del siglo XVII quizás no sería noticia, a menos que tuviera valor arqueológico, pero no. Se trata de una carta enviada por el cardenal Jorge Medina y publicada por El Mercurio en el que asocia la actividad sexual fuera del matrimonio como una acción sin amor y vinculada a delitos, incluso con femicidios.
"Fuera del ámbito conyugal no es raro que el apetito inmoderado de la búsqueda de la satisfacción sexual conduzca, desde situaciones de acoso hasta hechos de suma violencia", reflexiona Medina en el texto que se llama "La sexualidad" y en el que habla sobre las ventajas de la castidad.
Y agrega que esos actos "pueden llegar, por la vía de los celos, hasta límites verdaderamente criminales, como son los asesinatos y feminicidios, o también los abortos procurados". Esta es la primera vez que el arzobispo saca la voz desde que se han destapado las denuncias de abusos sexuales al interior de la iglesia, sobre los que sigue sin pronunciarse.
Para el sacerdote, el sexo tiene solo "su expresión genuina" en "la vida conyugal dentro del estado matrimonial entre un varón y una mujer", y solo así "el ejercicio de la sexualidad genital se nutre del mutuo respeto, de la fidelidad amorosa, de las responsabilidades generosamente compartidas".
Pero no se queda ahí, ya que incluso el cardenal liga el deseo de tener sexo fuera de la relación validada por la Iglesia Católica, como un impulso que puede llegar a tener "características patológicas": "Es el caso, no el único, de aberraciones extremas, como son la pedofilia y la necrofilia, así como lo son otras distorsiones que pueden afectar en diversos porcentajes a miembros de la humanidad".
Junto con citar a la biblia, específicamente al "Antiguo Testamento", donde relata la conducta de los habitantes de Sodoma (ver Gén 18, 16-19, 25) y el "infame" adulterio del rey David (ver 2 Sam 11, 2-27), Medina apunta a que "la castidad no es solamente un valor humano, sino que ocupa un lugar relevante en la conducta cristiana" y no un tema "fruto de una mezquina mojigatería ni de un malsano menosprecio".
"Se puede afirmar que la castidad es la custodia y guardiana del verdadero amor. Como muchos otros hábitos, la castidad necesita una educación y no una 'educación sexual', como si debiera impregnar necesariamente toda la actividad humana, sino una 'educación de la sexualidad' que contribuya a la armonía del comportamiento humano", argumenta Medina.