El Frente Amplio tiene bancada parlamentaria ¿Y ahora qué?
Una de las principales novedades que trajo el inicio del año legislativo el pasado 11 de marzo fue la irrupción de una nutrida bancada frenteamplista. Superando las expectativas incluso de los más optimistas, las fuerzas emergentes arribaron al Congreso con una veintena de diputados y un senador. Sin duda este es un tremendo logro, que impone una serie de tareas y desafíos que pueden definir el carácter y proyección de la coalición. De ahí que superado el vertiginoso tiempo de campañas y el éxtasis que genera la victoria, cabe preguntarse ¿y ahora qué?
A nuestro parecer, a cien días de instalado el nuevo Congreso, es pertinente volver a recordar cuáles fueron las razones que llevaron a los partidos/movimientos que conforman el Frente Amplio a disputar el espacio parlamentario a las fuerzas políticas tradicionales, entendiendo por tales aquellas que sostuvieron por más de veinte años el pacto de la transición. Se asume que la irrupción en la esfera parlamentaria no es un fin en sí mismo, sino que sería un dispositivo táctico cuyo horizonte estratégico es transformar los pilares estructurales del modelo político, económico, social y cultural.
A partir de ahí identificamos tres líneas de acción.
En primer lugar, una bancada del FA debiera servir de “altoparlante” al conjunto de luchas sociales que se despliegan a lo largo y ancho del territorio. La bancada puede ser un importante instrumento al servicio de los actores sociales que están desarrollando focos de conflicto frente al modelo. Sin reemplazar al actor social ni tampoco subordinando a éste a las lógicas de la “parlamentarización”, los recursos y redes de acción mediática que conlleva la función parlamentaria, pueden ser un motor o canal de apoyo de indudable valor para los movimientos sociales y sus demandas.
En segundo lugar, la bancada del FA debe asumir la responsabilidad de proyectar y fortalecer la coalición. Ello supone un diálogo fluido con las instancias de gestión y coordinación del Frente Amplio, léase Mesa Nacional, grupos programáticos y espacios territoriales. Si se disocia la función de la bancada con relación al proceso de construcción de una alternativa política de disputa, el riesgo de quedarse encajonado en los estrechos y burocráticos marcos de la acción parlamentaria (trabajo de comisiones, estudio de proyectos de ley, tarea fiscalizadora, etc) es alto y la posibilidad de mimetizarse con una institucionalidad en crisis, le resta potencial transformador al FA.
Por último, el FA debe prepararse para gobernar. Para ello debe dotarse de una mayor musculatura política, orgánica y programática. La crisis terminal del proyecto social/liberal encarnado por la Concertación y luego por la Nueva Mayoría deja abierto el campo para la construcción de una fuerza opositora al actual gobierno que se constituya en alternativa para disputar La Moneda el 2021. Ese territorio en disputa bien podría ser copado por las fuerzas frenteamplistas si logran proyectarse como alternativa de gobierno en el corto plazo. Eso supone preparar sus cuadros técnicos y políticos, afianzar y desarrollar con mayor claridad sus bases programáticas y lo más importante, ensanchar su base social de apoyo, densificando su inserción territorial. En ese sentido la experiencia parlamentaria debiera resultar valiosa para las tareas por venir.
La posibilidad de “jugar en cancha grande” existe, sin embargo la fragilidad política y la inmadurez orgánica que aún persiste en esta joven coalición es el gran desafío por sortear. La proyección política de una fuerza de transformación es una tarea mayúscula, que se debe afrontar con responsabilidad histórica. Ojalá el FA esté a la altura.