Machismo encubierto
La nueva revolución feminista, manifestada en el último tiempo con fuerza en cada rincón del país -y del mundo-, ha dejado outside a varios hombres que, subrepticiamente, han dejado caer sus críticas a un feminismo que claramente no entienden (o no quieren entender).
Sus críticas camufladas, en forma de aletazos desprolijos y carentes de profundidad, los dejan en evidencia. Digo camufladas pues estas críticas no se efectúan desde una posición transparente. De hecho, estos críticos encubiertos, en vez de manifestarse explícitamente contrarios al feminismo (o derechamente machistas), se enfocan en asuntos que, bajo su curiosa interpretación, pueden conllevar peligros inimaginables para la humanidad.
Lo anterior no solo me inquieta, sino que me genera varias dudas: ¿Cual será su verdadera preocupación? ¿Qué será lo que les parece tan violento? ¿qué será lo que tanto les molesta?
Hace unos días, el conocido profesor de literatura y comunicador, Cristian Warnken, escribió en una de sus columnas que le temía a la “protocolización excesiva de todo” refiriéndose a las demandas que han surgido de parte de estudiantes universitarias. Pero su crítica es ambigua, pues inmediatamente surge la pregunta: ¿Dónde estará el límite entre lo aceptable y lo inaceptable para Warnken? ¿Pensará acaso -como algunas francesas que criticaron el movimiento Me Too- que los hombres tienen el derecho de importunar a mujeres que no conocen? ¿Y a qué se referirá con una excesiva protocolización de "todo"? Porque no está demás recordar que para nosotras ese todo se traduce muchas veces en abusos sexuales, miradas y dichos obscenos, manoseos descarados y faltas de respeto que debemos soportar, desde niñas, por el solo hecho de ser mujeres. Ah, ¡y violaciones y femicidios!
En todo caso, su rechazo por el feminismo (que curiosamente al comienzo de su escrito destaca) queda en absoluta evidencia cuando señala que el movimiento feminista "podría ser muy necesario y positivo". ¿Podría? ¿Por qué pone en tela de juicio al feminismo? Es evidente que un hombre que se define feminista nunca diría -ni mucho menos escribiría- algo así. Pero si no es feminista, ¿por qué avergonzarse en decirlo sin rodeos? Ese "podría" lo delató, pues si hay algo que no puede desconocer un amante de las letras y la filosofía, como Warnken, es el poder de las palabras.
Pero también hay quienes no parecen conocer bien el poder de las palabras. Un ejemplo de esto lo podemos apreciar cristalinamente si nos fijamos en un par de mensajes virtuales que ha realizado en las últimas semanas, el Fundador y Presidente del Directorio de la Fundación Educación 2020, Mario Waissbluth, quién utiliza profusamente la red social Facebook para difundir sus ideas. Allí, hace unas semanas, se burló de quienes creemos que nuestro idioma es un fiel reflejo del patriarcado. Su profundo mensaje en aquella oportunidad fue: "Las distorsiones del lenguaje que hacen les feministes livianes son estupides e idiotes. Lo dije y que". Mensajes como este solo reflejan la profunda ignorancia que posee respecto de la lucha feminista y el cambio cultural que se está gestando gracias a este nuevo despertar.
En atención al desdén con el que el señor Waisbluth se ha referido al feminismo, decidí interpelarlo, invitándolo a explicitar su machismo soterrado y preguntándole a qué le teme. Su brillante respuesta fue: "te temo a ti mami", agregando luego: "o prefieres mamurri". Si bien, me parece que en este caso el machismo salta a la vista -pues sus dichos no reflejan otra cosa que una conducta normalizada e inconsciente-, su cobardía intelectual queda al descubierto cuando luego de sendos comentarios cavernarios, decide borrarlos. Quizá -especulo- por cierto pudor que puede visitar fugazmente su intelecto.
Y es que el machismo no distingue clases sociales ni se cura con maestrías en filosofía o doctorados en Harvard (acá, por cierto, estoy pensando en Piñera, que no es muy bueno para disimular su postura contraria al movimiento feminista). Este machismo está impregnado en el subconciente de muchos que parecen no querer ver cómo cada semana nos abusan, violan y matan (a propósito: ¡Solo en esta semana, en el lapso de 36 horas, se han producido cinco femicidios!).
En fin. El asunto no es blindar de la crítica a la acción feminista. Aquella, cuando es honesta y profunda, resulta válida y hasta útil para el crecimiento del propio movimiento. No obstante, otra cosa muy distinta es hacer intentos livianos por empañar una lucha justa e histórica, cuyo trasfondo en un rechazo al feminismo que, por vergüenza o simple deshonestidad intelectual, se niegan a reconocer.
De cualquier forma, es de esperar que si este reconocimiento llega, sea solo un primer paso para luego tomar conciencia de que las críticas livianas y/o ambiguas, solo favorecen el status quo. ¡Y acá, lo que necesitamos es una revolución! Una revolución que postula, siguiendo a Angela Davis, algo tan potente como sencillo: Que el feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas.