Kast, feminismo y el populismo de derecha
La mejor respuesta a los dichos de ciertos personajes es no comunicar en absoluto sobre ellos. Criticarlos es avivarles la cueca. Para ellos la mala publicidad es buena publicidad, y tienen razón pues es continuidad de la comunicación (Luhmann). Uno de esos personajes es José Antonio Kast. Su figura se ha alimentado de las respuestas a sus provocaciones. Los mejores colaboradores de su campaña política (en pleno desarrollo) han sido quienes, exasperados por sus dichos, le responden, insultan o funan. La figura política de Kast parasita de la crítica.
Consciente de ello, esta misma columna no debiese ser escrita. ¿Por qué hacerlo? Porque en recientes dichos de Kast aparecen los primeros rasgos de un populismo de derecha, cuestión que -dadas las experiencias en Europa y USA- hay que, al menos, registrar. El Kast populista de derecha es distinto al Kast apoyado por los evangélicos o por el mundo militar. El pueblo evangélico o ultra-conservador nunca lo llevará a disputar nada grande en política. El pueblo militar menos (hoy es una “familia” arrinconada). Esos no son pueblos, no tienen potencial de crecer como tales en una sociedad cuya transformación valórica crece -sin parar con las nuevas generaciones- en una dirección liberal y anti-dictatorial.
La verborrea conservadora y negacionista de Kast dirigida a esos pueblos sin futuro en Chile es la que cosecha funas y golpizas, y las que a su vez han hecho crecer mediáticamente su figura. En todo caso, no teniendo más pueblo que esos dos grupos, Kast no es en verdad un peligro. Más bien es un personaje curioso, frente al cual el mandato inteligente era ¡ignorémoslo, por favor!
Las cosas cambian, sin embargo, cuando él, elaborando ahora un discurso social popular, parece ir en busca del gran pueblo de Chile: aquél que no sólo está desencantado, desanclado y desconfía profundamente de las instituciones políticas, sino además (y sobre todo) que sufre a diario las consecuencias del neoliberalismo. Ese pueblo necesita respuestas, culpables, etc. Tal vez no por primera vez, pero sí con mucha claridad, visos de ese Kast populista aparecen en el contexto de las actuales movilizaciones feministas. Kast las trata de movimiento de elites, completamente separadas de las luchas diarias de las mujeres, madres y esposas, de verdad, que mantienen milagrosamente sus pobres hogares, hacen cola para atenderse en un sistema de salud pésimo, etc. A esas mujeres sin voz -que no están en la calle ni menos en la universidad- aparece Kast de pronto ofreciéndoles una alternativa y devolviéndoles la voz, silenciada hoy por las elites de todo tipo.
Ese Kast muestra una faceta distinta al que le grita a Daniela Vega que es hombre o que defiende el golpe militar. Aquí hay en juego algo más relevante. Como bien dice Chantal Mouffe, ese gesto -el de marcar una frontera entre el pueblo que sufre, de una parte, y las elites y el sistema político responsable de ese sufrimiento, de la otra- es el gesto populista por antonomasia, solo que en este caso es de derecha. Esto -más un discurso xenófobo- fue el ADN de la fórmula de Trump y de los líderes de extrema derecha en Europa.
Pero no hay que equivocarse: ese pueblo no es el pueblo ultraconservador menos pinochetista o en sí xenófobo. No. Eso sería demasiado fácil y sociológicamente inepto. Se trata más bien del mismo pueblo al que quisiera apelar la izquierda, cuestión que difícilmente logra. Los perdedores de la globalización y del neoliberalismo; ese es el pueblo por disputar, que hoy no tiene representante conocido. Si Kast comienza a ganar terreno en ese espacio no será porque Chile se ha vuelto neoconservador, neofascista o xenófobo, sino por la ausencia de un discurso progresista que logre verdaderamente construir un pueblo en sentido progresista. ¿De quién es la responsabilidad hoy? Claramente no es del pueblo. Esta pregunta y respuesta quedó rondando después de la última visita de Mouffe a Chile, en abril recién pasado.
Kast parece haberse dado cuenta hace rato de que el puro discurso valórico no alcanza; que necesita un discurso social popular contra las elites y los poderosos de siempre. Eso en caso de querer superar el 8% de electores. En este sentido fue inteligente que no quisiera ser parte del gobierno de Piñera. La dirección de derecha populista -si realmente toma ese camino y no se queda en la mera derecha conservadora y pinochetista- lo llevará a alejarse cada vez más del gobierno actual de derecha, pues deberá inscribirlo como parte del problema, como parte de las elites gobernantes. Kast también dio indicios de esto al decir que Piñera está traicionando sistemáticamente a sus votantes, al transformarse en la comparsa de las elites de izquierda, ayer disfrazadas de movimiento estudiantil hoy de movimiento feminista.
Pagar el precio de escribir sobre Kast, de avivarle la cueca, vale la pena aquí solo si se logra registrar este desplazamiento (germinal aun, sin duda) hacia un populismo de derecha. Observemos por ahora cómo se desembaraza del piñerismo.