Ola feminista y aborto
La llamada ola feminista se ha tomado la agenda pública en nuestro país. Pero esta efervescencia social no es solo un fenómeno nacional, sino que es posible visualizarlo a escala global.
En Chile, han sido el sector estudiantil (secundarios y universitarios) los que han liderado diversas movilizaciones, que no solo interpelan a los poderes públicos –incluido el Poder Judicial– sino que también a la ciudadanía, en el sentido de poner en entredicho la cultura machista y patriarcal de muchos que aún no comprenden la profundidad del problema.
Pero hay algo de lo que se ha hablado poco y que, sin embargo, debiera estar en el centro de cualquier discusión feminista: El derecho al aborto, más allá de las tres causales recientemente aprobadas. Esto, si consideramos que para el feminismo, la violencia y los abusos en contra de las mujeres tienen su origen en una cultura de dominación de hombres que históricamente –con la ayuda de las religiones, claro está– han creado y perpetuado sociedades en la que las mujeres deben someterse a voluntades ajenas.
Si lo reflexionamos brevemente, el aborto es un legado de esta dominación. En efecto, según lo afirma la filósofa italiana Silvia Federici, la penalización del aborto no se explica por una defensa del cigoto, sino que por el interés de controlar a las mujeres y sus cuerpos, de manera de garantizar al sistema capitalista úteros disponibles para la fabricación de trabajadores. Podríamos agregar, parafraseando a una gran pensadora criolla –seguro que la recuerdan–, que bajo esta visión, a las mujeres solo les corresponde “prestar el cuerpo”.
Y si la criminalización del aborto es una de las más notorias manifestaciones de la dominación de hombres hacia mujeres, ¿por qué no estamos hablando de esto?
A la gran feminista francesa, Simone de Beauvoir, este silencio no le haría nada de sentido, pues para ella –según escribió hace más de 45 años en el conocido “Manifiesto de las 343”– el aborto libre y gratuito “no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar”.
Por lo anterior, resulta en cierta medida ilógico que en una Ola Feminista que está dando que hablar en el mundo entero, no se hable de aborto. A Chile le hace falta hablar de aborto. Solo conversando y elevando esta discusión a la agenda pública lograremos posicionar esta justa demanda ante la ciudadanía. Y el escenario actual no puede ser más favorable, pues esta discusión se daría en un contexto de visualización de diversas conductas y normas que existen a partir de una histórica cultura en la que los hombres han impuesto sus condiciones a las mujeres.
Algunos o algunas podrán pensar que hoy los temas son otros. Por mi parte, pienso que acá no sobran temáticas sobre desigualdades, dominación y violencia. Todas deben ponerse sobre la mesa, sin censuras ni autocensuras, pues las discusiones hay que darlas de cara a la ciudadanía, explicando las justicias de cada demanda, para que la conciencia social –tan necesaria para concretar los cambios políticos que se requieren– crezca y la cultura patriarcal sea superada en todas sus vertientes.
Probablemente, Piñera y compañía solo estarán disponibles para implementar medidas que favorezcan el capitalismo –está claro que para este sector, las mujeres somos actualmente un recurso de trabajo subutilizado–, pero es un hecho que la lucha feminista no la llevan en la sangre. De hecho, ¿cómo se podría confiar en esta derecha, si hace tan solo unos meses nos trataban de asesinas y mentirosas, cuando se discutía la despenalización del aborto en tres causales? ¿Cómo confiar en esta derecha conservadora, si es sabida su estrecha relación con la alicaída Iglesia Católica, que ven en la mujer solo un “complemento” del hombre?
El momento histórico que vivimos es propicio para plantear y debatir sobre discriminación, violencia y dominación hacia las mujeres. ¡Y el aborto es algo que como sociedad debiéramos haber discutido hace décadas!
Ya no hay excusas para no dar esta pelea –junto con otras, por cierto–, pues como nos recuerda Simone de Beauvoir, en nuestra sociedad, las mujeres somos “seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido”.