Que la tolerancia no esté de moda
A raíz de los últimos sucesos desarrollados en nuestro país respecto a la educación no sexista, la igualdad de género y, porque no, obispos renunciados, hay varios hitos que creo se han ido sucediendo como para que nos sintamos parte de un cambio paradigmático socio cultural. Sin embargo y, nuevamente, los maravillosos medios de comunicación de masas pueden hacer lo suyo boicoteando, sin querer, esta situación.
Los relatos son importantes y la continuidad de estos, para que se naturalicen, también.
Veo con distancia y cierto temor como se enarbolan discursos del tipo: esto es una lucha contra los hombres, sin entender que eso no es cierto, es contra el patriarcado y, justamente, contra los relatos que se perpetúan en el tiempo sin que nadie los cuestione ya que, como estamos acostumbrados a oír, parece que las construcciones sociales son por esencia parte de la historia de la humanidad sin mediar un mínimo juicio crítico que nos impone la idea de que si esto fuera efectivamente así, nada, absolutamente nada habría cambiado a través del tiempo.
Las sociedades de consumo en su necesidad de hacer todo consumible y por ende desechable, genera relatos acordes a esta nueva visión de mundo que se ha impuesto de manera sistemática justamente por los medios de comunicación. Es aquí donde quiero detenerme un rato ya que si pensamos que los medios de comunicación han hecho de todo algo consumible, y además lo hacen sin consciencia de ello, el constructo identitario social se vuelve muy peligroso, ya que se naturaliza y establece subliminalmente una actitud acorde a que incluso los patrones culturales duran lo que dura la moda y el impacto que ésta produce en el momento en que se lanza al mercado dicha moda, sea ésta un discurso, un producto, un servicio, una persona o una manera de vida.
Desde esta perspectiva veo que el impacto estético provocado por la marcha de las mujeres el miércoles 16 de mayo del 2018 genero una fuerte visualización de la forma, pero: ¿se entendieron los contenidos? Quedarse en la postal de una joven a torso desnudo subida en la estatua de Juan Pablo II y limitar el relato a la turgencia de sus pechugas o a la moralidad del hecho es justamente llevar un discurso que habla de libertad y que es una imagen universal de ella (remítase a Delacroix y su cuadro “La libertad guiando al pueblo” 1830) a una dinámica consumible y de moda.
Estoy casi en un cien por ciento seguro que el acto de desenfado y ruptura no pretendía generar lo que generó en muchas voces conservadoras que citaron a una difunta neurobióloga ganadora del premio noble para decir que la inteligencia era la verdadera arma de lucha y liberación, como si en la emulación de una imagen famosa no existiera contenido alguno y tampoco, emoción y vehemencia mediante, se estableciera un mensaje a partir de ahí. Sin duda nos falta algo de juicio crítico, distancia y conocimiento a la hora de construir nuestros relatos individuales y colectivos y aquí es donde hago mi crítica personal. Cuidemos éste momento, perpetuémoslo en el tiempo y logremos que así como se han consolidado y naturalizado otros discursos y formas de ver al mundo sea ésta una nueva manera de establecerlo en nuestras mentes, por lo menos en algunos de nosotros.
No olvidemos que el consumismo hace que algo sea desechable porque nos hace creer que viene otra cosa que nos hará más felices que lo que anteriormente teníamos, sea esta una cosa, una creencia, un gusto o una identidad. Cada vez que decimos de manera tan suelta de cuerpo algo así como: no sé cómo podía ocupar cierta ropa remitámonos al momento histórico, a nuestras creencias y anhelos y cada vez que veamos que hemos cambiado un pensamiento también observemos que motivó dicho cambio.
No hagamos del movimiento feminista una moda, veámoslo con altura de miras y entendamos que lo que se puede lograr es algo que nos beneficiaría a todos y que equipararía de manera positiva la sociedad en la que vivimos.
Entendamos de una vez por todas que no todo es consumible ni cosificable y que eso en lo que estamos insertos y que no cuestionamos ni por asomo es algo que si debiéramos pensar y ver cómo posibilidad de cambiar o, por lo menos, replantear