Childish Gambino y la liberación de la esclavitud
Hacia fines de 1957, la Unión Soviética logró poner en órbita espacial al primer ser vivo terrícola. Laika, la perra comunista que pasaría a la historia como el icono de la carrera espacial, fue el objeto de controversias relativas al aspecto ético de arrojar un animal al espacio y dejarlo morir en nombre de la ciencia. Como en tantos otros ámbitos, la inteligencia de Estados Unidos instaló que los rusos eran unos monstruos inhumanos que no tenían piedad ni por una pobre perra; por otra parte, la inteligencia soviética producía una mártir que luego sería canonizada, ya que Laika daba su vida por la ciencia y la desmitificación del mundo, al ser la primera en constatar que allá arriba no había ningún dios. Sin embargo, a nadie le importaba mucho la perra por sí misma. Podríamos exceptuar a los diversos grupos animalistas que protestaban en las embajadas rusas y que enviaban cartas a la ONU en contra del maltrato animal.
Una de las cartas enviadas a la ONU cobró cierta fama, ya que fue apoyada por algunos sectores influyentes de la sociedad norteamericana. Era la carta de un grupo de señoras en favor de los animales de Mississippi, que protestaba en contra del uso de una pobre perra para llevar a cabo los fines de la ciencia marxista. Las señoras sugerían el error moral de enviar a un perro a morir al espacio, cuando perfectamente podrían haber enviado niños negros, los cuales sobraban por las calles de sus barrios. El reportero soviético que procuró difundir esa misiva lo hacía bajo el título: “This is America!”, dando a entender cómo es que pensaba el lado capitalista de la historia.
Qué es América, qué es Estados Unidos, ha sido un tópico recurrente en la producción artística gringa, que tiene una expresión más con el videoclip de Childish Gambino, titulado This is America. El artista negro lanzó el video de su single en tiempos que, una vez más, en la tierra de las oportunidades se discute el uso indiscriminado de armas de fuego, al mismo tiempo que el racismo supera sistemáticamente su peak. En un videoclip cargado de humor negro, Gambino consigue levantar una crítica ante la hipocresía gringa, pero teniendo por objetivo algo más que los poderosos de siempre. La de Gambino no es la misma y repetida palabrería altisonante de Eminem que acusa a Trump, ni la pusilánime defensa del neoliberalismo de Kanye West al declarar que “la esclavitud de los negros fue una opción”. Gambino se instala en una tradición de cuestionamientos históricos de la sociedad norteamericana que no tienen problema en usar el humor para llegar a lo más profundo del asunto y que tiene antecedentes en la obra de David Bowie o incluso en la trilogía de la Tierra de las Oportunidades del cineasta Lars von Trier.
Childish Gambino nos presenta un videoclip que parece ser un objeto pop más, hasta que de pronto saca un arma y le vuela los sesos a un rehén, al más puro estilo de los producidos vídeos de Al-Qaeda. Desde ese punto, el vídeo dirigido por Hiro Murai, se torna más oscuro, al mismo tiempo que produce un cambio en el foco del protagonismo: al estilo del cine de Alfonso Cuarón, parece haber un contexto que va pasando por detrás de la historia principal. Mientras Gambino nos deslumbra con sus pasos de baile, atrás parece acontecer lo que “verdaderamente” es America: balaceras, trifulcas, peleas, represión, explosiones, negros y, sobre todo, pistolas. En ese sentido, la crítica de Childish Gambino se parece a las críticas negativas que hacia 1985 levantaron, por una parte David Bowie, y por otra el chileno Alfredo Jaar, un par de años después. Mientras Jaar instaló en el centro de Nueva York una publicidad que negaba que Estados Unidos fuera América, Bowie jugaba con la ambigüedad del ruido “America” y el ruido “miracle”, milagro en inglés. En ambos casos, se niega esa totalidad pacífica que para parte de la cultura gringa significa la palabra America, algo clave para leer el vídeo de Childish Gambino, quien parece decirnos que America es más esa vista del paralaje, eso que pasa por detrás de lo que parece ser lo principal; que hay algo más relevante en el paisaje que en ese baile gracioso que realiza un protagonista. De alguna manera, que hay un asunto mayor detrás de los labios apretados de Trump.
El trabajo de Gambino y Murai nos libera de una cierta esclavitud de la mirada. Por una parte, el vídeo escapa de la lógica esclavizada sobre la cultura negra, dándonos una imagen en la que no aparece la cultura blanca gringa, sin transformarse en una crítica de los poderosos de siempre. La de Gambino es una crítica que devuelve el protagonismo a los negros, les devuelve la soberanía sobre su America, y en un punto más lejano, nos lleva a pensar ese Estados Unidos profundo cuya imagen se ha perdido gracias al cine suprematista blanco y su predominio desde los albores de la producción audiovisual. Por otra parte, el vídeo se asocia con otras producciones contemporáneas en el mismo tono irónico, que van desde el último capítulo de la cuarta temporada de Black Mirror, titulado Black Museum, en el cual una joven negra realiza una venganza histórica sobre el dueño de un macabro museo; pero también entabla una alianza con la afamada película de Jordan Peele, Get Out! (2017), en la que un joven negro descubre que la familia de su novia blanca esconde un negocio esclavista en la forma de un liberalismo progresista. Tanto en Black Mirror como en Get Out! se escenifica de forma burlesca el trato liberal con que se suele abordar el asunto racista en EE. UU., entendido como que los negros son una cuestión que debe ser tratada desde lejos y con cortesía, con censuras y sin entrometerse de manera política activa.
Gambino aporta con su vídeo una mirada que se libera de ese esclavismo liberal con que es tratada la cuestión del racismo, situando como principal una pregunta aún más grande, que es la pregunta por America, esa pesadilla de la que todos formamos parte, de la que no podemos escapar simplemente corriendo.
https://youtu.be/VYOjWnS4cMY