Facebook: ¿Me salgo al final?
Más de 4 billones de dólares perdidos de su fortuna personal. Todavía le quedan 71 billones a Mark Zuckerberg, suficientes para dejarlo como la cuarta persona más rica del mundo. Pero 4 billones son 4 billones. Asumo que debe angustiarlo, ¿no? Tal vez está pegado al celular, gestionando cómo apagar el incendio que ahora mismo asedia a su multinacional en la bolsa de valores.
El culpable: Christopher Wylie, uno de los fundadores y ex director de investigaciones de Cambridge Analytica, una firma de análisis de datos. El 2014, Christopher tuvo una idea portentosa: recolectar perfiles de Facebook de electores estadounidenses, categorizarlos por orientación política y psicológica y dirigirles propaganda que encajase con sus personalidades.
La firma le compró a Facebook el acceso a miles de contactos, a cuya información accedió mediante encuestas pagadas. Por cada usuario que la tomaba, Cambridge Analytica capturaba toda la información de su perfil. Sin embargo, Christopher reveló que realizaban una maniobra que no estaba en el trato. La firma también cosechaba los perfiles de todos los contactos de los encuestados. El total de perfiles afectados, la mayoría sin siquiera saberlo, promedia los 50 millones. El cliente, la campaña presidencial de Donald Trump.
Christopher reveló que, por dos años, Facebook supo de esto y no hizo nada.
Otro denunciante, esta vez un ex empleado de Facebook, Sandy Parakilas, le agrega leña al fuego en un artículo de The Guardian. Son muchas más las compañías que hicieron lo mismo que Cambridge Analytica, todas con la bendición de la vista gorda de Facebook. Parakilas advirtió a los ejecutivos del incumplimiento atroz que arriesgaba la privacidad de cientos millones de personas, que había que investigar qué diablos hacían con esa información. Sin embargo, la respuesta generalizada de sus superiores era "mejor no saber".
Haber sido el canal de unificación durante el 2011 para los indignados españoles, estudiantes chilenos, el 99% en Wall Street y los árabes primaverales ya no parece suficiente defensa. Según Roger McNamee, uno de los primeros inversionistas de Facebook y mentor de Zuckerberg entre el 2006 y 2010, la difusión de las publicaciones negativas por sobre las positivas fue notoriamente superior durante las campañas de EEUU del 2016 y el referendo del Brexit en Inglaterra.
"Gracias a Dios por la Internet, gracias a dios por las redes sociales, gracias a Dios por Facebook", dijo Matteo Salvini, estrella de la ultraderecha cuyo partido fue uno de los grandes ganadores de las elecciones recientes en Italia y quien, a lo largo de su campaña, se dedicó a difundir mensajes antimigratorios.
McNamee arguye que Facebook se ha prestado para el uso de gobiernos autoritarios como Myanmar, Cambodia y Filipinas para promover apoyo público a políticas represoras. No extraña cuando te das cuenta de que estos estados tienen inversiones en la red social.
Por casa, recordemos esos greatest hits como la comisión per cápita que le cobraba Michelle Bachelet a la ONU por migrante haitiano que entraba, o la supuesta cifra de 716.000 haitianos que llegaron el 2017. Noticias falsas que fueron compartidas más de un millón de veces según el Mercurio. ¿A cuántos shares o likes podemos atribuirle el 7% de Kast?
Facebook ha sido tratado como una plataforma de comunicación más que un editor de contenido. Pero la proliferación de discursos de odio y noticias falsas, suscita la pregunta: ¿cómo funcionan esos misteriosos algoritmos? Al fin y al cabo la empresa puede reconfigurarlos sin consultarle a nadie, como ya lo ha hecho antes. Fue un cambio de algoritmo lo que causó que el 2013, el sitio web Upworthy perdiera la mitad de su tráfico. Fue lo mismo lo que recientemente causó el cierre total del sitio web LittleThings, según Digiday, y que cientos de personas perdieran sus trabajos. ¿La justificación de Facebook? Priorizar la publicaciones de usuarios por sobre las de los editores de contenido.
En la sociedad capitalista, aparte del voto, también podemos hablar con la billetera. Bajonear en el Pikachu en vez del McDonald's, comprar en el mercado de pulgas en vez de La Polar, en vez de pagar para ver el bodrio racista de Madre, simplemente no verla. Pero en la pelea diaria por ser consecuente (muchas veces pelea fracasada) Facebook se parece cada vez más a un Leviatán invencible.
Hace unos meses, después de una mañana presenciando peleas deprimentes en los muros de Facebook, le mandé un correo a una autora que admiro. ¿Qué tan viable es para un escritor incipiente salirse de Facebook y perderse las posibilidades de networking que ofrece? Ni siquiera puedo hacer la prueba de suspender el uso, sin embargo. Tal vez ahora que los hechos se vuelven cada vez más contundentes, encuentre suficiente impulso para atreverme. Sin embargo, la autora todavía no me ha contestado.
Mientras tanto, compartiré esta columna en Facebook.