Metro Bellas Artes: Una huella imborrable por los derechos de la niñez

Metro Bellas Artes: Una huella imborrable por los derechos de la niñez

Por: María Estela Ortiz | 07.03.2018
El mural es una una forma de poner en valor el espacio urbano y un llamado a la sociedad para que reconozcamos a los niños y niñas como interlocutores válidos en todos los ámbitos de la vida colectiva. ¡Qué mejor manera de hacerlo que devolviendo la ciudad a los niños para que la disfruten, la caminen, jueguen en sus espacios, se trasladen en el transporte público con la seguridad que serán cuidados y protegidos por el mundo adulto.

Cada día, 25 mil personas usuarios del Metro podrán apreciar la obra de la artista Jennifer Díaz “La infancia que debe ser”. La matriz que nos movilizó en este período -lograr que los niños y niñas sean reconocidos como sujeto de derechos- quedó plasmada como una huella imborrable, en una imagen de 81 metros cuadrados de cerámica quebrada en uno de los muros de la Estación Bellas Artes.

Con este mural recuerdo la sentencia que nos dejó el pensador, psicodagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci en su visita a Chile en 2014: “hay que devolver la ciudad a los niños”.

Fue inspiradora esa visita, nos ayudó a mirar la ciudad desde los niños y niñas a esa escala. El Consejo Nacional de la Infancia desarrolló un importante trabajo intersectorial para el diseño, definición e implementación de políticas que fortalezcan la participación social y capacidad de incidencia de niños, niñas y adolescentes en el ámbito comunal, barrial y en el espacio público en general.

Las ciudades no son sólo calles y edificios. Las ciudades son especialmente lugares de encuentro y de ejercicio de ciudadanía. El arte visual en los espacios públicos contribuye sustantivamente a crear identidad y apropiación urbana, de ahí el sentido del mural de la estación Bellas Artes del Metro, poner el arte al alcance de todas las personas y permitir el acceso de los artistas y los niños, niñas y adolescentes a los espacios públicos.

El campo temático definido para la obra fue “niños, niñas y adolescentes en espacios públicos”. La artista reflejó en su obra el acumulado de experiencia práctica adquirido en su trayectoria como muralista en las poblaciones. Un lugar especial gravitante ocupan los derechos de la primera infancia puestos de manifiesto en la mamá amamantando a su guagua, o las manos de trabajador de un padre y su hija que representan la protección que los niños y niñas deben tener y sentir, como se observa en la esquina superior izquierda.

La autora vertió las necesidades más sentidas de niñas, niños y adolescentes como contar con lugares apropiados y seguros para poder jugar sanamente junto a sus amigos, las multicanchas, más plazas con áreas verdes, árboles grandes para poder treparlos, flores y plantas, el acceso a la cultura y la música, expresados en la obra en varias guitarras dibujadas por diferentes niños, la amistad entre sus pares, el amor y el sentirse seguro en su hogar junto a sus familias, expresados en dibujos con sus padres.

Estos aspectos están presentes en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño y enunciados como derecho al esparcimiento, a los juegos y a participar de actividades artísticas y culturales, y en el artículo 12 acerca de los derechos a expresar y difundir sus ideas por parte de los niños.

El diseño de la obra expresó todos estos conceptos con sensibilidad y creatividad y con un lenguaje simple y directo.

El mural es una una forma de poner en valor el espacio urbano y un llamado a la sociedad para que reconozcamos a los niños y niñas como interlocutores válidos en todos los ámbitos de la vida colectiva. Qué mejor manera de hacerlo que devolviendo la ciudad a los niños para que la disfruten, la caminen, jueguen en sus espacios, se trasladen en el transporte público con la seguridad que serán cuidados y protegidos por el mundo adulto! A ese cambio cultural contribuimos en este período con el objetivo de establecer Un Nuevo Trato con la Niñez.