El 2017 ha dejado buenas cifras en el sector cuprífero. El precio del cobre subió un 30%, lo que provocó un impacto directo tanto en Perú como en Chile, principales productores de este metal en el mundo.

De hecho, el aumento registrado es el más alto del cobre en casi cuatro años, por lo que los expertos pronostican el fin de la tendencia negativa de los últimos años que obligó a las empresas a reducir costos de producción y provocaron una caída de la recaudación fiscal.

La buena noticia, además, es que la tendencia no sería un fenómeno puntual, sino que las proyecciones de crecimiento se concretarían hasta al menos 2020.

Uno de los motivos del giro de sector tiene que ver con el consumo del cobre en China, que actualmente alcanza el 50%, siendo de lejos el principal consumidor del este metal en el mundo. Pekín requiere desesperadamente el metal para la distribución eléctrica, el cableado de la edificaciones, tuberías de agua y de gas o sistemas térmicos. El cobre se utiliza, por ejemplo, en autos, trenes, aviones, barcos, computadores, en la industria y en la conectividad de banda ancha.

Además del gigante asiático, otros factores de la recuperación tienen que ver con la baja del dólar y los movimientos especulativos de inversionistas. También tiene mucho que ver con el nuevo escenario la revolución del mercado de los autos eléctricos, que en su expansión prevista para los próximos años va a generar una demanda extra de cobre que podría llegar a 1,2 millones de toneladas hacia 2025; y el rápido crecimiento de las energías renovables, que también son intensivas en el uso de cobre.

¿Quién se beneficia de esa recuperación?

En agosto de 2016, el presidente ejecutivo de Codelco, Nelson Pizarro, pronunció la famosa frase “No hay ni un puto peso”, para evidenciar el complejo panorama que enfrentaba el rubro, cuando se aproximaba un período de negociación colectiva con los trabajadores.

Esa época parece haber quedado atrás, frente a lo que podría ser un potencial nuevo “superciclo” del cobre, aunque tal vez no tan pujante como el anterior, que empezó en 2003 y que elevó el precio del metal por las nubes.

Y todo esto coincide con un nuevo gobierno de la derecha de Sebastián Piñera que -seguro- no dudará en sacar provecho de la recuperación económica y colgarse la medalla del reflote finaciero del país. Eso, sin olvidar que el oportunismo también llevará al futuro mandatario a promover los grandes proyectos mineros que expolian los recursos naturales de Chile.

Buenas proyecciones que, sin embargo, no garantizan un mayor nivel de vida para la población, o un futuro que permita gestionar una economía doméstica menos asfixiante.