Más de 50 activos estatales se pondrán a la venta o su gestión será cedida al sector privado. Es la decisión que tomó el gobierno brasileño de Michel Temer para intentar reactivar la economía del país y aliviar las cuentas del Estado.

La medida es parte del mayor programa de privatizaciones en el país desde hace dos décadas. Entre las privatizaciones más importantes está la de Eletrobras, la mayor empresa eléctrica de Latinoamérica que además tiene una fuerte carga simbólica para el país, una docena de aeropuertos y la Casa de la Moneda. Por ahora, quedarían al margen de la iniciativa el gigante petrolero Petrobras o la poderosa banca pública.

El Ministerio de Energía precisó que solo la operación de Eletrobras puede suponer unos 5.400 millones de dólares. Sin embargo, el programa no especifica los detalles ni la estimación total de lo que las privatizaciones podrían aportar.

El plan es una consecuencia directa de las concesiones que el mandatario tuvo que hacer a algunos diputados para que lo salvaran del juicio por corrupción por la denuncia del fiscal general de la República, Rodrigo Janot. Además, supone pone de nuevo en evidencia el giro a la derecha que vive Brasil, después del impeachment que el año pasado acabó con la presidencia de Dilma Roussef.

La economía brasileña presenta unas expectativas de crecimiento este año de apenas el 0,5 por ciento.

Se trata de la ola privatizadora más importante de las últimas décadas en el país, desde la que se registró durante el primer de los dos mandatos de Fernando Henrique Cardoso, presidente entre 1995 y 2003. Cardoso privatizó 80 empresas estatales solo en su primer mandato, entre ellas el gigante minero Vale do Rio Doce y Telebras, que tenía el monopolio en el sector de las telecomunicaciones.

Con la llegada de Lula se frenaron las privatizaciones y los sucesivos Gobiernos del PT centraron sus relaciones con el sector privado en acuerdos para concesiones temporales, principalmente de autovías e hidroeléctricas.