Los efectos energéticos, psicológicos y médicos del cambio de hora
Durante las últimas semanas, los escolares y universitarios que tienen sus clases en la mañana han iniciado sus jornadas en salas con la luz encendida dado los bajos niveles de luminosidad, ya que a las ocho de la mañana no está totalmente claro.
Pero esta situación cambió desde el sábado 13 de mayo en la medianoche, los chilenos retrocedieron sus relojes para pasar al horario de invierno, tal como lo establece el Decreto Supremo N°253 del Ministerio del Interior, situación de la que por primera vez quedará con un huso horario propio una parte del parte del territorio continental: la Región de Magallanes y la Antártica Chilena. Así, el Horario de invierno, que se extenderá hasta el 12 de agosto, hará que el país quede en el UTC-4.
Sobre los efectos de este cambio, nos advierte el doctor de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, y quien fue uno de los integrantes de la comisión del Ministerio de Energía para evaluar el cambio horario, Paul Vöhringer, “hay mucha idea, pero poca investigación dura”. Vöhringer comenta que sólo hay estudios realizados en países escandinavos porque, “muy interesantemente, el mundo desarrollado casi no tiene cambios de horario. Y los pocos que han hecho son Noruega y Finlandia”.
En su opinión, en nuestro país no se justifica un cambio horario dado que, “por la posición geográfica de Chile, el huso horario que más le corresponde es este al que vamos a entrar. El horario de invierno chileno es el que está más fisiológicamente de acuerdo a la ubicación geográfica del país”.
A pesar de ello, al efectuarse este cambio, comenta el médico, se muestran diferencias en dimensiones como la concentración y la atención, incluso en la presión arterial de ciertas personas. Un dato llamativo es que “aumentan de manera muy descriptiva las hospitalizaciones por causas en general”.
“Se sabe que el impacto en la población es evidenciable, pero gran parte se adapta”, agrega el académico que agrega que “hay un subgrupo de la población que les cuesta mucho más adaptarse. Probablemente en nuestra área de la salud mental ese es un subgrupo de riesgo”.
Acomodación
Desde el punto de vista de la psicología, señala el académico de la Facultad de Ciencias Sociales y director Académico del Centro de Atención Psicológica (CAPs), Juan Yáñez, “cualquier cambio en los ciclos circadianos que haga una diferencia, por ejemplo, en los niveles de luminosidad que son los que se ven más afectados en estos temas de los cambios de hora, produce un efecto de desbalanceo psíquico”, dado que estos cambios implican “costos mentales”. “El ciclo sueño vigilia se altera, por lo tanto podemos perder algunos grados de organización personal, algunos grados de memoria, incluso caer en algunas respuesta de irritabilidad sin que nos demos cuenta y responder de manera más impulsiva sobre ciertas cosas”, agrega.
Sim embargo, recalca el académico, a pesar de que hay un cambio en la economía mental, a nivel general “la incidencia de una hora es baja, y como organismo, como subjetividad, somos capaces de hacer la pérdida sin que se note demasiado”.
“La recuperación no debiera ir más allá de un par de días. Yo diría que las primeras 24 horas son las más complejas. Al finalizar las 48 horas deberíamos estar equilibrados progresivamente. Al tercer día ya estamos hacemos lo que se llama el fenómeno de la acomodación”, complementa el psicólogo.
Ahorro energético
Desde el punto de vista de la economía energética, el académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas e investigador del Centro de Energía, Manuel Díaz, destaca que estudios realizados tanto por la U. de Chile como por el ministerio de la materia han arrojado que con este cambio horario en Chile se ahorra el uno por ciento del consumo eléctrico, midiendo sólo el ámbito residencial.
“Podrían haber otros ahorros, pero no se han estudiado ni se han medido, como el ahorro en calefacción y otros usos energéticos, que podrían impactar también, pero no hay evidencia de esto”, agrega el profesor que ejemplifica que este uno por ciento equivale “aproximadamente a una planta solar de 60 megawatss” o al consumo anual de ciudades como Calama o Punta Arenas y a una comuna como Recoleta.