Pancho Saavedra:

Pancho Saavedra: "Si la historia de un pescador puede mostrar el daño de la Ley de Pesca, misión cumplida"

Por: Meritxell Freixas | 07.04.2017
El animador de "Lugares que hablan" explicó a El Desconcierto su mirada sobre el éxito de su programa y cómo le ha resultado el paso del mundo de la farándula a los espacios culturales. "Ser querido y respetado por la gente ha sido un gran tapaboca para muchas personas que se dieron el lujo de cerrarme la puerta en la cara", afirma.

Le ganó a "Morandé con compañía" por segunda semana consecutiva. Las audiencias lo aplauden y, a sus 39 años, se encuentra en un dulce momento profesional, probablemente el primero de muchos otros que vendrán. Francisco "Pancho" Saavedra se ha convertido en uno de los nombres estrella de Canal 13 gracias a su éxitosa apuesta “Lugares que hablan”, la cual se emite desde 2014.

La nueva temporada, con 30 episodios que pueden verse cada fin de semana en el espacio "Sábado de reportajes prime”, muestra la autenticidad de los rincones de Chile con una mirada divertida, fresca, desenfadada y genuina. Tal y como es él.

Ese comunicador audiovisual de Curicó se inició hace más de quince años en la pequeña pantalla, al principio en espacios como "Extra jóvenes" y luego reporteando en "El futuro de Chile" –ambos en Chilevisión–, para terminar aterrizando a Canal 13, en "Alfombra roja", donde debutó en el mundo farandulero.

Después de darse a conocer en ese espacio, Saavedra –probablemente el Rey Guachaca 2017– encontró su lugar en la televisión, dándole voz a los protagonistas de sus historias y relevando el patrimonio histórico, natural y cultural de este país. “Creo que éste es el mejor camino que habría podido tomar. Me encanta hacer eso”, se reafirma.

Además de conocer el territorio chileno como la palma de la mano, ¿cuál es el mayor aprendizaje que te llevas de “Lugares que hablan”?
El programa me ha hecho crecer como persona, conectarme mucho más con la gente y con la vida real. La televisión es una cajita de ilusiones que muestra muy poco la realidad. “Lugares que hablan” ha provocado en mí un acercamiento a las distintas realidades. Esto ha sido un gran cachetazo (en buena) de aprendizaje. Si bien es cierto que uno sabe de los problemas que tiene el país, no dimensiona hasta que no los vive. La gente en regiones se queja mucho menos que el santiaguino y se preocupa mucho más de ser feliz. Si el Estado no les soluciona un problema, no esperan a que lleguen los intendentes o los alcaldes porque dejaron de creer hace mucho rato en ellos. Cuando uno sale, le impacta lo mal pelado que está el chancho.
Pero lo que más me gusta es saber que tus compatriotas son personas a toda raja. El chileno es cooperador, una persona que te recibe, cariñosa, que abre los brazos, que comparte. He sacado una radiografía de lo mejor del chileno. Para radiografiar lo peor del chileno, ya hay programas de investigación.

¿Confirmaste el tópico de que la gente de regiones es distinta a las y los santiaguinos?
Absolutamente. Lamentablemente, para el Estado, Santiago es Chile porque es donde se toman las decisiones políticas y económicas. Y eso es muy miserable. Yo sabía que Santiago no era Chile porque el 80 por ciento de la vida se desarrolla en regiones. Yo también soy de provincia, y sé que la gente tiene empatía conmigo porque quizás se sientan representados.
El santiaguino está metido en una capital donde el barrio y el lugar donde vives te marca quién eres y cuánto ganas. Ser capital tiene cosas buenas, pero también vives más desconectado y eres menos empático.

¿Qué importancia le das al hecho de trabajar con personas locales, que conocen el territorio (gente mayor, lugareños), y cuyas historias normalmente están muy invisibilizados por los medios?
Son las personas que han aprendido en la escuela de la vida, que son tremendamente sabias. Ellos se han forjado con dolor, desgarro y también felicidad. Constantemente entregan lecciones de vida. Por ejemplo, cuando en la cordillera había un viento salvaje, feroz, que nos tiraba lejos y así son las condiciones que ellos han vivido de siempre. Yo, ante eso, admiro, aprendo y respeto profundamente a nuestros pueblos originarios y a los hermanos mapuche.
Creo que también soy una persona respetuosa con la vida de los demás, no llego haciéndome el chistoso. Gozo y disfruto de Chile, y quiero a nuestro país. Creo que éste es el mejor camino que habría podido tomar en la televisión. Me encanta hacer eso.

¿Cómo es el trabajo en terreno para lograr este producto final?
Somos un equipo pequeño, de cinco personas en terreno: un director, dos cámaras, el periodista y yo.  Si sumamos el director periodístico, productores y todo el equipo somos unas 12 personas, más o menos.
Los cinco tenemos que ir contra viento y marea. Lo que nos pasa en las grabaciones no es algo pensado para la televisión o que nosotros busquemos, es parte de las vida de las gente con la que compartimos. El programa es simple, sin pretensiones y destaca las historias de vida de las personas.

¿Ves a “Lugares que hablan” como un altavoz para algunas de las luchas medioambientales que se dan en regiones, por ejemplo, el conflicto con el agua?
Sí. Los problemas medioambientales son un tema súper duro, la contaminación de las aguas, la escasez de agua, la marea roja, etc. Son temas que a uno lo dejan desconcertado. Si a través de la historia de un pescador podemos mostrar el daño que ha hecho la Ley de Pesca, misión cumplida.
Cuando viajamos, a veces, me enojo porque creo que la responsabilidad y la culpa por los niveles de contaminación también nos apunta como sociedad. También tenemos malas conductas.

¿Qué opinas de los aportes de los gobiernos de Chile a las regiones, al desarrollo del territorio y a los pueblos originarios?
Chile tiene una deuda histórica con el pueblo mapuche, de no reconocimiento, de violación a los derechos humanos, de perdón y de devolución de territorio al pueblo mapuche. Ningún gobierno ha sido lo suficientemente cojonudo como para hacerlo de buena forma. Es mucho más fácil, para los medios, hablar de terrorismo, generalizar y banalizar el tema. Pero están profundamente equivocados.
Por ejemplo, yo me di cuenta de que en el sur están profundamente agradecidos a Pinochet por la Carretera Austral. Yo quedé pa’ dentro porque soy lo más anti Pinochet que pueda existir, no puedo estar más en desacuerdo con las violaciones a los derechos humanos y las torturas. Pero cuando llegas al extremo sur te das cuenta que la gente necesitaba poder conectarse a través de la Carretera Austral. En general, ningún gobierno logró descentralizar de verdad. Otro ejemplo: el turismo favorece a los hoteles cinco estrellas y no a las pymes.

Uno de los programas se hizo en Estados Unidos. ¿Tienes intención de llevar el formato fuera de Chile?
Para mí, “Lugares que hablan” es Chile. Me gustaría hacer un programa con chilenos que estén fuera de nuestro país, pero no se podría llamar así. “Lugares que hablan” es Chile, la gente lo quiere así y lo valora así.

Miedo, adrenalina y sorpresa

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¿Qué valora la audiencia del programa?
Que se provoquen estos sentimientos de amar a Chile y no de odiarlo, de valorar a nuestros compatriotas.

¿Cuál es el personaje más curioso con el que te topaste?
La Sra. Betty Castro [Lago Rupanco], que tenía un hijo con una capacidad distinta. Ella pasaba de la risa al llanto. Era una madre abnegada, con el dolor marcado en su cara, por haber sido una mujer maltratada, a la que la vida no se lo había puesto fácil. De estas madres chilenas de verdad, que sienten un gran orgullo por sus hijos. Ella tenía un trago que se llamaba el “culiaíto”, que es aguardiente con culén, una hierba. Y decía: “culén en la mañana, al mediodía y a la noche”. Es la fiel imagen del espíritu de la mujer chilena.

¿Cuál es ese espíritu?
Luchadora, emprendedora, humilde, trabajadora y que no se queda esperando a que un candidato político le regale una caja de mercaderías. Emprende –muchas veces sin tener los estudios– y le da la lucha a la vida porque es guerrera.

¿Y la aventura más adrenalínica?
Es en un capítulo que todavía no se ha visto en televisión. Fue bajar el Río Baker, en Futaleufú. Los rápidos que bajamos allí fueron impresionantes.

¿La que te dio más miedo?
En el capítulo de los arrieros, porque el viento casi nos bota. Me habían dicho que el viento era tan fuerte que hacía volar a los caballos, pero lo supe después de que hubiera pasado todo.

¿Finalmente, el lugar que más te sorprendió?
La Isla Juan Fernández, porque aún está virgen y siento que los medios de comunicación fueron tremendamente injustos. Un accidente [por la muerte de Felipe Camiroaga] puede ocurrir en cualquier parte del mundo. Si le pones el título “La isla maldita”, le haces un daño tremendo a toda la gente de allá. Ellos tienen su propio país y su propia patria. Respetan su recurso, la langosta, y tienen un sistema de autorregular extremadamente potente.

Generalísimo, farándula y Rey Guachaca

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¿Cómo valoras el golpe de audiencias que le pegaron al programa de Kike Morandé, que compite en la misma franja horaria que “Lugares que hablan”?
Más que una competencia con el Kike, yo creo que somos programas tremendamente distintos, para públicos diferentes y con estilos distintos. Respeto mucho a los humoristas que trabajan ahí, creo que son súper talentosos. Pero pienso que la gente está cansada de lo mismo y por eso da oportunidad a otros tipos de programas que provoquen sentimientos bonitos, divertidos.
Yo pensaba que cuando el Kike partiera nosotros íbamos a bajar dos o tres puntos. Me conformaba estando en el segundo lugar, pero nos han regalado estar arriba y eso se agradece profundamente porque es una apuesta distinta.

¿Cómo fue que pasaste de ser el generalísimo que logró dar el título de Reina de Viña en siete ocasiones consecutivas, a presentarte tu como Rey Guachaca?
Se me relaciona mucho con las siete reinas de Viña, pero nada. Me gusta el título de guachaca. Si ser guachaca es ser gozador de la vida, de la buena mesa, de las relaciones, del conocer Chile, entonces sí: soy súper guachaca.

¿Qué ha significado para ti dejar el mundo de la farándula?
Puros beneficios. Desde este escenario he podido hacer otros programas como “La Movida” del Festival, o reemplazar a Martín Cárcamo en "Bienvenidos". Me dio la oportunidad de transformarme en conductor de televisión, tener mi propio programa y estar en otros.
A pesar de que mi trato fue siempre muy respetuoso, yo pensaba que nunca me iban a perdonar haber hecho farándula, porque la gente es muy castigadora con eso.

¿Tuviste que ganarte el perdón de la gente?
Sí, pero creo que nunca desperté el odio que puede despertar la farándula en general. Nunca transgredí valores, ni ética. No soy periodista de profesión, soy comunicador; pero creo que en aquel momento tuve más ética que muchos periodistas con título.

¿Te arrepientes de haber estado en la farándula?
Jamás. No voy a renegar nunca de la farándula pero siento que estaba metido en una cápsula mucho más fría y superficial, y eso te hace ser a ti más frío y superficial. Salir de esto me abrió un mundo, aunque creo que las cosas me costaron más que a otros.

¿Cómo valoras tu momento profesional actual?
Siento que recién estoy partiendo con esta nueva etapa. Es como una vorágine positiva. Estoy muy contento de recibir el cariño y el agradecimiento de la gente. Me carga cuando me dicen que estoy en mi mejor momento. No. Yo creo que estoy en un buen momento, eso sí. Pero tengo que construir para adelante. Me he sacado la cresta. Son 15 años de golpear puertas, de que te las cierren, de que te humillen, que te digan que no sirves. Por eso conducir este programa y ser querido y respetado por la gente ha sido un gran tapaboca para muchas personas que se dieron el lujo de cerrarme la puerta en la cara.