El triunfo de Lenín Moreno en Ecuador
Guillermo Lasso, dueño del banco de Guayaquil, sabe de dinero y banca. Construyó su fortuna gracias a la especulación financiera con los bonos emitidos en el feriado bancario en 1999; el corralito que impuso el Presidente Jamil Mahuad a los depositantes, que luego culminó en la dolarización de la economía y en el empobrecimiento de la mayorías de los ecuatorianos.
El banquero guayaquileño fue derrotado por Lenín Moreno. Sin embargo, igual que Trump y apoyado vigorosamente por los medios de comunicación, sostuvo en su campaña que sólo el fraude lo podría derrotar. Como Lasso perdió, en vez de aceptar el fracaso, reiteró sus dichos de campaña; pero, sus partidarios más lúcidos, como Jaime Nebot, el alcalde de Guayaquil, lo desmienten, al señalar que “el que acusa tiene que probar”; y Lasso está denunciando sin pruebas.
En realidad, el camino que sigue Lasso no lo conduce a ninguna parte. Todos los presidentes de América Latina, así como el Secretario General de la OEA, han reconocido el triunfo de Lenín, convencidos de la limpieza electoral. La presencia de representantes de ambos candidatos en cada una de las mesas de votación, así como los tres mil observadores internacionales han garantizado el proceso electoral.
El triunfo de Moreno no emerge en el vacío. Es consecuencia del exitoso periodo de diez años de gobierno del Presidente Correa. No se trata sólo de los avances económicos y el progreso social. Hoy día, Ecuador es un país que ha recuperado su dignidad. El embajador norteamericano ha dejado de ser un procónsul en Quito y los ecuatorianos son vistos con respeto en el mundo.
La soberanía nacional se convirtió en realidad cuando Correa notificó a los Estados Unidos, a principios del año 2008, la no renovación del convenio que permitía a ese país utilizar desde 1999 el puerto pesquero de Manta para “interceptar vuelos del narcotráfico”. Esta decisión forma parte del mandato constitucional que expresamente prohíbe "el establecimiento de bases militares extranjeras en el territorio ecuatoriano".
La independencia nacional del Ecuador también ha quedado de manifiesto con el asilo otorgado a Julián Assange, líder de Wikileaks. Correa resistió las presiones de gobiernos y poderes fácticos internacionales, mientras el candidato Lasso señalaba que lo primero que haría en su gobierno sería retirar el asilo a Assange.
Además, la soberanía económica se hace efectiva en Ecuador con la renegociación de los contratos entre el Estado y las empresas petroleras. Ahora, las empresas pasan a ser prestadoras de servicios y a recibir una tarifa fija, mientras el dueño legal del petróleo es el Estado. De esta forma, el Estado pasó a beneficiarse exclusivamente del cualquier aumento en el precio del barril del petróleo y así mejoró sustancialmente su participación en la renta petrolera.
La emergencia de Correa fue consecuencia de una crisis profunda en el país. La inestabilidad política y la crisis económica se hacían insostenibles. La triste herencia de Mahuad no sólo fue haber recibido dinero de la banca para su elección y luego beneficiarla, sino dolarizar la economía. Esto ha hecho dependiente la política monetaria y cambiaria ecuatoriana del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos y limitado los espacios de maniobra de la política económica.
Frente a la crisis, el Presidente Correa tomó el toro por las astas e impulsó una Asamblea Constituyente, para reconstruir toda la institucionalidad del país, iniciativa que obtuvo el apoyo del 80 % del voto ciudadano. A partir de ese momento, Ecuador ha experimentado la mayor estabilidad política, crecimiento económico y progreso social de su historia.
La economía ecuatoriana creció un promedio de 3,9% entre 2007 y 2015, comparado con el 2,9 por ciento de Latinoamérica, según cifras de la CEPAL. Ese crecimiento ha permitido que el Gobierno haya destinado el 9% de su PIB para inversión pública, lo que se ha traducido en inéditas obras de infraestructura a lo largo y ancho del país.
Las cifras de desempleo destacan muy especialmente, con un 4,3% en el 2015, la tasa más baja de Sudamérica. Esas cifras, junto al aumento del salario básico de 366 dólares (que antes de la Revolución Ciudadana era de 160 dólares) constituyen indicadores manifiestos de los avances en justicia social. El porcentaje de personas pobres se ha reducido desde el 37% en 2007 hasta el 23% en 2015, con más de un millón de ecuatorianos que superaron la pobreza. Además, Ecuador es uno de los países que más redujo la desigualdad en América Latina
Uno de los problemas más serios que tuvo el Ecuador, previo a la llegada de Correa, fue la gran evasión de impuestos. Desde el 2000 hasta el 2006, los gobiernos recaudaron apenas 21.338 millones de dólares, mientras que la Revolución Ciudadana ha triplicado esa cifra, con 88.177 millones de dólares.
Lamentablemente, las condiciones económicas se han deteriorado en Ecuador en los dos últimos años, como resultado de la abrupta caída de los precios del petróleo, fuente principal de divisas del país. Ello ha afectado también el presupuesto nacional. Porque en una economía dolarizada los márgenes de maniobra son estrechos. No existe la alternativa de devaluación como en países con moneda propia. Cae el precio del petróleo y se reducen los ingresos fiscales y ello afecta la inversión pública y los programas sociales.
No todo ha sido fácil con el gobierno de Correa. Su fuerte personalidad le ha significado duros enfrentamientos con la prensa, convirtiéndose en la principal oposición a su gobierno. Pero además algunas organizaciones indígenas y ambientalistas se movilizaron contra su gobierno en protesta a proyectos petroleros y mineros en la selva amazónica.
No hay duda que el éxito de Lenín Moreno es consecuencia de los diez años de la revolución ciudadana que lideró Correa. Por cierto, el nuevo Presidente tendrá sus propios énfasis y con su estilo, conciliador y dialogante, muchos esperan que ayudará a reducir las tensiones que actualmente se observan en el país. Por otra parte, su triunfo seguramente ayudará a recuperar las esperanzas de los sectores progresistas en América Latina, que habían perdido fuerza con la instalación de gobiernos conservadores en la región, especialmente en Argentina y Brasil.