A 26 años del Frente Amplio de la élite

A 26 años del Frente Amplio de la élite

Por: Eduardo Hernández Navarro | 12.01.2017
Existe un Frente Amplio de la élite, articulado hace ya 26 años, constituido desde el duopolio hasta el gran empresariado. Que tiene una mística común en base a sus privilegios, canales de comunicación y gestión expeditos, y acuerdos programáticos claros para la continuidad del sistema.

Llegó el verano y la élite turistea por el mundo. Sin duda, el 2016 fue un año de cuentas alegres para los dueños de Chile y sus colaboradores: no hubo respuesta para el movimiento No más AFP, perdieron los trabajadores de Homecenter y lo mismo con los funcionarios públicos.

A ellos no les preocupa la gente honesta, quienes día a día se levantan para ganarse el pan; no les preocupa los millones de chilenos que tienen que endeudarse para “surfear la ola”.

Llegará marzo y la Ley de Pesca, los políticos corruptos y los empresarios coludidos seguirán en su lugar a cambio de jugosas facturas o maletines con dinero. La propiedad del mar, del bosque y los minerales; del litio, el agua y la energía, los bienes y servicios seguirán en manos de los poderosos.

¡Que marchen millones!, gritan los dueños de las AFP desde EEUU. ¡Que se vayan a huelga si quieren!, exclaman los Solari. Total, ¡somos los dueños de Chile! Saben que su nivel de organización les permite controlar la política y la ley.

La élite no se inmuta frente a la movilización social, no les preocupa que marchen dos millones contra las AFP, que todo Chile esté indignado y preparado para pifiar a los dueños de Homecenter en la Teletón, subestiman la liquidez de la fuerza ciudadana.

Es que existe un Frente Amplio de la élite, articulado hace ya 26 años, constituido desde el duopolio hasta el gran empresariado. Que tiene una mística común en base a sus privilegios, canales de comunicación y gestión expeditos, y acuerdos programáticos claros para la continuidad del sistema.

Por otro lado, tenemos un Frente Amplio que no logra cuajar en un proyecto político, que no logra levantar un programa ni un candidato presidencial, producto de la misma desafección, descrédito y desconfianza que hay hacia la política, mezclado con una cuota de egos y pequeño cálculo electoral.

El 2017 es año de elecciones, elegiremos presidente, parlamentarios y consejeros regionales; y los chilenos –los mismos que se endeudan para “surfear la ola”- tienen la oportunidad de dar un golpe a la cátedra.

De esto depende que esta elección sea una disputa entre la élite y la ciudadanía, que el Frente Amplio de los de abajo, de la gente honesta, decida disputar el poder al Frente Amplio de la élite, de los de arriba.

Candidatos en este Frente Amplio hay: Cristian Cuevas, Alejandro Navarro, Luis Mesina, Alfredo Sfeir, Roxana Miranda, Marcel Claude, Carlos Ruiz y pueden surgir otros; pero si no se fija pronto una alianza política sólida, un programa concreto para transformar el país y un candidato presidencial surgido de primarias ciudadanas, nos arriesgamos al surgimiento de un populista de derecha como Farkas.

Al parecer, este Frente Amplio no ha dimensionado que una candidatura presidencial que sepa encarnar a los de abajo, sería capaz de capitalizar la crisis que hay en las bases del PS y el PC, de tambalearle el piso a Guillier; y si logra movilizar al 60% de chilenos y chilenas desencantados, puede llegar a ganar la elección.

Lo mismo pasa con las parlamentarias, el Frente Amplio no se puede dar el lujo de llevar listas separadas. La unidad de toda esa fuerza política y social es la única herramienta que tenemos para romper con la hegemonía que hace 26 años posee el Frente Amplio de la élite.

Porque no puede volver a ocurrir lo que sucedió el 2013 e ir divididos en contra el Frente Amplio de la élite; debemos apostar por un proyecto colectivo que represente a todos los de abajo, a todos esos que se tienen que endeudar para pasar marzo, a toda esa gente honesta cansada de enduedarse para vivir, esos que durante el año saldrán a marchar contra las AFP y se deberán ir a huelga porque los dueños de Chile no quieren compartir la riqueza que generan los propios trabajadores.