Donald Trump presidente electo de los Estados Unidos, o la parodia del norteamericano medio
El 17/08/2016 advertimos a través de este medio nacional sobre la singularidad y masividad que se asociaba a una figura curiosa llamada Donald Trump. Planteamos con diametral claridad acerca de un escenario que se manifestaba como probable: “La principal tragicomedia es que es una representación nacional, y su extensión esta diseminada en esa conciencia tan USA de que las soluciones son efectistas, dialogo fácil con eslóganes rimbombantes, y vitoreo de barristas de futbol americano. Una política del show, una política espectáculo muy bien planteada en la dimensión de una crisis después de Obama, en que la fórmula más distinta, fue en gran medida más de lo mismo”. Y eso, que fue más de lo mismo, terminó por abrirle la puerta a esta caracterización del “norteamericano medio”, el conductismo de la guerra y la semiótica del establishment marcaron el hastío de una población atemorizada y cansada de respuestas autistas.
Trump es el símbolo de una civilidad protofascista, que intenta develar la verdadera sentencia americana, “América para los americanos, y el mundo también”, esa imaginería totalitaria y xenófoba, es el metatexto implícito en las relaciones históricas.
Todos sabemos que hay pactos que jamás nunca el poder norteamericano pudiese renunciar, aquellos que han significado la sangre de pueblos inocentes. La geopolítica del poder en el planeta está más allá del marketing electoral, el payaseo terminó, y ahora Trump deberá entrar a una cápsula hermética donde hay una serie de cosas demarcadas por el guión del suprapoder que gobierna USA.
Arriba hay una estructura invisible para la opinión pública, que está más allá de las criollas culturas institucionales, se transforma en lingüística expresado como los objetivos estratégicos de USA en el mundo, y hay abanicos, pero el derecho es a mover ciertas piezas, no a cambiar el tablero.
Este heredero genético del Ku Klux Klan ha sido el peor símbolo de civilidad, y aún así ha ganado en el país más poderoso del mundo. Su anticampaña refleja la captura psicosemiológica de la mente de los yanquis, ellos son lo que han inventado y vendido al mundo, su cultura del show.
Lo de Trump es un fascismo de superioridad racial, no es solo que pisen sus territorios, sino que ellos se sienten superiores. Aunque su poder se relativice por nuevos fenómenos económicos, como China, su capacidad militar es incontrarrestable hoy en el planeta. Esto habla de la psicología del capital expansivo, la evolución natural de los imperios que se incrustan a dinámicas epocales en la historia de la humanidad.
La violación legitimada de los derechos humanos de miles de seres humanos en el mundo está garantizada, a nombre de la voluntad del tío Sam, habrá que renovar agendas invasivas. El costo medioriental ha sido alto, serán otras geografías con otra política militar, pero esa planificación ya ha sido evaluada por los agentes de la inteligencia dominante.
La lógica capitalista nacionalista es una impostación, ante un capital globalizado, es decir, que si bien puede haber fuerte desarrollo de inversiones públicas, los tentáculos del capital financiero no permiten metáforas nacionalistas, lo que pasará es que la llegada al poder de otros intereses capitalistas, generara otras afluentes de conexión, la Casa Blanca como muchas otras casas de gobierno, son espacio de poder, espacios donde el poder se reproduce, para abrirse paso y conculcar su arte.
Donald hará un show para los americanos, al estilo americano, un simbolismo chatarra, una cultura guiada por la inteligencia publicitaria, “propuesta única de venta” que es el paradigma ocupado por Trump, su articulación de animador de TV americano supo machacar hasta el hartazgo, anclado a la idea del voto de castigo, esta cabellera rubia de piel sonrojada, con rasgos de ADN norteamericano se abrió paso, la hizo.
Su brutalidad cultural es la representación de un ciudadano semiótico, es la modelación subjetiva de una reproducción de conciencia cultural USA. El ethos americano en todos sus colores de mercado, la filosofía de las patatas fritas, con pancartas y carteles de precio, con porristas vitoreando. Harto de eso hasta producir los reflejos condicionados necesarios para soportar cualquier cosa.
Este segregador social y activista de la ignorancia logro captar un sentido, el “descontento”, logro representarlo en una escena nacional, la política como mercadotecnia, la política como un racismo espiritual, la gracia del animador vendedor que reiteraba, buscando la polémica como técnica, buscando el efecto comunicacional, “la política es comunicar”, encontrar las semánticas, el espacio, la necesidad de ese discurso, y el capital que haga la gestión del marketing electoral, esta es una lucha técnica, más que política.
El mejor artista, el mejor coaching, la mejor estrategia, la más integral, puede ganar. La sociedad tiende a ser más insondable, las encuestas fallaron, porque dejaron de captar la subjetividad, cuando la investigación tiene a la parametrización se vuelve menos exhaustiva, y aquí era necesario captar el sentido, referir a parámetros más cualitativos, que hubiesen descrito mejor el mapa cognitivo en el juego de la elección.
Ellos son campeones del discurso estadístico, pero las técnicas numéricas no prefiguran los cambios y los juegos del sentido, aquello que transforma las valoraciones de las masas electorales.
Se caen cuestiones que tenían estabilidad, los cambios de siglo son así, se produce una transición en los discursos epocales, se caen canones y arquitecturas hilvanadas conceptualmente, se produce un sentir dislocado, pero también hay espejismos que no dejan ver el fondo.
Hay una culturización que se estará imponiendo a través de las pautas de este actor secundario de Hollywood. Finalmente, transito el imaginario y se transformó en alternativa política.
La resistencia cultural norteamericana muestra su lado más fascistoide, no será fácil el dialogo con los multiculturalistas, obviamente habrán intenciones de restricción de derechos, es el gen del empresario, el semiótico rubio del éxito, aquel del discurso ideológico cultural.
Las redes sociales siguen mostrando esa capacidad de imbricar contenidos en un tramado social muy masivo, su articulación comunicativa es muy potente, y parece ser que se transforma en un lenguaje en sí mismo, por tanto, es una variable que aún se mira como una operación menor, pero en realidad es la operación fundamental, su importancia ha trascendido, y se ha transformado en un lenguaje cultural. Movilizar sentidos desde ahí se ha transformado en una posibilidad relevante, y atractiva, pero se debe saber entrar, puede ser una técnica comunicacional, se deben resemantizar sentidos sociales. Es un lenguaje no oficial, en el futuro este espacio se transformará en un campo de batalla.
El capitalismo, diría el viejo Marx, desarrolla sus propias contradicciones, configura sus propios demonios, su expansión planetaria genera contradicciones entre sus propios componentes, el capital genera sus cambios para recomponer su dominio.
El ciudadano Trump ha instalado un derrotero incierto en varias temáticas, sobre todo en el de reconocimientos sociales, porque en otros es más difícil que logre mover las piezas, por ejemplo en lo geopolítico de USA. Puede ser un provocador de inestabilidad si intenta concretar algunas de su largo listado de ideas segregacionales.
Su llamado al norteamericano medio ha sido una de las más transversales voces del último tiempo en ese país, su léxico de mall tendrá que refinar sus magistraturas o se transformará en el chiste macabro que está destinado a ser.