Pinochet "académico": La clase magistral en la U. de Chile donde el dictador adelantó los pilares de la Constitución de 1980
“Hay muchas maneras de combatir y una de ellas es escribiendo. Creo que mi marido, aún cuando no es un literato, ha escrito cosas interesantes”, declaró Lucía Hiriart a la prensa en 1988, cuando se le consultó qué haría el dictador en caso de perder el plebiscito. La producción intelectual de Augusto Pinochet es conocida, sobre todo, a través de libros como “Política, Politiquería y Demagogia” (1984) y “Geopolítica” (1968), que según se ha revelado, tiene párrafos completos plagiados a la conferencia del mismo nombre del profesor de Pinochet, Gregorio Rodríguez Tascón, en la Academia Militar.
Fue en el libro “La secreta vida literaria de Pinochet” (Random House, 2013) donde el periodista Juan Cristóbal Peña reveló los anhelos del dictador, que buscaba emular la solidez académica e intelectual del general constitucionalista al que asesinó: Carlos Prats. Así, pese a que Pinochet era "un hombre limitado intelectualmente, y menospreciado por sus oponentes", logró ganar una fama de estratega y pensador.
Con la publicación de “La dictadura de los sumarios - La Universidad de Chile intervenida 1974-1985” (Editorial Universitaria) se vuelve a recordar otro episodio que refleja la “intelectualidad” de Pinochet. En marzo de 1979 asistió en calidad de jefe de Estado a la inauguración del año académico de la universidad estatal, adelantando al cuerpo académico y militares interventores buena parte de lo que se plasmaría, un año después, como Constitución de la República mediante un fraudulento plebiscito.
La tercera independencia y el principio de subsidiariedad
La admiración del pinochetismo por el régimen de Diego Portales es conocida. Esa admiración se expresó claramente en su clase magistral del 6 de abril de 1979, cuando señaló que el orden portaliano fue el “período más brillante de la historia de Chile”. Ansioso por mostrar su manejo de la historia nacional, Pinochet hizo un resumen del recorrido hasta el golpe de Estado que lo llevó al poder.
¿Cuál es la diferencia entre las “intervenciones militares” -golpes- de 1891, 1924 y 1973? Según Pinochet, en los golpes anteriores las Fuerzas Armadas se “limitan a inclinarse hacia uno y otro bando de la guerra civil, en la medida que quienes los apoyaban estimaban tener la Constitución de su parte”. En cambio, explicó ante un fiel salón de honor, “en 1973 las Fuerzas Armadas y del Orden, nuevamente unidas, intervienen para introducir un cambio íntegramente renovador, no en los hombres sino en el propio régimen político partidista, por estimar que éste es el que paraliza el progreso nacional y porque han comprobado que se ha llegado a un total agotamiento del sistema democrático nacional”.
Cuando se llevó a cabo esta clase magistral el rector de la universidad era Agustín Toro Dávila, un militar delegado por Pinochet. Como se detalla en el libro que hoy se lanzará en el salón Domeyko de la Casa Central de la U. de Chile a las 19:00 (editado por Ximena Poo, directora de Extensión en la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la U. de Chile), en esos años se vivió tanto la desintegración territorial que permitió la desarticulación del plantel estatal y, además, una burocratización que permitió la universidad intervenida a través de sumarios, sanciones e investigaciones. O como se detalla en las actas de sumarios publicados, una universidad de sapos.
[caption id="attachment_108193" align="alignnone" width="537"] Carta Manuscrita familiares Funcionaria Detenida por Servicio de Inteligencia. Expediente 673/75, Archivo Central Andrés Bello[/caption]
Ante los directivos de esa universidad, Pinochet volvió a la carga: “si hubo quienes en esa época creyeron que las Fuerzas Armadas y de Orden intervendrían de manera transitoria y superficial para luego abandonar al país al conocido y vicioso juego de intereses distintos al bien de Chile, reafirmaron en esta forma cuánto se habían alejado del verdadero sentimiento y voluntad de la ciudadanía, cuán profundo era su desconocimiento de la magnitud real del peligro totalitario contemporáneo y cuánto desconocimiento tenían de la esencia de los organismos militares, cuya misión principal es la defensa y preservación invariable de los valores patrios”.
La voluntad de poder y proyecto país de la dictadura civil y militar estaba clara: desde 1976 que la Comisión Ortúzar se reunía para redactar las bases del texto constitucional que promulgaría Pinochet luego de un plebiscito sin padrón electoral ni oposición. Y si bien las directrices fundamentales e intransables quedaron plasmadas en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile, publicada en 1973 junto con los bandos militares cuando La Moneda aún humeaba, Pinochet detalla la concepción “propia y diferente” del hombre la sociedad. En una frase muy común para todos las dictaduras latinoamericanas de la época, se recuerda la tradición occidental, humanista y cristiana.
Luego de la parte de su discurso que destinó al derecho natural, Pinochet dedicó cortos minutos a la importancia del concepto de subsidiariedad, explicándolo como aquel en virtud del que “el Estado debe asumir directamente sólo aquellas funciones que las sociedades intermedias o los particulares no pueden desempeñar adecuadamente, como es el caso del Orden Público, la Defensa Nacional, las Relaciones Exteriores y aquellos servicios o actividades estratégicas que requieren de una coordinación general no accesible a otro órgano que no sea el estatal”.
La subsidiariedad como principio rector fue una de las disputas ideológicas más duras dentro de los civiles y militares de la dictadura, la que llevó las críticas de sectores más corporativistas hacia el poder de los “Chicago Boys” en la dirección económica del país. Pero, como se sabe, el gallito lo ganaron los economistas neoliberales. Pinochet resumió ese día en la Casa Central lo que hoy en día se asume como sentido común: “Es el respeto a este principio el que involucra la aceptación del derecho de propiedad privada y de la libre iniciativa en el campo económico, que consideramos como la única vía que conduce a un verdadero desarrollo”, señaló, para luego agregar todo un apartado a explicar la premisa de que “el estatismo retarda el progreso y asfixia la libertad”.
Según el dictador, toda su exposición basta “para explicar por qué se ha considerado que no es suficiente introducir algunas modificaciones a la Carta Fundamental de 1925, sino que es imprescindible dar al país una nueva constitución que consagre y resguarde adecuadamente estos valores”. La complejidad del proyecto país de la dictadura se grafica cuando, a esto, añade que la tarea a la que se abocan es más amplia que lo constitucional: “La institucionalidad es mucho más vasta, y su renovación exige modificaciones substanciales en materias tales como el campo laboral, previsional, educacional, económico, de salud, viviendas, y otras igualmente determinantes en el desenvolvimiento de la comunidad”, las que deben tener “normas adecuadas y hábitos políticos sanos”, en donde la democracia es un “medio y no un fin”, al igual que el sufragio universal, el que según Pinochet no es “en modo alguno condición única para garantizarlos”, ya que en su mirada, muchas veces “surge la representación de una mayoría muchas veces accidental y efímera que no siempre representa el verdadero sentir nacional”.
[caption id="attachment_108194" align="alignnone" width="368"] Pinochet en el salón de honor de la U. Chile. Foto: "Vision futura de Chile, 1979".[/caption]
“Siendo inaceptable volver al viejo esquema que nos condujo al inminente peligro totalitario, debemos buscar un nuevo sistema capaz de afrontar la alternancia y asegurar la libertad”, dice, para seguir explicando la eficacia de proscribir al marxismo de la vida cívica, una “democracia vigorosa para autoprotegerse”. “Democracia protegida no debe entenderse en el sentido de estar sujeta a tutela externa alguna, sino a la inversa, como aquella dotada del vigor suficiente para sobrevivir”, prosiguió.
“Por tal motivo, la nueva institucionalidad chilena prevé un firme fortalecimiento del presidencialismo. Los críticos tradicionales querrán ver en esto ocultos propósitos personalistas”, algo que a las jóvenes generaciones podrá sonarles sospechosamente similar al meme “los envidiosos dirán que es Photoshop”.
Otros puntos esenciales de la nueva democracia que plantea Pinochet son la protección no sólo contra el marxismo, sino contra la demagogia de los “señores políticos” y el “libertinaje periodístico”, ya que los valores del humanismo, en su mirada, corren el riesgo de ser “aniquilados por un completo libertinaje de los medios de comunicación social, de modo que pudieran estos transformarse en un vehículo de degradación progresiva del nivel ético e intelectual de la comunidad”.
¿Cuáles son las bases de la nueva Gran Nación (mayúsculas del texto original)? El Plan Económico y el Plan Laboral, “respuesta moderna y creadora a los requerimientos de nuestra época y circunstancias”. “Ese plan conduce, directamente, al mayor bienestar de todos los chilenos, en particular de aquellos sectores laborales antes más postergados”. Un año después, el ideólogo del Plan Laboral, José Piñera, añadiría una nueva gran reforma: la del sistema de pensiones, introduciendo las AFP mediante el decreto ley 3.500.
Las sanciones a Chile por las violaciones a los DD.HH: una campaña internacional por abandonar “la neutralidad”
Desde 1978 en adelante, las relaciones internacionales de la dictadura se vieron cuesta arriba. En eso influyó no sólo en conflicto por el canal del Beagle con sus pares militares argentinos, sino que el brutal atentado contra Orlando Letelier en pleno Washington DC. En noviembre de 1976, además, se había constituido la Vicaría de la Solidaridad, que al alero del Cardenal Silva Henríquez permitió documentar y visibilizar el horror tanto en Chile como en el extranjero.
En marzo de 1979, en tanto, el autodenominado presidente se preguntaba ante los decanos y académicos destacados -los que habían sobrevivido a la razzia- : "¿Cuál es el motivo por el que hemos debido enfrentar una gigantesca campaña internacional de hostilidad y de desprestigio, llevada hasta extremos inconcebibles, que sorprende por su desproporción a cualquier analista objetivo de los hechos?”. Según Pinochet, hay muchas respuestas a su propia pregunta, pero la principal es “la sólida definición doctrinaria que el Gobierno y el Estado de Chile asumieron el 11 de septiembre de 1973”, ya que para derrotar al marxismo es necesario hacerlo en su dimensión moral, porque tal doctrina es “intrínsecamente perversa”.
Así, para Pinochet “en el campo de los derechos humanos, la campaña de propaganda a todo nivel nos ha imputado hechos ajenos a toda realidad, magnificando hasta dimensiones inverosímiles las consecuencias inevitables del enfrentamiento violento a que nos llevó, contra nuestra voluntad, la tentativa totalitaria que culminara el año 1973”, apuntó.
[caption id="attachment_108196" align="alignnone" width="518"] Los logros de la dictadura destacados en "Visión Futura de Chile", 1979.[/caption]
Dos días antes de la clase magistral de Pinochet, el juez Bañados, ministro en visita extraordinario designado por la Corte Suprema ante el innegable hallazgo de restos humanos en los Hornos de Lonquén, se había inhabilitado y la causa había pasado a la justicia militar. Antes de dejar la investigación, Bañados estableció que las víctimas no habían muerto en un enfrentamiento. Fue una de las primeras señales claras de la política de desaparición de cuerpos de los prisioneros y un duro golpe a los familiares. Indemne, Pinochet explicó ante el cuerpo académico dos días después que “hemos dado muestra de una mesura que contrasta, en primer término con el destino que, sin lugar a duda alguna, habrían corrido los sectores democráticos de este país si los propósitos soviéticos se hubiesen cumplido”.
Pese a todo, Pinochet insistió en que él no se planteaba la perpetuación militar en el poder. La extensión de su régimen, se lee en el texto disponible en el Archivo Central Andrés Bello, tiene como fin impedir “que renazcan los mismos vicios que hemos tratado de superar”. Así, explica los fundamentos y sentido de “una transición sin elecciones políticas”: “enlazar con fluidez el actual gobierno con aquel que regirá Chile en forma definitiva, como expresión de la nueva institucionalidad democrática con que culminará la obra del régimen surgido del 11 de septiembre de 1973”.
Pese a que mediante sumarios, exoneraciones, ejecuciones, exilio y desapariciones se había borrado de los campus a buena parte de los académicos que podrían haberse opuesto a sus planes en esa apertura de año, el cierre de su discurso incluyó una advertencia que, en el contexto represivo de 1979, sonó a amenaza.
“A ustedes, académicos, estudiantes, universitarios en general, incumbe responder a la privilegiada oportunidad que brindan los estudios superiores, cuyo aprovechamiento les abre vastos campos de acción, al mismo tiempo que altas responsabilidades frente a la comunidad. Al aceptarlas, están asumiendo también el compromiso de laborar, desde hoy mismo, sin descanso, para afianzar las bases de esta nueva independencia”.