La necesidad de una educación intercultural para Antofagasta
Antofalombia, 348.669 habitantes -Censo 2012, el mejor de la historia no es confiable-, de ellos 14.134 son colombianos según PDI perla del norte. Benjamín Cruz Parra, líder de la colectividad “colombianos en Antofagasta”, asegura que aquella cifra queda corta: 17.000 colombianos con permanencia definitiva, 10.000 con temporaria y cerca de 5.000 en proceso de regularización; suma: 32.000 colombianos. Resumen: alto escenario migratorio en el cual se hallan presentes otras nacionalidades.
El alto flujo migratorio no es caso exclusivo de la ciudad, sino que ha sido parte, desde los albores de la humanidad, de la construcción cultural de los pueblos. Es más, es necesario recordarles a nuestros compatriotas, parlando desde una mirada jurídica correspondiente al ordenamiento político-administrativo del Estado-nación, que los chilenos en algún momento de la historia fuimos inmigrantes -Antofagasta, desde su fundación en 1868 por el gobierno boliviano, siempre ha sido zona de alta fluctuación nacional-. El reconocimiento de esta realidad conlleva a un abanico de problemáticas que derivan en diversas soluciones dictadas según el conjunto de valores que poseamos. Repetimos, los procesos migratorios siempre han existido, eso sí que ha distintas escalas territoriales, dependiendo del contexto político-administrativo en el cual se insertan y desde el cual se intencionan. Conjugando con el inicio, las soluciones en la contemporaneidad han sido diversas: fetichismo-folclorismo, tolerancia, repugnancia, desprecio, colonialidad, indiferencia, aceptación, entre otras. En el contexto actual, este proceso se inserta dentro de un modelo ideológico neoliberal que empuja, como se ve más claramente en Europa, una arremetida conservadora de características protofacistas. Contra reacción determinada no solamente por la conducción política de un grupo que extrae provecho en esta arenga hacia la violencia social, sino que valores neoliberales impregnados en cada uno de nosotros instan a resignificar la doctrina del enemigo interno, la doctrina del vecino como sospechoso promovida por quienes buscan y logran desviar la atención que debiera pesar sobre sus hombros. Hoy no sólo es menesteroso reconocer esta realidad, no es solamente necesario, asunto urgente, reactualizar nuestra ley migratoria formulada en la última dictadura militar, no solamente debemos reaccionar a ciertas coyunturas, especialmente el día del futbol; se necesita una mirada a largo plazo, un proyecto de transformación valórico, una política pública que inste, en todo contexto, a una verdadera integración y cohesión social; necesitamos levantar en esta ciudad, como en otras, un proyecto de educación intercultural desde la educación pública.
Frente a la inmigración hay variados mitos, el más bullado es el de la delincuencia acometida en la mayoría de sus partes por inmigrantes, siendo que las cifran, de 2014, indican que de 15.118 personas imputadas 1.365 eran extranjeros. De ellos el 41,5% eran bolivianos, 31,8% colombianos y 14,7% peruanos, según la defensoría Regional de Antofagasta. Gendarmería indica que en el Centro Penitenciario de esta ciudad hay 1.211 presos chilenos y solo 47 colombianos. Proponemos ver la inmigración como oportunidad: en años promedio de escolaridad, los migrantes tienen 12,6, versus 10,7 de los nacionales. En porcentaje de población inactiva, los migrantes tienen un 23%, mientras los nacionales un 43%. En autopercepción de su estado de salud, el 72% de los extranjeros se califica con nota entre 6 y 7, versus el 63% de los chilenos. Chile no sólo necesita cambiar sus condiciones objetivas para lograr ser más felices, sino que son las condiciones subjetivas las que permiten apocarse o engrandecerse, son las condiciones subjetivas creativas que nos permiten vislumbrar posibilidades para construir soluciones a las problemáticas que tantos nos aquejan. La inmigración siempre ha sido un gran sazonador para esto.
La enseñanza desde la educación pública, proceso reproductor y productor, encuentra tamaña oportunidad en esto ya que se posiciona como estrategia fundamental para lograr la modificación en el patrón valórico, la modificación cultural, la modificación ontológica, la transformación del ser para posibilitar el surgimiento de un nuevo amanecer. No negamos que esta tarea deberá barrer con un cúmulo de barreras, sabemos que esto supone entrar en conflicto con el nacionalismo imperante, pero la enseñanza es y debe ser una tarea de vanguardia, osada, altruista y proyectada desde el hoy hacia el mañana. En tiempos de formación ciudadana es imperativo cuestionar la ciudadanía que queremos, la patria que deseamos para un Chile realmente fraterno, justo y democrático. Se hace urgente, para estos fines, una educación intercultural instigadora del diálogo necesario entre culturas para la generación de un nuevo sincretismo, un otro criollo, un otro mestizo.
En Chile, como en otras partes de Latinoamérica, sólo existe una educación intercultural bilingüe diseñada para el “encuentro” con los pueblos indígenas. Una educación intercultural no solamente está ligada a la problemática del Estado con los pueblos indígenas, sino que corresponde insertarla en cualquier clima de conflictividad social producida por un desencuentro y anhelos de dominación cultural gatillantes de un clima de violencia cultural y social.