El caso Cheyre: ¿es la obediencia un valor superior?
El debate que ha suscitado el procesamiento del general (r) Juan Emilio Cheyre, en su calidad de cómplice en el homicidio de 15 personas que fueron torturadas y posteriormente fusiladas por la Caravana de la Muerte en La Serena el año 1973, no es nuevo, esta misma discusión ya había ocurrido en el caso del general (r) Gonzalo Santelices el año 2008, quien terminó acogiéndose a retiro para luego ser procesado por un caso similar.
Varias voces se han alzado para condenar la desgracia que ha caído sobre Cheyre, entre ellos el ex Ministro de Defensa Jaime Ravinet, que reitera declaraciones del ex presidente Ricardo Lagos ofrecidas sobre el mismo asunto en el año 2013. Declaraciones del Ministro de Justicia José Antonio Gómez, además delatan las presiones del gobierno para evitar el procesamiento de Cheyre.
Aprovechemos la oportunidad para hacernos algunas preguntas que imagino mucha gente se hace, y ver si las defensas que se han esgrimido en apoyo de Cheyre, son plausibles. No sé si incluir la carta de Cristián Labbé entre los apoyos, porque el único argumento que usa es el de la amenaza, que se resume en su cita final "cuando uno juega con fuego y estopa... de pronto viene el diablo y sopla", apelando a la memoria del miedo ante el poder fáctico y la violencia (no es muy sofisticado, pero hay que reconocer que a Pinochet le resultó en su momento, claro que Labbé no es Pinochet).
Despejemos rápidamente el argumento referido a lo inapropiado que es abrir causas por hechos ocurridos hace más de veinte años (Ravinet lo dijo, y a Lagos ya le había parecido injusto). Esos hechos constituyen crímenes de lesa humanidad, por tanto son imprescriptibles e inanministiables. Así el argumento del paso del tiempo no corresponde.
En estos casos siempre se apela a la “obediencia debida”, es cierto, Cheyre debía seguir órdenes, y con los distintos casos que hemos ido conociendo a lo largo de estas décadas hemos podido acercarnos un poco a lógica militar: la obediencia es un valor superior, y está igualada con el bien. De esta manera parece que para los soldados no sería necesario disponer de un conocimiento del bien y el mal. Cuando Cheyre dijo el año 2004 que las violaciones a los derechos humanos no podían tener una justificación ética, no aclara si en verdad los miembros del Ejército pueden actuar siguiendo una ética mayor a la de la obediencia (véase “Ejército de Chile: el fin de una visión”).
Muchos dicen que nada podía hacerse ante órdenes como las recibidas y seguidas por Cheyre en 1973, porque además podías “perder la carrera y la vida” (Ravinet), y “¿Qué otras cosas más podía hacer… un teniente, cuando se está en estado de guerra?” (Lagos). Es cierto, convengamos que la desobediencia era castigada. Sin embargo, ¿están los soldados obligados a seguir órdenes criminales?, alguien dirá “no sabían que eran criminales”, pero para algunos lo fueron y optaron por desobedecer, denunciar o apartarse de la institución, porque las órdenes normalmente no son criminales, y por lo tanto se supone que no sería difícil reconocer una orden criminal. Lamentablemente sabemos muy poco de esos casos y sin duda es una memoria necesaria, la de aquellos que al interior de la Armada dijeron “no” al Golpe; el conscripto Michel Nash; el general (r) de la Fuerza Aérea Sergio Poblete y el general (r) del Ejército Joaquín Lagos, que desobedecieron y denunciaron. Esos casos echan por el suelo la idea de que sólo había un camino a seguir. Ellos actuaron siguiendo una conciencia del bien y el mal que aún no habían perdido, a pesar del miedo y la legalización de los crímenes. Esas personas actuaron así no porque una ley les decía que lo “debían” hacer, sino porque no “podían” hacerlo de otra forma.
Tras 40 años ¿Cheyre nunca supo del carácter criminal de los actos que le fueron ordenados? En su declaración del año 2004, dice que las víctimas habrían recibido un tratamiento que no se condice con la doctrina permanente e histórica de la institución, es decir, para 1973 lo que se les ordenaba hacer a los subalternos eran acciones que estaban, al menos, fuera de la costumbre.
Y aunque su despertar haya sido tarde, ¿qué consecuencias tuvo?, ¿qué significa “asumir las responsabilidades” que él mismo anunció?, ¿ha habido más verdad desde entonces?, ¿el Ejército ha colaborado activamente en el esclarecimiento de los crímenes, más allá de la presión de los tribunales?, ¿se han roto los pactos de silencio?, ¿se apartó Cheyre de la institución en ese momento?, lamentablemente la respuesta a todo es no.
Con su comportamiento Cheyre, así como tantos otros, nos muestra que no sólo obedeció sino que continuó apoyando un conjunto de acciones involucradas en la limitación del acceso a la verdad y la justicia sobre los crímenes. Si se dice que Cheyre obedeció, en realidad lo que hizo fue apoyar a la institución, autoridad o ley que le reclamaba obediencia. Como sabiamente dijo Hannah Arendt, nada bueno ni nada malo puede llevarse a cabo sin la ayuda de otros.