La imperiosa necesidad de apurar el tranco

La imperiosa necesidad de apurar el tranco

Por: Leonardo Arenas Obando | 21.06.2016
Lo que sabemos de la epidemia en Chile, es que se encuentra focalizada en personas que realizan determinadas prácticas sexuales, siendo un 99% por transmisión sexual, es decir: penetración sexual vaginal y anal sin protección. De ahí que el llamado a concentrar las acciones en las poblaciones claves sea un requerimiento de política pública.

Es la traducción al buen chileno del documento final de la Reunión de Alto Nivel sobre Sida efectuada la semana pasada en la ciudad de Nueva York, que fuera convocada por el Secretario General de Naciones Unidas bajo el título: “Acción acelerada para poner fin a la epidemia del Sida” y que generó un documento político, suscritos por los representantes de gobiernos y estados que guiará las acciones hacia el 2020 junto con un documento crítico elaborado por las organizaciones de la sociedad civil.

La “Declaración Política sobre el VIH y Sida: En la vía rápida para acelerar la lucha contra el VIH y poner fin a la epidemia del Sida para 2030” fue circulada antes de llegar a la reunión y no mostró mayores cambios de la versión final. Es decir, “ya estaba cocinada” y quienes llegaron con ánimo y argumentos para incidir en su redacción vieron frustrada tal iniciativa. Lo que manifiesta que este tipo de reuniones son juegos de poder entre las potencias que transan el lenguaje y las metas, por mucho que proclamen la participación de las comunidades involucradas. Así que no queda más que buscar en dicho documento los elementos que nos permitan avanzar en el plano interno para disminuir las brechas y alcanzar la meta de un 2030 sin Sida.

Ya teníamos dos documentos que orientan las acciones hacia esa meta. El año pasado, una Misión de OMS/OPS visitó nuestro país para dar seguimiento, junto al  Ministerio de Salud, a la estrategia Tratamiento 2.0 y las Metas 90-90-90 que acordáramos en la ciudad de Rio de Janeiro. Esto fue reforzado en la Reunión de Validación del Plan de Acción para la Prevención y Control de VIH e ITS realizado en ciudad de Bogotá hace unos meses atrás.

La evidencia está mostrando que el mayor acceso a tratamientos antirretrovirales ha permitido desacelerar las nuevas infecciones en VIH. De ahí que las nuevas directrices sobre el uso de medicamentos antirretrovirales propongan un acceso universal a toda persona diagnosticada por VIH y no sea dependiente de los CD4. Para el logro de una disminución significativa, es necesario dar cumplimiento a la Cascada de Atención, lo que significa producir información relevante en determinadas etapas del tratamiento. Esto que es bien técnico se traduce en acciones concretas: Alcanzar a diagnosticar el 90% del total de las personas que viven con VIH; dar tratamiento al 90% de las personas diagnosticadas y que el 90% de ellas/os se encuentren con carga viral indetectables. Esto se ha denominado los “tres pilares”. ¿Cómo andamos por casa?

Según los datos del Informe conjunto OMS/OPS y Ministerio de Salud, las/os notificadas/os por VIH ascienden a 34.496 personas. (El último informe epidemiológico sobre la situación del VIH y Sida en Chile data de mayo de 2015 y contiene datos del año 2013, establece en 31.653 los casos de infección por VIH). Mientras que el total de personas viviendo con VIH alcanzaría a 47.000, es decir, tenemos una brecha cercana a 13.000 personas que no conocen su situación serológica. (Representan un 27% del total probable).

Del total de personas diagnosticadas, 25.106 se encuentran en tratamiento, es decir, aquí la brecha de lo conocido es algo mayor a nueve mil personas. Pero ya representa una brecha del 47% del total de personas viviendo con VIH. Y respecto de las personas con carga viral suprimida, son 20.964 del total conocido; aunque representa un 56% del total de personas viviendo con VIH. Es decir, estamos cuesta arriba con las metas 90-90-90 al 2020, es decir, en cuatro años más. De ahí que hace mucho sentido el llamado de las Naciones Unidas a “acelerar la acción”.

Para alcanzar las metas debemos tener presente dos ámbitos técnicos, pero principalmente de resolución política.

¿Tenemos recursos financieros para alcanzar el acceso universal de tratamientos antirretrovirales? Un estudio realizado en América Latina (2013) determinó que un 75% del gasto en VIH se va en medicamentos, un 16% en monitoreo relacionado con el VIH, profilaxis, pruebas y consejería y sólo un 9% se destina a prevención. Las cifras que maneja el MINSAL no son diferentes, el gasto en medicamentos es el mayoritario, siendo el gran obstáculo para alcanzar el acceso universal.

¿Tenemos estrategias para detectar a las personas viviendo con VIH que no conocen su situación serológica? Puede existir el temor en las autoridades que incentivar campañas de testeo de VIH pueda convertirse en un bumerang que termine en tribunales al no poder entregar medicamentos a todas las personas diagnosticadas; de ahí que las campañas hayan sido bien tibias. Pero la oferta de testeo, por lo menos en la Región Metropolitana, es bien escasa.

Lo que sabemos de la epidemia en Chile, es que se encuentra focalizada en personas que realizan determinadas prácticas sexuales, siendo un 99% por transmisión sexual, es decir: penetración sexual vaginal y anal sin protección. De ahí que el llamado a concentrar las acciones en las poblaciones claves sea un requerimiento de política pública. Veremos como esos compromisos internacionales se traducen en cifras de cumplimiento de los objetivos planteados.