De nuevo la Nakba
La palabra Nakba se ha vuelto ampliamente conocida por la relevancia que tiene para la cuestión palestina. Y casi en su totalidad, los estudios contemporáneos hacen referencia a ella como el momento en que se crea el Estado de Israel y Palestina es ocupada en un 78% de su territorio por el proyecto sionista, proceso en el cuál fueron asesinados miles de palestinos y expulsados de sus hogares cerca de seiscientos mil, cuyo destino ha sido por más de 68 años el de refugiados en su propio país o repartidos en el mundo. Nakba es la palabra árabe que designa la Catástrofe. El momento preciso -e inasible- en que los palestinos perdieron su suelo y se convirtieron, paradójicamente, en el relevo de la cuestión judía.
Pero Nakba, como bien ha mostrado recientemente Anaheed Al-Hardan, es un concepto, y como tal puede ser llenado de diverso contenido. Su primera enunciación en el mundo árabe a propósito del conflicto palestino israelí se debe al pensador sirio Constantine Zurayk que en su libro de 1948 Ma'na al-Nakbah (El significado de la Catástrofe) decía que “la derrota de los árabes en Palestina no es un mero retroceso ni un simple paso en falso. Esta es una catástrofe [nakba] en todo el sentido de la palabra, y una calamidad más grande que cualquiera otra que haya afectado a los árabes en su larga y galopante historia de calamidades y tragedias” [1]. Zurayk está hablando de una catástrofe árabe, que refiere a un fracaso de sus nacientes Estados frente al colonialismo europeo. La Nakba para él representaba la debacle moral de un mundo árabe que no ha sido capaz de defender a los palestinos a pesar de la justicia de su causa. El pensamiento de Zurayk se orientó a la creación de una alternativa panarabista que podría servir de acicate para un enfrentamiento con el sionismo, cosa que como sabemos, terminó en una nueva derrota y el empleo del débil y poco autocrítico concepto que Zurayk había querido evitar: el retroceso [Al-Naksah].
Que el de 1967 fue una nueva Nakbah y no un simple retroceso lo corroboran las conquistas territoriales de Israel, la expulsión de más de setecientos mil palestinos de su tierra y la fractura completa del orbe árabe que, salvo Siria, terminó aliándose con Israel y Estados Unidos. La situación actual de amistad estratégica entre Israel, Egipto, Arabia Saudita y Jordania hacen que la Nakba árabe no sea un evento, sino una repetición constante que sustenta la violencia del Estado sionista contra los palestinos y mantiene por ya muchos años intacto el sistema de Apartheid en Cisjordania y Gaza.
Cada época de la historiografía árabe, pero especialmente la palestina, ha ido configurando un nuevo sentido para la palabra Nakba, pero la derrota de 1967 y emergencia de movimientos palestinos autónomos de los gobiernos árabes, que consolidaron la forma de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en los años 70's del siglo XX, tuvieron un impacto profundo en la articulación de un discurso sobre la Nakba, donde lo que se había de privilegiar era su carácter palestino. Centrar la Catástrofe en los propios palestinos permitió visibilizar la situación específica de un evento que se repite una y otra vez por medio de la ocupación israelí. Los palestinos son, desde entonces, el pueblo que ha sufrido la Nakba. Es gracias a este tipo de reflexión que el nacionalismo palestino se fortaleció, pero el costo más grande es, por otra parte, que precisamente por ello, los gobiernos árabes se han desligado y lavado las manos respecto a sus responsabilidades, no sólo respecto a la existencia del Estado de Israel, sino también en cuanto al trato discriminatorio que en sus países reciben los refugiados palestinos.
Quisiera proponer una tercera forma de comprender la Nakba, que la saque del particularismo del caso palestino tanto como de la abstracta culpa árabe, que fácilmente queda en el olvido cuando los Estados árabes dejan de sentirse ligados a Palestina y comienzan a verbalizar sin constricciones su alianza con Israel. Esta tercera forma es la de una singularidad ejemplar. La Nakba es el evento catastrófico que ilumina Palestina como ejemplo de la persistencia del colonialismo y su racionalidad particular en todo el mundo. Es un concepto inapropiable e inasible por los propios palestinos, porque es la imagen de la catástrofe de la civilización. El programa de limpieza étnica que se inicia en Israel desde 1948 y se perpetúa hasta nuestros días, coexiste a la par con un sistema de Apartheid que incluye la vida de los palestinos dentro de un sistema de control para precisamente excluirlos de los derechos políticos y civiles. Este es el estado de excepción permanente que podemos llamar Nakba. Su repetición constante se da en cada checkpoint israelí, en cada redada a las aldeas, en cada detención de los niños que lanzan piedras, en cada asentamiento judío instalado en un lugar donde han sido expulsados palestinos de sus hogares. Pero la Nakba también está en La Araucanía y en Chiloé, en la detención por sospecha que sólo afecta a los más pobres, en los muros que se levantan en Europa contra los refugiados. Ejemplar es aquel caso que, siendo separado de una serie de casos, permite iluminar la serie a la que siempre ha pertenecido y, por ello, la explica por analogía [2]. Un pensamiento ejemplar o paradigmático -para usar la terminología de Giorgio Agamben- se opone fundamentalmente a la lógica de la excepción que incluye aquello que precisamente quiere excluir, de modo que es en sí mismo una forma de resistencia. Frente al particularismo que muestra el sionismo respecto al Holocausto, que a pesar de su ejemplaridad es tratada como una Catástrofe que afectara sólo a los judíos, la Nakba palestina desde siempre un concepto dispuesto al uso.
No sólo la Catástrofe palestina puede permitir la analogía, sino también la resistencia que le es inherente. Si hay una palabra que ha penetrado el léxico de la cultura del siglo XXI es la de Intifada. Literalmente Levantamiento, la Intifada es la insurrección en su forma de inapropiabilidad. Levantarse es el gesto de aquellos que e niegan a servir simplemente al poder, de los que en cualquier parte del mundo pueden acusar una injusticia. Por eso, también la Intifada adquiere diferentes contenidos de acuerdo a la época y situación concreta en que sea enunciada. Hoy, frente a la Nakba que se repite y repite, los palestinos han elegido una forma de Intifada singular: el boicot al Estado de Israel. Como forma de resistencia, el boicot no pertenece a los palestinos, como nunca fue propiedad de los sudafricanos. Es el levantamiento mundial que se disemina sin líderes ni banderas, contra un Israel que siendo el último reducto del colonialismo en el mundo, ilumina la lógica de la dominación y el control sobre la vida contemporánea.
A cada Nakba una Intifada. A cada Apartheid un boicot.
NOTAS
[1] Citado en Anaheed Al-Hardan, “Al-Nakbah in Arab Thought. The Transformation of a Concept”, en Comparative Studies of South Asia, Africa and the Middle East, Vol. 35, No. 3, 2015, pp. 622-638.
[2] Cf. Agamben, G., “¿Qué es un paradigma?”, en Signatura rerum. Sobre el método, trad. Costa, F.; Ruvituso, M., Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2009, pp. 11-44, p. 33.