1 de Mayo: ¡La ciencia también es un trabajo!
Este 1 de Mayo se ha conmemorado un nuevo Día del Trabajador, el cual estuvo marcado sin duda por el fallo del Tribunal Constitucional, que al declarar inconstitucional la titularidad sindical propuesta por la Reforma Laboral, terminó de sepultar cualquier atisbo de transformación real en las condiciones laborales de nuestro país. Sin embargo, el problema con el debate laboral en Chile, no solo tiene que ver con una Reforma que se sabía desde un inicio que se inclinaría por los intereses del empresariado, sino que además con la estrecha visión con que este se ha planteado, dejando fuera de él a un sinnúmero de sectores y situaciones. Hoy en Chile, existe una falencia al no reconocer como trabajadores, con todos los derechos y deberes que ello implica, a un amplio sector de ocupaciones con las cuales miles de chilenos y chilenas sustentan su diario vivir. Es así como entre estos grupos es posible reconocer a quienes se desenvuelven en el mundo de la ciencia.
Investigadores de posgrado y quienes nos desempeñamos en el área de la ciencia en general, hemos luchado por largos años para que nuestra labor sea reconocida como un trabajo. Esta demanda por cierto, no se levanta por un reconocimiento que se dé solo en un plano abstracto, sino que tiene que ver con las condiciones concretas en que se desarrolla hoy en día la labor científica. Distintas agrupaciones científicas han develado la precariedad laboral que existe en el área, siendo posible dar cuenta de dos principales grupos de afectados.
Por un lado, se encuentran las figuras de asistentes de investigación, lab managers, y quienes en general cumplen funciones denominadas “técnicas”, que en su mayoría son profesionales jóvenes, muchos incluso con algún posgrado o especialización, que trabajan por proyectos de plazos definidos con ausencia de contratos, una sorprendente flexibilidad laboral y sin pago de horas extras. Por otro lado, están los investigadores e investigadoras de posgrado, a quienes el sistema considera como estudiantes y que se sustentan en su mayoría a través de becas. No obstante, es preciso señalar que este grupo está compuesto por personas que ya son profesionales, que en la práctica tienen algunas asignaturas al inicio de sus programas y que más adelante toman algunas especializaciones de ser necesario, pero que dedican la mayor parte de su tiempo al trabajo en laboratorios y centros de investigación cumpliendo jornadas completas semanales, que muchas veces incluso superan una jornada laboral legal al no existir regulación al respecto.
La ausencia de contratos que se da en general en el mundo de la ciencia trae consigo todos los problemas que derivan de aquello, como la falta de seguridad laboral, previsión y protección social, limitación de las posibilidades de acceso a créditos hipotecarios, entre otros. Además, la situación se agrava aún más con la ineficiente administración que hace Conicyt de los recursos destinados al financiamiento de proyectos y becas, dejando en muchas ocasiones a quienes trabajan en el sector sin percibir sus sueldos durante meses.
Como guinda de la torta, para el caso de los posgrados, existe una cláusula en las bases de las Becas otorgadas por Conicyt que exige la firma de un pagaré en blanco que faculta a este organismo a cobrar la devolución de la beca en caso de incumplimiento de plazos y obligaciones por parte del becario. Al respecto, cabe preguntarse en qué trabajo se exige la devolución de los sueldos desde el inicio del contrato del trabajador al incumplir con alguna normativa. Más aún, en la práctica, este tipo de medidas se han intentado aplicar sin ningún criterio, sancionando retrasos en plazos por situaciones como embarazos, problemas administrativos de las propias universidades y enfermedades.
Gracias a la movilización de distintas organizaciones científicas, este tema se ha puesto en la palestra y se han logrado pequeños avances, como la indicación de obligatoriedad de contratos para asistentes de investigación de Proyectos FONDEF IdeA, cuyas nuevas bases salieran a la luz hace un par de semanas. Sin embargo, es necesario reconocer que este problema no tiene que ver sólo con los bajos recursos y la escasa importancia con que cuenta la ciencia en Chile, sino que responde al patrón estructural de precariedad laboral que caracteriza al modelo económico imperante. Considerando esta premisa, dos grandes tareas surgen para poder dar solución real a la problemática. En primer lugar, profundizar la lucha por el reconocimiento de la actividad científica como un trabajo y no solo interpelar a los organismos encargados de la administración de la ciencia, sino también a las instituciones encargadas de la regulación del trabajo, incluyendo al Ministerio y a todas las demás instancias competentes en la materia. Por otra parte, es necesario enmarcar esta lucha dentro del pliego de las grandes demandas por transformar las condiciones laborales del país y articularse con las demás organizaciones sindicales y de trabajadores que hoy se encuentran en pie de lucha.
Es necesario incorporar estos elementos al debate abierto sobre las condiciones en que se desarrolla la ciencia en Chile, ya que hasta el momento, el tema de la precariedad laboral en el área ha sido abordado dentro del contexto del abandono generalizado que tiene la ciencia en el país, y es por ello que la máxima respuesta que ha dado la institucionalidad al tema ha sido su apertura a pequeñas modificaciones en las bases de proyectos de financiamiento y la promesa de un Ministerio de Ciencia y Tecnología como gran salvador ante la desfavorable condición en que se realiza la investigación. Sin embargo, se debe asumir que nos encontramos frente a un problema laboral que debe ser abordado como tal, y que solo el reconocimiento de la problemática en su dimensión estructural permitirá vislumbrar soluciones efectivas al conflicto.