Copano, ¿el nuevo agente de Israel?
En su columna de ayer, Nicolás Copano ha sorprendido a muchos de sus seguidores, pues no sólo ha actuado faltando a la ética periodística, sino que también ha optado por contar una verdad a medias. Se suma así, a una lista de políticos, periodistas y personalidades chilenas que, para decirlo elegantemente, han recibido una inducción breve pero intensa y abundante, para asumir de forma plena la defensa del terrorismo de Estado, la ocupación ilegal y el apartheid israelí.
La primera media verdad es que su visita a Israel no fue motivada por el interés de conocer la realidad, sino por una invitación de la comunidad sionista de Chile, quien financió su viaje y estadía y coordinó su agenda con el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, que definió el programa de reuniones e interlocutores de quienes recibiría información.
Dice haber visitado Palestina, pero omite que siempre fue en visitas guiadas por agentes israelíes y que ni siquiera hizo el más mínimo intento por tomar contacto con alguna fuente palestina de similar jerarquía a aquellas con las que se reunió en la potencia ocupante y por las que fue agasajado abundantemente.
Afirma haber visto camiones ingresando a Gaza y pone en el centro de las razones que explicarían el sufrimiento de la población palestina de dicho territorio, en una supuesta corrupción de sus líderes, como si la ocupación de más de 60 años, la política de exterminio físico y político llevada a cabo por Israel, las invasiones sistemáticas y los bombardeos indiscriminados sobe la población civil y la infraestructura de primera necesidad, además del cerco que la potencia ocupante mantiene hasta hoy, fueran sólo un detalle sin importancia.
Pone énfasis en los ataques con cuchillos, que nadie puede defender ni aceptar, como si este fuera el origen del problema y uno de los obstáculos principales para arribar a una paz justa y duradera, actuando igual como en Chile lo hacen los que piensan que la violencia en la Araucanía nace con los atentados de los últimos años y llega a su punto más álgido con el atentado y posterior asesinato, inaceptable y condenable por cierto, de los Luchsinger y no con la expoliación y el genocidio del pueblo Mapuche a manos del Estado chileno llevado a cabo de manera impune en los últimos siglos.
Casi al borde de las lágrimas, nos cuenta cómo un amigo le regaló una fracción de un misil caído desde Gaza. Me queda claro. En su visita a Gaza nadie debe haber tenido oportunidad de regalarle más que escombros.
Lo más revelador, en todo caso, es que para Copano, el aviador que lanza sus bombas sobre Gaza, proveniente desde la potencia ocupante, masacrando a miles de inocentes incluidos niños, mujeres y ancianos, es una víctima idéntica a los que él mismo masacra. Si no entendemos esto, para Copano, simplemente, no vemos la realidad y estamos sesgados por el odio.
En su travesía no tuvo oportunidad de ver los asentamientos ilegales poblados de colonos armados hasta los dientes. Tampoco vio el muro de segregación que divide y separa territorios, ciudades y barrios palestinos, bajo ocupación ilegal. Sus visitas guiadas tampoco incorporaron las cárceles israelíes, llenas de prisioneros políticos palestinos incluidos miles de niños menores de edad, encarcelados por resistir y tirar piedras al ejército de ocupación. Esas son invenciones de la prensa rosa occidental gobernada por el fundamentalismo musulmán.
No puedo dejar de recordar cuando en septiembre de 1973 la dictadura chilena decidió invitar a la prensa extranjera al Estadio Nacional, que había sido convertido en un campo de concentración. En la ocasión, los periodistas huéspedes recibieron información sobre la maravillosa “dieta” que entregaban a los prisioneros y el excelente trato que se les daba a los “terroristas” que habían puesto en peligro el destino de la Patria. Detrás de esa conferencia de prensa, se escondían el hambre, las torturas, las golpizas, las violaciones y los asesinatos que sufrían los prisioneros del Nacional.
Luego del episodio, hubo periodistas que decidieron seguir investigando hasta encontrar la verdad. También hubo quienes decidieron quedarse con lo que les mostró la dictadura y terminaron haciéndole propaganda a la misma, para encontrarse años después, con la barbarie que ellos mismos habían ayudado a ocultar afirmando que no sabían.
Hoy podemos imaginarnos en qué grupo podría haber estado Copano. Claramente no hubiera arriesgado su vida para conocer la verdad y quizá no hubiera resistido una invitación tan interesante, con todo pagado por supuesto. Quizá hubiera sido un feliz huésped de la dictadura.