La reforma laboral y la política neoliberal
La semana pasada finalmente se aprobó en el Senado la reforma laboral, tras 16 meses de debate y trámite. Las reacciones han sido muy diversas. ChileVamos, que se ha opuesto en bloque, envió un recurso al Tribunal Constitucional para impugnar cuatro aspectos de la nueva ley. La Nueva Mayoría celebra tildando la reforma de “histórica”, mientras que diversos sectores de izquierda y de la academia han criticado lo que se considera un retroceso. Con cada sector político diciendo cosas tan disímiles, se hace difícil hacer una evaluación, sobre todo cuando se mezclan criterios técnicos, propios del derecho, con políticos. Trataré de abordar ambos.
En términos técnicos, corresponde estimar qué será posible de hacer a partir del momento en que la ley entre en vigencia. ¿Tendrán más herramientas lo trabajadores para negociar en mejores condiciones? La opinión del empresariado, de ChV y de la NM es que sí, mientras que la izquierda dice que no. ¿En qué se basan ambas interpretaciones? La visión positiva se basa en los aspectos que ChV pretende declarar inconstitucionales: titularidad sindical, la extensión de beneficio, la negociación colectiva interempresa y el derecho de información. Me quiero detener en los tres primeros
La titularidad sindical apunta a que sea el sindicato la entidad que representa a los trabajadores en una negociación. En términos concretos, donde decía “Negociación colectiva es el procedimiento a través del cual uno o más empleadores se relacionan con una o más organizaciones sindicales o con trabajadores que se unan para tal efecto” (Artículo 303) se suprime el “o con trabajadores que se unan para tal efecto”. Frente a esto, la derecha y el empresariado acusan la legalización del monopolio sindical.
La extensión de beneficios apunta a que el sindicato decide si extender o no los beneficios de la negociación a los trabajadores no afiliados, pero sólo bajo la condición de que éstos paguen las cuotas sindicales (Artículo 323). Esto, claramente, constituye un estímulo para la afiliación.
Por último, la negociación interempresa: la antigua legislación estipulaba que “Para el empleador será voluntario o facultativo negociar con el sindicato interempresa.” (Art. 334 bis A). Esto se elimina en la reforma, a excepción de la micro y pequeña empresa, para quienes seguirá siendo opcional.
Estos serían los tres históricos avances de la reforma, que el progresismo celebra con bombo y platillo. Y claro, de por sí son positivos. La titularidad sindical y la extensión de beneficios constituyen estímulos para fomentar las tasas de sindicalización, mientras que la eliminación de la voluntariedad para negociar con el sindicato interempresa contribuiría a la descentralización de la negociación colectiva.
Pero hay que ir más al detalle. Y es lamentable, porque dicen que nada que va antes de un “pero” vale. Los artículos citados constituyen estímulos para la afiliación sindical, pero también se establece que si “la empresa tiene cincuenta trabajadores o menos, podrán constituir sindicato ocho de ellos, siempre que representen como mínimo el 50% del total de trabajadores” (Art. 227), lo cual le agrega a la actual legislación, la condición de que un sindicato se constituya con la mitad de los trabajadores en vez de 8.
También tenemos que el sindicato es la entidad con que el empleador negocia, pero que “No constituye práctica antisindical el o los acuerdos individuales entre el trabajador y el empleador sobre remuneraciones…” (Art. 289, letra h[1]). Por lo tanto, se le da una puerta de salida al tan temido “monopolio” sindical que anuncia ChV.
Sobre la negociación interempresa, sigue siendo a nivel de empresa y sigue siendo opcional para pequeñas y medianas empresas. La misma reforma le pone zancadillas a lo que se presenta como avance.
Por último, al no cambiar los mecanismos de presión de los trabajadores –la huelga- cuesta ver cómo los trabajadores saldrán fortalecidos con esta reforma. Por el contrario, las “adecuaciones necesarias” (Art. 406, letra d) dan pie a una serie de maniobras para reemplazar trabajadores, lo cual debilita la huelga. Podemos quedarnos sólo con lo bueno y pensar que aumentarán las tasas de sindicalización, pero si no se le dan más herramientas al sindicato para negociar efectivamente, cuesta ver cómo la negociación colectiva se transformará en una herramienta de distribución de la riqueza.
Y en este punto se necesario pasar a lo político, pues el meollo del asunto está en que la reforma se hace dentro de los estrechos márgenes ideológicos del Plan Laboral. Son los avances que la actual legislación, radicalmente neoliberal, permite. Por eso no se discuten puntos como la negociación ramal o algo tan básico y tan aceptado mundialmente como que la huelga sea un derecho y no un momento eventual de un proceso de negociación reglado.
El progresismo nos habla de avances, porque supuestamente se fomenta la afiliación sindical. Critica a “la izquierda del todo o nada”, porque no se puede hacer todo ahora, que es importante avanzar de a poco, etc. En otras palabras, la justificación concertacionista de los ’90 en todo su esplendor. Hay que salir al paso de estas justificaciones. Primero porque son falsas; esta reforma presenta retrocesos serios y ella misma boicotea sus propios avances. No se trata de que no abarque todo, como querríamos la izquierda irresponsable. Se trata de que perjudica a los trabajadores. Un paso adelante y dos hacia atrás no es avanzar. Y segundo, porque ya no estamos dispuestos a tragarnos ese argumento. No estamos dispuestos a seguir conformándonos con “avances” mediocre y agradeciendo que no haya sido peor. Los trabajadores necesitan representantes políticos con el compromiso y la convicción de dar la batalla hasta el final. Está claro que la NM no cumple con esos requisitos, demasiado preocupados como están de pactar con ChV para que el empresariado no se inquiete. Demasiado incómodos con la huelga y con los trabajadores. Ya no es aceptable el argumento de “la política”, para justificar la realpolitik, que utiliza el pragmatismo y “las condiciones reales” para esconder un compromiso político con el status quo, con el empresariado y con las clases dominantes.
De esta manera la reforma laboral constituye un retroceso para los trabajadores y además muestra el profundo arraigo del neoliberalismo en la ideología de la NM y en su práctica política. Lo devela el contenido de la reforma y la inexplicable celebración que le ha seguido.
[1] En la antigua legislación, letra g.