A propósito de Uber: La economía robot podría estar aquí
Con el fin de comprender dos puntos, hacia dónde vamos y por qué estamos siendo testigos de la desaparición de los buenos empleos y del incremento de la desigualdad social, debemos ampliar nuestro enfoque más allá del simple análisis de un cambio tecnológico. El debate que deberíamos estar sosteniendo, más bien debería tratar acerca de nuestras decisiones políticas y de la agenda económica que darán forma al cambio tecnológico en el largo plazo.
Este fue el enfoque que expuse en el seminario celebrado la semana pasada en el UK’s Houses of Parliament en el marco de una serie de eventos sobre economía, organizados por el canciller de oposición, miembro del parlamento, John MacDonnell.
Por ahora, la respuesta política predominante frente al veloz cambio tecnológico ha sido una ola de austeridad fiscal que atraviesa Europa, no más inversión en innovación, tecnología y educación. El rápido cambio tecnológico reciente no trajo algo como “la era dorada de la sociedad del conocimiento” junto con sus prometidas inversiones en tecnología verde, nuevos empleos y bienestar.
En su lugar, aún estamos sufriendo un gran estancamiento: la desigualdad en la distribución del ingreso sigue aumentando, los salarios van en descenso, y el ritmo del progreso tecnológico se ha ido desacelerando. En suma, la última oleada de innovación digital ha terminado en excesivas ganancias para el capital, con excesivas sumas de dinero yendo al balance financiero de grandes compañías tecnológicas, mientras muy poco se destina a bienestar, infraestructura social, educación, salud y energía limpia. Esta situación es exacerbada por la aparente inhabilidad de los gobiernos al momento de gravar impuestos a las utilidades de los gigantes financieros y tecnológicos, como se ha visto, por ejemplo, en el muy generoso acuerdo tributario entre Google y el gobierno.
No debemos subestimar el tamaño de la actual transformación tecnológica y su impacto en el trabajo. La automatización total está sólo en sus comienzos ciertamente. Internet en sus nuevas formas, como el “Internet de las cosas”, aspira a masificarse en todos los sectores productivos –desde las comunicaciones, hasta la energía y la logística- y a penetrar eficientemente en cada nivel de la sociedad. En cierta manera, la economía robot ya está aquí. Foxconn, el fabricante más grande del mundo, está introduciendo 30.000 robots por año, y Amazon tiene 15.000 robots trabajando en este momento en sus centros de despacho. De acuerdo a Brian Arthur, esta “segunda economía”, donde máquinas tratan sólo con otras máquinas, podría reemplazar el trabajo de aproximadamente 100 millones de trabajadores a nivel global.
La mayoría de las plataformas digitales actuales son mercados multi-laterales que pueden encontrar consumidores potenciales con todo el mundo y con cualquier cosa. La estrategia de estas poderosas “instituciones algorítmicas” es entrar rápidamente en una amplia variedad de sectores económicos y desbaratar las industrias actuales. A través del control de los ecosistemas digitales, ellos convierten lo que sea en un activo productivo y cada transacción en una subasta donde ellos fijan las reglas de licitación y precio.
Uber, por ejemplo, no posee autos ni emplea a choferes; ellos consideran a sus trabajadores como independientes. De esta manera, ellos externalizan la mayor parte de los costos a los trabajadores, eliminando la negociación colectiva e implementado intrusivos mecanismos basados en datos de reputación y rankings para reducir los costos de transacción a las compañías. Debería preocuparnos que el crecimiento de la economía colaborativa venga de la mano con un incremento de la precariedad, una erosión de la estabilidad laboral, la protección social y la red de seguridad de los trabajadores. En este contexto, la introducción de una renta básica garantizada como ingreso primario, la inversión en infraestructura pública y el progresivo despliegue de una plan que reduzca el desempleo pueden ser las respuestas correctas en términos de políticas públicas.
Una base común cuando se debate acerca de la economía de las plataformas digitales es que ellas generan una enorme riqueza para sus dueños, y que ellos invertirán automáticamente esas ganancias dentro de la economía real, sirviendo por tanto al bien público. Desafortunadamente este no es el caso. El Foro Económico Mundial publicó un reporte que afirma que el valor combinado de la transformación digital a través de la sociedad y las industrias podría ser mayor a $100 trillones para el 2025.
Para ser capaces de aprovechar esta transformación liderada por la tecnología con miras a mejorar nuestra sociedad, trabajo y bienestar para el beneficio colectivo, la solución yace en asegurar que esta ganancia no se vaya cuentas extranjeras de compañías de Sillicon Valley y Wall Street, sino que sea invertida en informatizadas infraestructuras sociales de base comunitaria que generen valor a largo plazo para la sociedad y que promuevan un crecimiento inteligente, inclusivo y sostenible.
* Publicado originalmente en: https://www.opendemocracy.net/can-europe-make-it/francesca-bria/robot-economy-full-automation-work-future