La noción intelectual de la izquierda

La noción intelectual de la izquierda

Por: Eddie Arias | 19.03.2016
La dificultad de la izquierda de prefigurar horizontes, y construir caminos que resuelvan los desafíos epocales son parte de una crisis que también radican en una falta de producción teórica, que no remite al intelectualiyo universitario de la neutralidad científica, sino a producciones que sean capaces de elevar las articulaciones discursivas de la propia izquierda.

Las precariedades del tránsito de las izquierdas encuentran una dificultad compleja de articulación en el relato de horizontes, toda vez que sus horizontes no solo se han desdibujado de una presencia histórica sino además su producción teórica no es una preocupación relevante en el quehacer de su ethos.

Más bien una caja de resonancia de sitios comunes en la historias de las ideas, de esta forma las ideologías militantes demuestran poca preocupación por la teoría política.

Harta jerigonza consignera, muy poca creación y reflexión, el arquetipo pueril del lector de resúmenes y cartillas de cuarta, cuya principal batería de izquierda son los manuales y sus titulares.

Esta ideología por sus circunstancias históricas es en gran medida producto de una vasta y diversa producción intelectual, que no es solo el marxismo y el leninismo como suele repetirse de manera monocorde.

Son principios fundantes, pero no un techo, en los avatares de la real política se juegan símbolos patrimoniales a menudo con más intensidad que el encuentro de enfoques que confronten con la realidad y proyecten un relato que cree espacios para las transformaciones.

Los aportes teóricos son multifacéticos y la idea es no instalar aquí una guía bibliográfica, pero Gramsci es un ineludible con su concepto de cultura y hegemonía, su presunción al centro de la hegemonía de lo civil es un dibujo proyectual de nuestras sociedades impresionante.

León Trotsky muerto a manos de la tiranía fascista de Stalin, su concepción de la revolución permanente como ángulo meridional es una noción de gran singularidad, por sobre todo, en la concepción de la revolución dentro de la revolución como un proceso permanente, cuanto de eso le faltó a la URSS para no caer, como cayó, con una fragilidad abismante, son preguntas válidas.

Walter Benjamin y los textos de Tesis de la Historia que son una obra maestra, la tradición frankforiana, que puede ser separada entre círculo interior y exterior, cuyos debates tiene un dejo sabroso.

El marxismo fue permeado por paradigmas en tránsito kuhniano, el estructuralismo lo rigidizo e intento modelar en muchos casos, creo fantasmas deterministas que relataban una mecánica de la historia. Y por tanto una mecánica de la política.

La relación con Freud, en tanto, la liberación del inconsciente, la represión de la cultura y la dialéctica entre lo manifiesto y lo latente. Conceptos a los que se les tendió un puente con el marxismo, puentes mecánicos y más rústicos, una tradición psicologizante de las contradicciones de la sociedad que es de particular interés, sobre todo, en las claves de un neoliberalismo cuya objetivación de la dominación es compleja de caracterizar porque esta dislocada y culturalmente afianzada.

Los movimientos surrealistas que leyeron a Freud intentaron romper con la dictadura de la realidad e instalar la liberación del inconsciente o su dictadura proletaria. Mientras se imaginaban lo imposible.

Las críticas a un marxismo mecanicista que domino durante años a la althuseriana fueron parte de los debates de gran alcance.

La materialidad de procesos culturales en Raymond Williams son una notación destacada en la comprensión de un marxismo con capacidad de interpretación extendida en la relaciones sociales.

Guattari es una figura particularmente interesante, esa captación “deseante” de la intersubjetividad de este sistema es francamente un retrato demasiado realista y que devela varios túneles, varios patios traseros.

Foucault es un coloso aparte, su descripción histórica del poder es un aporte intelectual para entender muchos límites de una política vanguardista que solo se aferre al dominio del Estado y termine imponiendo una autocracia, como sucedió en la URSS, advertencia que Trotsky hacía en 1933, los más agudos nunca compraron, ahí están las críticas del Che Guevara al realismo socialista, la condena en la Revista Principios a la Primavera de Praga cuando el PC chileno tenía una especial preocupación por los intelectuales en sus filas, la vía al socialismo con empanada y vino tinto, que con profundas deficiencias históricas intento crear un camino original en un marco político internacional que no se lo iba a permitir jamás, pero había capacidades, producción que tenía legitimidad social.

La dificultad de la izquierda de prefigurar horizontes, y construir caminos que resuelvan los desafíos epocales son parte de una crisis que también radican en una falta de producción teórica, que no remite al intelectualiyo universitario de la neutralidad científica, sino a producciones que sean capaces de elevar las articulaciones discursivas de la propia izquierda.

Hablamos de un ejemplo para América Latina como García Linera y el proceso boliviano, cuya conjunción con el mundo indígena refleja que la teoría revolucionaria puede desconstruir los documentos clásicos sin desviar el sentido del asunto.

La izquierda es una especulación intelectual, el marxismo es una respuesta profundamente intelectual a la descripción de los métodos de acumulación del capital. La teoría del “plusvalor”, y una de las  más interesantes para mi gusto, la de la “falsa conciencia” son producciones de una lucidez incomparable. Y en esta posición hay una postura primariamente filosófica  que tiene que ver con las cuestiones más admirables de la izquierda, de su histórica resiliencia por un mundo distinto.