Entrevista a Álvaro García Linera: Socialismo, comunidad e integración. Parte II
NOTA: Viene de la Parte I
COMUNIDAD
Usted ha dicho que los agentes principales de las transformaciones son las comunidades, no el Estado. En su libro Democracia, Estado, Nación, habla de la comunitarización de la política, que opone a la noción liberal de democracia. El tema de la comunidad deambula entonces por un conjunto de ámbitos de su reflexión. ¿Cómo piensa usted la comunidad? ¿Está inicialmente definida como una comunidad campesina, indígena, tradicional, referida al ayllu? ¿Es posible pensarla en el marco de procesos de urbanización?
Retomo las definiciones que hace Marx del comunismo como una comunidad universal. Cuando era más joven le llamaba “gran hermandad”, ya mayor le llamó “comunidad universal”.
Marx está leyendo las comunidades tradicionales que son locales, fragmentadas y está permanentemente contraponiendo esa experiencia de lo comunitario-local, de lo comunitario territorialmente focalizado, con la idea del comunismo como la universalización de lo comunitario. Y por eso construye esa fórmula tan elocuente, hasta mística, que el comunismo es un regreso a la vieja comunidad en condiciones superiores. Estoy pensando en esa manera en que Marx intentaba redondear su concepto de comunismo asociándolo a la comunidad, que está entendiendo como asociación libre, como una aglomeración decidida por los propios productores para gestionar el producto de su trabajo.
Cuando uno lo ve así, está claro que es justamente lo opuesto del Estado. El Estado también es un tipo de comunidad, decía Marx, pero es una comunidad ilusoria. El Estado te agrupa en torno a un universal, es decir, en torno a la idea de algo común. Pero es ilusorio, porque ese común en torno al cual el Estado te está agrupando, no es un común real, es el interés de unos, monopolizado por unos, que se expande bajo la ilusión del interés de todos. En ese hecho de lo privado devenido en común, de lo particular devenido en universal, radica el secreto del Estado. Pero es una ilusión real, es una ilusión bien fundada, es una ilusión material, y por eso decía que la mejor forma de entender el Estado es el capítulo uno de El Capital, sobre las formas de valor, donde construye ese concepto hasta llegar al dinero, y establecer cómo un billete deviene en representante de la riqueza de todos, cómo una cosa particular deviene recreación y representación del trabajo de todos.
Entonces ciertamente la comunidad no es igual al Estado. El Estado puede asociar, pero no puede crear comunidad. ¿Por qué no puede crear comunidad? Porque el Estado centraliza decisiones y la comunidad es la disolución de la centralización de las decisiones, es la democratización de las decisiones.
¿La comunidad se construye a sí misma entonces?
Sí. El Estado no puede construir comunidad, no puede sustituir a la comunidad y lo vemos hoy a través de tantos ejemplos prácticos. Un Estado liberal, un Estado colonial, lo que hace es cortarla, anularla, martirizarla, retorcerla, diseccionarle todo su trabajo y luego simplemente botarla como socialidad inerte en descomposición. Pero el Estado puede también ayudar a la expansión de la comunidad y eso puede ser lo que diferencia al socialismo.
Los compañeros de un sindicato que se movilizan, que toman decisiones en comunidad, deciden marchar y gastan de su plata, de sus recursos uno, dos, cinco días para movilizarse, para marchar y para bloquear, han hecho un desgaste en sus recursos y ha sido voluntariamente, asociadamente. Allí hay comunidad en la política, es la política en comunidad.
Pero los compañeros dicen, “bueno compañero presidente Evo, nosotros aquí somos productores de leche, aquí mi hermano produce leche, este otro produce leche, aquél produce leche, y sabe presidente Evo, toda la leche que producimos la vendemos a la empresa Pil, extranjera. ¿Por qué no hacemos nuestra propia fábrica de leche? La producimos, la procesamos, la convertimos en leche pasteurizada, la convertimos en yogurt y le damos a nuestros hijos”. ¡Excelente! Esa es la búsqueda de convertir la comunidad política movilizada en comunidad productiva. Viene el presidente Evo y dice: “Perfecto, consigamos una fábrica de leche”. Vale un millón de dólares, dos millones de dólares, es una pequeña fábrica. Vamos y levantamos la fábrica de leche. Fue decisión de ellos, no fue idea de un asesor. Entonces el presidente Evo les construye la fábrica: “Compañeros, acá está la fábrica de leche.”
¡Perfecto! Nos vamos. ¿Qué más necesitan? ¿Asesoramiento técnico? No –responden–, tenemos aquí unos pocos, nos vamos a asociar, vamos decidir en la misma asamblea quién va a asumir el mando de la fábrica, rotativamente; tenemos dos técnicos, los vamos a contratar nosotros, ya tenemos a nuestros hijos que han estudiado en la universidad y vamos a fijar nosotros el precio de la leche según la cantidad de producto que tengamos y que nos pueda comprar la alcaldía. Perfecto, nos vamos, “buenas tardes”. Los compañeros hacen su fábrica de leche, se reúnen, eligen el directorio, y el directorio comienza a dirigir la fábrica.
¿Usted me está contando algo que pasó efectivamente?
Que pasa cada día.
Entonces ha transcurrido un mes y los compañeros se pelean, la plata de la primera venta de la leche, que tenía que servir para reponer las maquinarias y pagar a los agricultores, la usan en algún otro tipo de actividad, no compran herramientas, critican por corrupción al elegido por los mismos compañeros y al final, regresamos a los seis meses y la fábrica está paralizada, con una deuda de un millón de bolivianos y con protestas de los trabajadores. Entonces dice la comunidad, “compañero Evo, la entregamos la fábrica al Estado, prodúzcanla ustedes, nosotros no hemos podido avanzar”. Nos ha pasado con fabriquitas de leche, nos ha pasado con fábricas en el Chapare, de palmitos, de cítricos.
Mientras la familia campesina tiene comunidad de tierra pero tiene producción familiar, no es comunitaria. Cada familia produce y usufructúa ese producto. La tierra es de todos, pero la producción es segmentada por familia. El sistema de riego lo hacen entre todos, lo construyen, lo regulan para que haya agua para todos, pero la producción la gestiona cada familia y decide sobre su producto, si lo vende, si lo guarda, en fin. Entonces hay un límite entre una comunidad política y de infraestructura y una comunidad de producción.
En este caso lo que hicimos fue recuperar la fábrica que era de ellos, comenzar a gestionarla y que los mismos compañeros fueran aprendiendo la técnica de la gestión de la fabriquita de leche o de palmito, en la perspectiva de, cuando ellos lo decidan, en seis meses, en un año, en dos o tres, pasarla a gestión de la propia comunidad.
Es un salto a una forma de producción comunitaria en pequeña escala cuyo retroceso la pasa otra vez al Estado, pero la esperanza es que en la experiencia práctica la comunidad se apropie de la gestión técnica de la producción. ¡Eso sería socialismo! Pero mientras tanto es el Estado y no es aun socialismo. El Estado viene y dice: “ya mis compañeros, la vamos a gestionar”, contratamos 4 técnicos, hacemos el sistema de conteo y de los réditos, la fábrica está produciendo leche para la comunidad, vendemos y hay ganancia, pero la está gestionando el Estado, y el Estado es centralización. Y mis compañeros del campo siguen comportándose frente a la fábrica como productores. La fábrica no es de ellos, no es de un patrón ni de la Pil, no, es del Estado, pero igual la relación de productor está disociada del procesador.
Los técnicos son de la misma comunidad, pero no es la comunidad la que decide los precios, no es la comunidad la que decide la gestión, no es la comunidad la que decide la reinversión. Es un equipo técnico, eficiente, pero centralizado, distinto a la comunidad.
Eso no es socialismo. El socialismo implica que la comunidad se apropie. Esta vez no pudo, intentó, retrocedió y la perspectiva es que de aquí a 6 meses se vuelva a apropiar, que aprenda. Pero la gestión será otra, tendrá que someterse a la reapropiación de la comunidad, de la asamblea, con sus problemas. Y la asamblea tendrá que readecuarse para asumir una nueva tarea que antes no había tenido. Durante mil años gestionaron el sistema comunitario para producir individualmente, ahora tienen que asumir la tarea de gestionar comunitariamente un producto. Esa experiencia es complicada y el Estado revolucionario ayuda, pero no sustituye.
Lo mismo nos pasó con Huanuni, en una escala más grande. Huanuni es una empresa minera. 5 mil obreros. La hemos estatizado.
Como hay una gran capacidad política y asociativa, los compañeros se fueron apropiando rápidamente de la gestión. Los compañeros de la asamblea, porque se reúnen en asamblea, comenzaron a elegir a los técnicos intermedios, luego al gerente, de tal manera que hoy el gerente es un designado por la asamblea minera y el sindicato define inversiones, define compras, define salarios, define todo. Una prueba de autogestión obrera. ¡Excelente! De hecho yo diría que es la más avanzada en Bolivia y en América Latina. Son los obreros los que definen todo, desde la producción, el día de trabajo, el salario, los bonos, las inversiones, el volumen de producción, todo.
Pero hay un límite. Es una experiencia avanzada de obreros asumiendo la gestión técnica del proceso de producción, pero resulta que en ese control que asumieron los compañeros también tienen que decidir el uso de las ganancias. ¿Y qué dijeron? “Hemos ganado cantidades de dinero. Esta parte la entregaremos para reinvertir y garantizar que la mina funcione”. Buena decisión. “Con esta otra parte nos aumentaremos el salario”. Entonces hay compañeros en la mina que ganan más que el presidente. El presidente gana 19 mil bolivianos, unos 2 mil 500 dólares, y hay compañeros de los mineros, hartos compañeros, que ganan 20 mil, 25 mil, 30 mil, 40 mil bolivianos, es decir 3 mil, 4 mil, 5 mil dólares. ¡Un montón de dinero! ¡Qué lindo que ganen harto, de eso se trata! Pero, ¿y la sociedad? ¿Qué quedó para la sociedad?
¿Y la propiedad? ¿Quién posee la propiedad de la mina?
La propiedad es del Estado. Pero la apropiación y gestión real es de los mineros. Entonces tienes que un bien común de todos está siendo gestionado por un colectivo que luego deviene en una acción privada, donde los beneficiarios son ellos.
Has avanzado en una forma local de socialización de la gestión técnica de la producción, pero visto en conjunto has reproducido una forma de apropiación privada de la producción. Los minerales son de todo el pueblo boliviano. Puedes asignarle un uso temporal a un privado, pero aquí Huanuni como sindicato de 5 mil obreros está actuando, respecto a la sociedad, de la misma manera que un privado. Ya no es un empresario, son los obreros, pero el producto del trabajo queda para ellos, cuando debería ser para todos.
¿Qué puede hacer el Estado? Decimos, compañeros está muy bien que hayan asumido la gestión de la producción, pero cómo hacemos para que la gestión de la producción mejore su condición de vida, después que por centenares de años el minero se moría con silicosis en la mina y sus hijos heredaban la enfermedad de los padres, pero que también el producto beneficie a todos. Es decir, de los ingresos de la producción, una parte para reinversión, otra parte para salarios y otra parte para todo Bolivia. Entonces, interviene el Estado otra vez, no asfixia la iniciativa, lo que hace es buscar que se potencie, que se amplíe, que incorpore lo universal. O sea, el Estado podría hacerlo, decir simplemente, compañeros, regresamos al viejo régimen, asumimos el control de Huanuni, todas las ganancias para bonos, rentas para todos los bolivianos, que disfruten también de la minería y ustedes regresan otra vez a la posición de obreros. Eso lo haría un Estado progresista, pero no un Estado socialista. Lo que puede hacer un Estado socialista es potenciar esa experiencia que nace de la sociedad y orientar, no sustituir.
¿La idea entonces es que en algún momento la comunidad, por sí misma, sea capaz de resolver los términos de su universalización?
En vez del Estado.
¿En vez del Estado? Ese es un desafío muy grande para comunidades que construyen su reproducción social y su conciencia del mundo en lo comunitario. Allí hay un tránsito que no es nada sencillo. Ahora, si este desarrollo es tan importante para los procesos de cambio en Bolivia, y a la luz de los ejemplos que usted pone, ¿cómo evalúa, con el tiempo que lleva ya el gobierno del presidente Morales, el proceso de construcción de lo comunitario?
Retomo tu pregunta con la anterior. Hay lunares comunitarios, no solamente rurales. Hay núcleos de lo comunitario, tierras comunitarias de origen, usos de los sistemas de riego comunitarios, tierras de pastoreo comunitarios, hay núcleos, micro núcleos, microcosmos comunitarios, también en la ciudad. Está el ejemplo de la fábrica de Huanuni o de Colquiri, o fábricas obreras, fábricas que han cerrado los empresarios porque ya no son rentables y que los compañeros dicen “nosotros las vamos a gestionar”. Hay una experiencia de búsqueda de control comunitario en la producción, comunitario en lo político, las asambleas barriales, las asambleas designadas. Tú tienes lo comunitario en lo político muy extendido en Bolivia. Tienes lo comunitario en la producción en pequeños grupos. En la propiedad y en la gestión de riego, pero no en la producción directa. Tienes ejemplos de comunitario, de búsqueda de lo comunitario en la producción urbana. Entonces hay una irradiación de lo comunitario-urbano y lo comunitario-rural más en lo político y muy difícilmente, pero con ejemplos, en lo económico.
Hay socialismo si estas experiencias urbanas y rurales se irradian, se expanden, no solamente en lo político, sino fundamentalmente en lo económico. Es una lucha. Mis compañeros de Huanuni han asumido el control de la producción de una mina que nunca estuvo bajo nuestro control, pero otra vez pesa la mirada privatizada del uso del excedente. Y si eso sucede, renace en la experiencia avanzada de los obreros la fuerza del capital, de la apropiación privada, y no del usufructo común. Entonces ahí aparece el Estado, lamentablemente. Cuando sucede eso, nuevamente los trabajadores están renunciando a lo universal por su experiencia y están dando lugar a que el Estado otra vez tenga que intervenir para decir, momento compañeros, también hay que compartir con los demás.
Muy bien por el Estado revolucionario, está haciendo su labor, pero eso no es socialismo. Porque lo ideal es que sea la comunidad la que asuma lo universal. Y en la medida en que la comunidad lo hace, el Estado se va diluyendo, porque no es necesario. Tardaremos mil años en eso, el socialismo es esa transición en que lo comunitario se expande a la producción y lo universal se convierte en un hábito cotidiano de los propios productores directos y quienes lo monopolizamos provisionalmente, vamos perdiendo facultades que son reapropiadas por la sociedad. Hay socialismo en tanto el Estado revolucionario, que está monopolizando temporalmente lo universal, busca renunciar a ese monopolio.
¿Y cómo se renuncia a ese monopolio? No es diciendo como los anarquistas, bueno, queda abolido el Estado, porque eso sería “qué bien, entra el Banco Mundial y los neoliberales”, no. El Estado revolucionario es un Estado que busca disolverse como tal. Pero ¿cómo? En la medida en que lo comunitario y lo universal se expanda en lo local y en las comunidades productivas urbanas y rurales. Un Estado revolucionario es un Estado que tiene conciencia de esto.
¿Un Estado que construye su propia crisis, se podría decir?
Que construye su propia disolución y en eso está su victoria.
Me has permitido entonces cerrar la primera pregunta. Me decías, ¿cuáles son los ejes para pensar hoy en el socialismo? Te decía el eje de la idea como fuerza movilizadora, el eje de la materia social como acción en movimiento, la práctica que supera el orden de las cosas existentes, el papel del Estado revolucionario que construye planificadamente su disolución, como la única manera para garantizar su victoria.
Es una paradoja, pues. Un Estado revolucionario solo puede triunfar si se disuelve. Su continuidad no es su virtud. Pensado a lo largo de décadas, y este es el cuarto elemento, su victoria viene acompañada de una irradiación proletaria. No es posible construir socialismo en un solo país. Es una ficción. Lo que el presidente Chávez imaginaba de la Quinta Internacional es esto. Yo no voy a poder triunfar como sociedad venezolana o sociedad boliviana si no estoy triunfando a nivel mundial, a nivel planetario. Yo puedo dar un primer paso o dos, pero no puedo dar diez ni cien si el resto del mundo no hace lo suyo.
Entonces ahí ya los nombré todos, con eso hay que repensar el socialismo hoy, como idea movilizadora, como materia actual de acción transformadora, como sentado en lo comunitario que se está irradiando, con el papel del Estado que va acompañando y auto disolviéndose a medida que se potencia lo comunitario con la expansión de lo universal. Esos son los ejes que yo recomendaría para pensar hoy el socialismo.
Continúa en la Parte III
Lea la primera parte de la entrevista